La crisis hídrica que se aproxima

Agencia Uno

«El agua es una recurso que hasta unas décadas era considerado renovable, cuyo monto y presencia en cuanto a la distribución de las lluvias a nivel planetario y nacional fue relativamente estable. Sin embargo, esta ilusión se ha ido desvaneciendo a medida que las investigaciones, declaraciones y pocos artículos en la prensa que son atingentes a esta temática, han revelado el crítico y crónico estatus hídrico que, en la realidad chilena, ha originado que el 72% de la superficie está afecta a sequía extrema.

En consideración a lo indicado, las cuencas de los ríos Aconcagua y Maipo son consideradas dentro de las más importantes a nivel país y regional como productoras de agua potable. Si se tiene en cuenta la población que se abastece de este vital líquido, aproximadamente 10 millones de personas que penden para su consumo de las reservas crionivales andinas, que según declaraciones del ministro de Obras Públicas, y ratificadas por numerosos especialistas, las cifran revelan un monto exiguo, y coinciden al aseverar que la nieve en Los Andes centrales está prácticamente agotada. Hecho que se torna más implacable al decir que, en la Región Metropolitana  y, en particular, la ciudad de Santiago, precisa para tener sustentabilidad del suministro urbano y mantención de los ecosistemas naturales, un promedio de  360 mm anuales, monto que para el año 2021 alcanzó modestos 114 milímetros, lo que equivale a un 67% de déficit.

Cabe señalar que a inicios del 2021 el estudio de  «Actualización del Balance Hídrico Nacional», trabajo liderado por el Departamento de Ingeniería Civil de la Universidad de Chile, realizó un análisis de 147 hoyas hidrográficas chilenas determinando para ese entonces que, para la zona centro norte,  localizada entre las regiones de Arica y Parinacota hasta la del Maule, hay respectivamente una disminución promedio de precipitación de un 29 por ciento, lo que en contraposición y válido para las temperaturas se ha dado un incremento  de éstas, sobre todo en la cordillera, donde el calentamiento rondaría 1,5°C Lo anterior incide evidentemente en la ablación de los cuerpos glaciados, campos de neviza y nieves juveniles, antecedentes que, en síntesis, proyectan una fuerte reducción en la disponibilidad de agua en la zona aludida, lo cual se ha modelado hidrológicamente dando como resultado que  – en promedio – «en algunas cuencas las disminuciones de caudal serían cercanas al 30 por ciento, aunque uno de los modelos más extremos indica que esta disminución alcanzaría hasta 50 por ciento para el período 2030-2060″.

Si de cifras se trata, la Superintendencia de Servicios Sanitario (SISS) detalló que en un hogar promedio (de cuatro personas), se estima que el consumo del baño representa cerca del 60% del gasto doméstico de agua y, de ese consumo, la ducha ocupa una proporción del 70%. Si además se añade el consumo en el riego de áreas verdes (jardines, plazas, parques, etc.), se configura una situación de alta demanda que, en condiciones de sequía como la que enfrentamos, debemos modificar en cuanto a acciones y actitudes individuales y colectivas.

Pese al panorama desalentador referenciado,  hace unos días y luego de 11 años de tramitación en el Congreso Nacional se despachó el nuevo Código de Aguas, reforma que está pronta a ser ley de la República. Trasciende en este cuerpo legal que el agua es reconocida como un bien de uso público y siempre la prioridad debe ser el consumo humano. A lo que se agrega, que «el acceso al agua potable y saneamiento es un Derecho Humano esencial e irrenunciable que debe ser garantizado por el Estado».

Otro de los aspectos valiosos e interesantes del nuevo código en cuestión es aquel que hace mención a que «las agua en cualquier estado son bienes nacionales de uso público, en consecuencia su dominio y uso pertenece a todos los habitantes de la nación».

Es de esperar que esta nueva regulación se cumpla y centre su eje de acción en el uso racional del recurso hídrico, porque está claro que la infinitud de la cuantía acuosa es solo una fantasía que aún ronda en la mente de muchas personas que creen que, con su poder la tendrán siempre disponible, pero la evidencia demuestra lo contrario y de ahí que es tarea de toda la comunidad repartir equitativamente este sagrado fluido».

***Gastón Gaete Coddou,  geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.

Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles 19 de enero de 2022

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