Tras los incendios de diciembre pasado en el Jardín Botánico Nacional y el Parque Natural Kan-Kan de Viña del Mar, los esfuerzos liderados por agrupaciones vecinales, sociales y ambientales se vieron fuertemente acompañados por la comunidad científica regional. Casi un año después, acciones focalizadas, como la restauración en zonas húmedas y la priorización de especies endémicas, han revitalizado parcialmente los ecosistemas afectados.
Esta noción estuvo en el corazón de la segunda versión de las Jornadas de Naturalismo Botánico, instancia gratuita de divulgación e intercambio de conocimiento sobre flora y vegetación del país que se realizó los días 12, 13, 14 y 15 de octubre en el Teatro Montealegre de Valparaíso y el Jardín Botánico de Viña del Mar.
“Este año quisimos instalar un concepto que hiciera referencia a la urgencia generada por el cambio climático”, dice Pamela Ramírez Verdugo, curadora del Herbario VALPL UPLA y gestora de las Jornadas Botánicas, “y por eso realizamos charlas y talleres de conservación, técnicas de restauración, polinización e interacciones vegetacionales con otras especies”.
De esa manera, este encuentro científico organizado por investigadores y profesionales del Departamento de Ciencias y Geografía de la Universidad de Playa Ancha, la Fundación Jardín Botánico Nacional y el Nodo CIV-VAL, reunió a 14 charlistas – 7 académicos/as que dictaron talleres científicos destinados a estudiantes de áreas asociadas y 6 profesionales que hicieron talleres para la comunidad – y más de 150 participantes en torno a las características, posibilidades y desafíos de la botánica en tiempos de crisis.
Ciencia para todos y todas
“Hace mucho tiempo que quería hacer algo así, pero no tenía las herramientas o el financiamiento, hasta que en algún momento lo planteé aquí en la Facultad [de Cs. Naturales] y me dijeron ya, ¿lo podrías gestionar tú?”, rememora Ramírez. Esa motivación tributó en la primera versión de las Jornadas Botánicas que se realizó entre septiembre y octubre de 2022.
¿Y cómo se dio eso?
La organización del evento que tenía en la cabeza era muy grande. Yo quería un evento científico a nivel de congreso, con exponentes importantes del país, pero que no se redujera a la academia. El único requisito que tenemos es que los exponentes deben hacer sus charlas en un vocabulario semi técnico porque es una instancia abierta a toda la comunidad. Ese es el corazón de las jornadas, que todos y todas quienes quieran aprender, no solo las personas del área, puedan asistir.
“Por esto, decidimos hacerlas de manera gratuita y, además, sumamos dos tipos de talleres: científicos y abiertos a la comunidad porque, así como hay estudiantes que quieren especializarse, también hay personas súper apasionadas que quieren aprender”.
A la organización inicial de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas y el Jardín Botánico, se sumó la co organización del Nodo CIV-VAL y el patrocinio de laboratorios y facultades universitarias, fundaciones ambientales y organizaciones locales, como es el caso de la Fundación Club Aerostático Nimbus. No obstante, la académica destaca la participación de estudiantes. “Sin los estudiantes no podríamos haber llevado a cabo la Jornada ya que ellos y ellas son también parte de su creación y organización: guían y realizan talleres, trasladan los materiales, instrumentos y herramientas, ayudan en la difusión. Esto es mucho, mucho trabajo”.
Siendo así, ¿qué te motiva a realizar todo ese esfuerzo?
Toda mi formación de pregrado me dediqué a ser ayudante de botánica, lo seguí siendo cuando salí de la universidad y cuando tuve la oportunidad de seguir estudiando, lo hice en el área de la conservación porque estoy convencida que, como seres humanos, si no entendemos que somos parte de este sistema natural, no vamos a poder vivir ni disfrutar de todo lo hermoso que tiene la naturaleza. Hay tanto que me encantaría que todo el mundo conociera, la parte técnica, científica y artística, porque es tan bonito y me genera alegría, paz, que quisiera que todo el mundo la tuviera.
“Muchos botánicos y personas de las áreas naturales somos así, en realidad, tenemos esta motivación. Y ha sido bonito conocer personas de distintas áreas que se quieren sumar al proyecto porque consideran que es una buena idea. Ha generado harto realce que estemos haciendo una actividad de este nivel y completamente gratis, y eso ocurre porque tanto desde la gestión de la actividad, como los charlistas y talleristas, realizamos horas de voluntariado por esto”.
Además del retorno de colegas, ¿cómo ha sido la respuesta de las personas que asisten a las jornadas?
