Dr. Michael Lazzara destacó potencial pedagógico de la memoria en charla inaugural de dos programas de postgrado del ámbito de la Literatura

Una intensa relación personal y profesional, afectiva e intelectual con Chile, confesó el Dr. Michael Lazzara, investigador de la Universidad de California, quien expuso en el marco de la inauguración del Doctorado en Literatura Hispanoamericana Contemporánea, que cumple 10 años, y el Magíster en Literatura 2024.

En una presentación clara y precisa, Lazzara realizó una reflexión crítica de los procesos de memoria política y cultural de la transición chilena, cita en la cual se refirió a los orígenes de este campo, su evolución en el tiempo y sus futuros posibles, todo bajo el título “Estudios de memorias en el Cono Sur”.

“Elegí este tema, porque me parece que podría ser estimulante para ustedes, sobre todo para los estudiantes, los jóvenes intelectuales inscritos en la maestría y en el Doctorado en Literatura, ya que seguramente algunos de ustedes van a elaborar proyectos que tomen en consideración los complejos procesos de memoria en Chile, en América Latina o en el mundo”, dijo el expositor.

Un grito de protesta

Comentó que, a más de cinco décadas de los golpes cívico militares y de los sangrientos conflictos civiles ocurridos en varios países de América Latina, la memoria se ha convertido en un campo de batalla y un grito de protesta, un concepto que activistas y académicos utilizan para denunciar graves violaciones a los derechos humanos y para articular los desafíos de consolidar las democracias.

Planteó que, ya sea a través de los archivos, los relatos generacionales y las tensiones entre historia y experiencia, el análisis de todo lo referido a la Memoria, se puede encontrar en distintas vertientes principales: la sociológica, culturalista y de las ciencias políticas. En este contexto, detalló las tres etapas en los estudios latinoamericanos de la Memoria. La primera, corresponde a los años 80 y 90, que centró su atención en las víctimas del terror estatal y en los testimonios de estas sobre la tortura, el exilio y otras vejámenes sufridos durante este período. Precisó que, en dicha etapa, descuidaron los silencios y las omisiones propias del acto testimonial, así como también las posibilidades de verbalizar, simbolizar o llevar las experiencias traumáticas.

“Ciertos trabajos académicos pioneros señalaban la tonalidad final de un período dictatorial atrapado entre el duelo inconcluso y la melancolía de las izquierdas derrotadas. También llamaban la atención sobre el arte visual, escrito como instancias para debatir sobre la ética del recuerdo y su relación con la verdad y la justicia. Esta primera etapa se nutría de las reflexiones producidas a partir de los años 80, en el contexto de los estudios del Holocausto o el yo, a los que ya habían empezado a abordar las batallas entre historias y memorias oficiales y subalternas”, dijo el expositor.

Agregó que, al igual que las dificultades de representar los traumas individuales y colectivos, estos debates originados en el contexto europeo crearon en cierto sentido las condiciones de posibilidad para la emergencia de los estudios de Memoria en el Cono Sur de América Latina, los que adaptaron los debates a los contextos locales, marcando continuidades y diferencias.

Con la misma claridad, precisó que, una vez instalados los debates en torno al trauma y su representación, una segunda etapa corresponde a los últimos años 90 y los primeros dos mil, que trajo consigo un giro hacia el momento pre dictatorial. Corresponde Esto al periodo de las militancias y de las luchas revolucionarias que antecedieron a los regímenes de Pinochet, Videla y otros. A su juicio, esta apertura del campo histórico que ahora comprendía los años 60 y los primeros de la década del 70, fue significativa durante los años 90.

“En este período, también se manifestó una voluntad de trabajar más allá del binarismo. Víctimas y victimarios, hacia una visión histórica ampliada y más compleja que pudiera abordar críticamente ciertos temas tabú, como el de las militancias. Se deseaba abrir un debate serio sobre la época revolucionaria, sin caer en relativismos fáciles ni nutrir líneas de argumentación largamente propulsadas por la derecha, como la famosa teoría de los dos demonios, la que pretendía homologar erróneamente la violencia cívico militar promovida desde el Estado con la de los revolucionarios que buscaban democratizar la sociedad, recurriendo, en el caso de algunos países, a las armas”, apuntó.

Nueva etapa

El Dr. Lazzara afirmó que, ya en el umbral del nuevo milenio, se dibujó una nueva etapa en los estudios de Memoria,  impulsada, principalmente, por la socióloga argentina Elizabeth Glynn, junto al antropólogo peruano Carlos Iván de Gregori, el politólogo estadounidense Eric Herzberg y el historiador estadounidense Steve Stern, a través de un proyecto llamado Memorias de la Represión, que fue patrocinado por el Social Science Research Council o RCE y la Fundación Ford.

Sostuvo que esta iniciativa y los 12 volúmenes que se publicaron a partir de ella, estableció una temprana agenda intelectual para un área incipiente de investigación, al incorporar al debate nuevos temas como los archivos, los monumentos, los lugares o sitios de la memoria. De este modo -dijo- se buscó formas de adaptar y expandir reflexiones tempranas sobre memorias y sistematizar esas reflexiones, creando redes de académicos y publicaciones. Todo ello desembocó en el surgimiento de una comunidad latinoamericana de investigadores de la memoria que invirtió energías en la formación, también de una nueva generación de jóvenes investigadores, apuntó.

“Steve Stern hace eco de este punto para el caso chileno al mostrar que ya existían luchas activistas importantes por la Memoria en Chile desde el mismo golpe de Estado del año 73, mucho antes de que se consolidará un lenguaje académico sobre la Memoria. No fue sino hasta fines de la década del 70 y principios de los 80, que la Memoria se volvió un concepto rápidamente identificable y simbolizó profundamente en la sociedad chilena como una especie de palabra clave cultural”, subrayó el académico estadounidense.

