El curanto más antiguo que se haya preparado en la zona central fue hallado en un conchal prehispánico —sitio arqueológico conformado por restos de moluscos— situado en la costa de Maitencillo.
Así lo determinó el arqueólogo José Miguel Ramírez, del Grupo Interdisciplinario de Investigación Avanzada (GIIA) de la Universidad de Playa Ancha, tras analizar los restos de fauna marina encontrados en un fogón de la cultura Bato. Este fue datado en el año 800 de nuestra era; es decir, hace 1.200 años. En el análisis trabajó junto a la bióloga marina Valeria Araya y la investigadora de la Universidad Católica del Norte (UCN) Carola Flores.
Según la evidencia recolectada durante un rescate arqueológico realizado en el condominio Costamai y que se publicó en la revista Arqueología Iberoamericana, se trataría del primer horno prehispánico para la cocción de alimentos ubicado entre Arica y Chiloé.
“Encontramos un hoyo muy sencillo en el subsuelo relleno de conchas, pero donde no se veían restos de fuego. No obstante, se notaba que las conchas estaban abiertas como si hubieran sido cocidas al vapor”, cuenta Ramírez. Esto lo confirmaron posteriormente al encontrar en el mismo sitio piedras que probablemente fueron calentadas al rojo vivo y se colocaron sobre la cocción, las que luego se habrían cubierto con hojas de nalca.
Las especies más abundantes que encontraron fueron machas y choritos, seguidas de lapas, caracoles negros y locos, así como jaibas, cangrejos, erizos, chitones y picorocos.
Pero lo que más les intrigó fueron unos pequeños fragmentos duros, que algunos investigadores asociaron con huesos de ave, y que resultaron ser partes de estrellas de mar. Ramírez destaca que se trata de un hallazgo inédito tanto en la literatura arqueológica chilena como mundial: no había registro de estrella de mar en la dieta.
En los restos no hubo presencia de huesos de peces o mamíferos.
“El aporte de esta investigación radica en las técnicas de preparación y cocción de alimentos, que no se han estudiado de manera sistemática en los conchales prehispánicos”, dice Ramírez. “En general, se asume que los antiguos cazadores recolectores cocinaban sus alimentos mediante la exposición directa al fuego, pero no siempre quedan huellas en los huesos o conchas de aquello, y si usaron ollas de cerámica no necesariamente es posible identificar los alimentos cocidos en su interior”, agrega el arqueólogo.
En el sitio del rescate han hallado por lo menos 10 conchales distintos que han entregado valiosa información sobre los antiguos habitantes de la zona. No solo había conchas, sino también restos humanos.
Fuente: El Mercurio (Santiago), viernes 23 de octubre de 2020 (acceso para suscriptores).
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