Lamentablemente no pudimos implementar un sistema de encuesta, pero tenemos un retorno directo que es bastante positivo. Muchas felicitaciones, mucho interés por contactar a los/as investigadores/as y, en el caso de las personas que no conocían el Jardín Botánico, volver a ir.
Considerando que es una actividad gratuita, ¿participan personas fuera del área científica? ¿Cómo son los perfiles de quienes asisten?
Aunque el grupo se concentra en adultos jóvenes, también tenemos una participación importante de personas mayores y ellos aprecian la belleza de la naturaleza desde otro lugar. En esta versión también hicimos un taller destinado a profesores y profesoras de ciencias para que puedan transmitir lo aprendido a sus estudiantes. La idea es transmitir a las próximas generaciones, no solamente el conocimiento y la obligación de cuidar, sino la sensación agradable que provoca.
Trabajando en las ciencias ambientales, teniendo todo este conocimiento de la crisis climática que vivimos, ¿cómo regulas la sensación de desesperanza?
Pienso que si no lo logramos, al menos lo intentamos y disfrutamos. Me gusta mucho trabajar aquí [en el Laboratorio de Botánica] porque creo que el trabajo con jóvenes es súper importante. Ellos me animan constantemente. Cuando uno es más joven, uno va a la pelea y va con todo, pero es distinto al hacerse mayor, ¿entonces qué hago? Me uno a otros, porque no puedo hacerlo sola.
“Si uno quiere hacer esto, tiene que vivir feliz para transmitir esas ganas de querer que todo esté bien. Si lo haces amargado, lo dejarás hasta ahí. Se puede en equipo. Acá en el laboratorio sólo se trabaja en equipo. Las personas que han tenido éxito, especialmente los naturalistas, lo han logrado porque lo han hecho en equipo. Lo mismo pasa con las disciplinas. El conocimiento es interdisciplinario, se necesita de muchas áreas para conocer las plantas, como la geografía y la física, por ejemplo”.
“La juventud hace la diferencia”
Continuando el legado del académico e investigador emérito Rodrigo Villaseñor, quien fundó el herbario universitario en los años setenta, la investigadora se encuentra estudiando y digitalizando una colección de más de 10 mil ejemplares. “Solo hay dos herbarios activos en la zona y uno de ellos es el nuestro, que tiene una presencia importante en la comunidad, instituciones como el SAG o CONAF, empresas consultoras y de la red de herbarios del mundo”.
A tu parecer, ¿a qué se debe este número tan reducido de herbarios activos en la región?
En algún momento se empezó a validar otras áreas académicas por sobre la taxonomía y la disciplina, pero ahora se están retomando porque se han dado cuenta que los estudios ecológicos, por ejemplo, no tienen sentido sin este conocimiento. Se ha demostrado que la información de los herbarios y colecciones aportan mucho en la restauración de zonas afectadas.
Y esto ha sido un punto crítico en los programas de restauración, ¿no?
Desde siempre, en realidad. Se han generado muchas estrategias que no han sido efectivas porque la academia está separada de quién está en terreno. Por un lado, están los que tienen la iniciativa y hacen lo mejor que pueden con el conocimiento que tienen, y por otro lado, la academia que crítica y no comunica. Aunque esto ha ido cambiando.
¿Qué elementos han hecho la diferencia?
Yo creo que la juventud hace la diferencia. Los nuevos investigadores lo están exigiendo más, lo exigen a quienes están administrando el país, porque también están más informados. Cuando se quemó el Kan Kan, por ejemplo, se solicitó a investigadores y centros de investigación a trabajar allá. Y en el caso nuestro [del herbario], se están comunicando más con nosotros, tanto instituciones públicas como privadas. Pasó en Laguna Verde, en el Botánico y en Peñuelas, donde CONAF ahora está haciendo un corte entre el monocultivo y restaurando con flora nativa del lugar.
La comprensión y aplicación de conocimiento botánico, disponible de forma completamente gratuita a través del herbario y a través de las jornadas, ha sido imprescindible en estos casos críticos para recuperar ecosistemas cada vez más alterados y fragmentados en la región de Valparaíso.
Finalmente, ¿qué se viene para la próxima versión de las Jornadas Botánicas?
Proyectamos incorporar becas para que personas de otras regiones pueden asistir, salidas a terreno y también la presencia de exponentes extranjeros. Insisto en que debemos promover la cultura ambiental aquí en Valparaíso, pero estamos pensando cómo hacerlo. Siempre y cuando haya más manos de trabajo, lo vamos a lograr.