Sostuvo, además, que esta palabra clave adquirió aún más peso político y cultural tras la detención de Pinochet en Londres en 1998, y que, en nuestro país, al igual que otros de América Latina, existen museos de la Memoria, ciudadanos activistas invocando la memoria en las calles y un lenguaje de la memoria que todos reconocemos como tal.

La tercera etapa, la más reciente, en el desarrollo de los debates sobre Memoria, centra su atención en las experiencias y memorias de los hijos de las dictaduras, tanto los hijos de los militantes desaparecidos, como de aquellos que crecieron durante las dictaduras, pero sin un contacto tan directo con la violencia política como extensión de esta etapa más reciente.

“Esta tercera etapa se desarrolló en paralelo con una expansión geográfica de los estudios de Memoria con manifestaciones en Perú, Colombia, El Salvador, Guatemala, Nicaragua, Brasil y México, en contraste con los países del Cono Sur, que no generaron en un principio una reflexión tan robusta sobre lo que se ha llamado las zonas grises de la violencia, es decir, las borrosas fronteras entre víctimas y victimarios, las que eran quizás más visibles en las experiencias de los conflictos civiles centroamericanos o de países como Perú, Colombia”, dijo, tras lo cual sostuvo que surgió, entonces, la necesidad de colocar atención a nuevas categorías de análisis para estudiar “esos grises” y a la necesidad de enfocar especialmente el papel decisivo de categorías como la raza, la etnicidad y la indígena viva.

Diálogos fundadores

A su juicio, las rutas seguidas también en América Latina, tienen su paralelo en la academia norteamericana gracias al protagonismo de figuras como el connotado historiador Steve James Stern, quien unió los diálogos fundadores del campo que tomaron lugar en el contexto del proyecto de Jenkins y el latinoamericanismo estadounidense. Jugó así un rol importante en el establecimiento de los estudios de memoria Latinoamérica en Estados Unidos y en la formación de una generación más joven de académicos, sobre todo historiadores dedicados al estudio de la memoria y los derechos humanos.

En su análisis, mencionó, además, que los cambios que hoy se viven en América Latina (casos de corrupción, crisis aguda del modelo neoliberal, protestas masivas, vuelta al poder de la derecha política), desconciertan al momento de considerar los futuros de la Memoria.

“Es más que evidente que las batallas por la Memoria siguen ardiendo en el Cono Sur, a pesar de décadas de luchas valientes de familiares sobre vivientes, activistas y académicos, y a pesar de todo lo ganado que ha sido mucho en materia de verdad y justicia”, dijo el investigador, tras lo cual destacó que, si bien el estudio de la Memoria ha tenido un efecto transformador en la historiografía tradicional y otras disciplinas, es urgente pensar en el rol que esta pueda tener fomentar el cambio político democrático y social.

En este punto, el expositor planteó los aspectos clave para pensar en el futuro de la Memoria (tras el camino recorrido por los estudios de Memoria desde los años 70 hasta ahora). Al respecto, se preguntó ¿qué temas, voces o experiencias aún falta considerar?, ¿qué tipos de marcos de análisis o qué tipo de memorias sería necesario para crear las democracias en las que quisiéramos vivir?.

Investigaciones posibles

Junto con ello, mencionó algunas líneas de investigación posibles, respecto del tema de la Memoria, entre las cuales mencionó poner el foco en  “descentrar” las Memorias. Es decir, que se enfoquen en las historias y recuerdos de actores fuera de las capitales latinoamericanas; ampliar el campo para incluir otras formas de violaciones a los derechos humanos, como por ejemplo, la migración o los desplazamientos; y sobre comunidades indígenas. También sugirió ampliar las posiciones y experiencias subjetivas que los estudios de Memoria toman en cuenta, como por ejemplo, Memorias de género o disidencias sexuales, masculinidades, etc..trabajos que vayan más allá de la categoría de la víctima o del victimario. También sugirió más investigación sobre el campo expandido de la memoria, que coloquen a las dictaduras y los conflictos civiles en relación con historias más largas de racismo y colonialismo; y estudios que historioricen los procesos de Memoria y sobre cómo afectan las temporalidades y las generaciones en la construcción de los significados del pasado, entre otras.

“Tal ampliación, nos permitiría comprender las dictaduras y los conflictos civiles, no como episodios aislados de violencia, sino como consecuencias de estructuras más grandes, y más largas de represión histórica, racial, étnica, económica, colonial e imperialista”, enfatizó el Dr. Michael Lazzara.

Función pedagógica

En la parte final de su exposición, destacó la función pedagógica de los Estudios de Memoria, al precisar que una de las formas más importantes de este grupo de personas, es que pueden intervenir políticamente, a través del trabajo con los estudiantes.

“Cultivar pedagogías de la memoria efectivas y estudiar los procesos de Memoria pueden funcionar como formas de resistencia a la criminalidad y a los abusos del poder”, aseguró el Dr. Michael Lazzara, quien dijo que, desde su espacio laboral en la academia estadounidense, puede corroborar el impacto pedagógico que tiene debatir y enseñar memorias del pasado reciente. Sin duda, su experiencia, su análisis y reflexión constituyó una generosa invitación a las y los nuevos investigadores que hoy están en formación en el Doctorado en Literatura Hispanoamericana Contemporánea, y en el Magíster en Literatura en la Universidad de Playa Ancha.

La cita académica contó con la presencia del rector, Carlos González Morales; Doctor Antonio López Fuenzalida, director General de Postgrado; y el Doctor Felip Gascón, director de Relaciones Internacionales, además de la comunidad académica de ambos programas de postgrado, quienes valoraron positivamente, la presentación del investigador.

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