«El Estado, independiente del Gobierno de tránsito que anide, debe ser responsable y consecuente con los principios que promueve y defiende. Entendiendo que el legislativo, según el algoritmo de Locke y Montesquieu, es uno de los tres poderes que lo constituyen, nos resulta incomprensible -casi Ionesco, por decirlo en jerga de la dramaturgia-, que en pleno debut del presente año, aquellos que comprometen y a ratos exigen bajo coerción y fuerza la responsabilidad política, dejen pasar la oportunidad de legislar en un tema tan sensible y relevante como son la promoción de la enseñanza de los Derechos Humanos dentro de un programa de estudio de formación ciudadana. Resulta moralmente paupérrimo concebir esta idea, sobretodo porque al refrendar los discursos esgrimidos por parte de ciertos diputados se evidencia incoherencia en el querer ser y querer hacer, peor aún, la abstención que llegó a 18 honorables nos recuerda la advertencia escolástica que indica que no hay peor pecado que el de la omisión.
«En temas ciudadanos y de derechos Humanos, la omisión se concibe como la voluntad misma de la amnesia, el olvido intencionado que busca transgredir lo éticamente correcto para así poder instalar la acción manifiesta de la incertidumbre, y en efecto este rechazo por falta de quórum nos deja a muchos docentes preocupados por tratar de inteligir ¿qué es entonces lo que algunos entienden por formación ciudadana? Educar en ciudadanía prescindiendo de algunos ejes temáticos como derechos humanos o categorías éticas, es negar la opción del desarrollo integral de la persona, peor aún, no concebir la necesidad de construir memoria a partir de los hechos históricos o acciones cotidianas resulta hasta peligroso, pues puede avalar la impunidad y dejar abierta la posibilidad de la repetición de las violaciones a los derechos humanos, y precisamente en el rigor del presente ¡¿puede el Estado de Chile abstraerse y negar la violencia política en la cual ha caído para “contener” el malestar social?. Definitivamente no. Nadie ha imaginado gente mutilada de la vista, ni tampoco hemos imaginado un joven empujado en el orla de un puente, ni mi hija de 11 años –misma edad de la víctima- imaginó que una niña mapuche era detenida y amenazada brutalmente por un efectivo policial. La imaginación es fantasía para Lewis Carrol, y como fantasía no existe, pero los hechos descritos sí existen y se anidan en la memoria, aprender desde la memoria es conectarse con el pasado y el presente, la enseñanza de Derechos Humanos no es solo un complemento a la formación ciudadana, es una necesidad vertebral para validarnos como sujetos racionales despojándonos de la bestialidad de la violencia, intolerancia y la ignorancia.
Nuestro país tiene compromisos pendientes con organismos internacionales en materias de derechos civiles y humanos, este triste revés da cuenta del frágil momento político que vivimos y nos advierte que no se puede construir una sociedad justa y responsable con legisladores que en omisión permanente pretenden instalar el circunstancialmente conveniente olvido.
El Consejo de Rectores del CUECH, viene trabajando en la promoción de la formación ciudadana y derechos humanos a nivel universitario, pues reconoce la necesidad de abordar la tarea pendiente y legar a la sociedad profesionales éticamente responsables y conscientes de su hacer civil y político. Las mesas técnicas en la cual participamos representantes de cada Universidad del consejo, son extensas e intensas. Ha sido un trabajo arduamente sistemático, y a pesar de este triste titular: “Por falta de quórum y votos: diputados rechazan proyecto que promueve los DD.HH. en Plan de Formación Ciudadana” seguiremos trabajando, porque definitivamente a muchos nos inspira la frase cervantina:
“Dejad que los perros ladren Sancho, mira que es señal que avanzamos…. Y recuerda cambiar el mundo no es ni locura ni utopía, sino Justicia».
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