Tamara Ortega Uribe: “La sociedad chilena ha puesto en jaque a la política institucional”

El concepto de estallido social calza perfecto con lo que ha ocurrido estas últimas semanas en nuestro país, debido a que estas manifestaciones masivas no responden necesariamente a las definiciones de un sector político particular, ni tampoco fue generado como parte de un programa político de movilización social.

Así lo explica la socióloga de la Universidad de Playa Ancha, Tamara Ortega Uribe, magíster en Historia, con estudios interdisciplinarios en la Universidad Autónoma de México y Universidad de Buenos Aires e integrante de la Fundación Emerge, quien comenta que, no obstante lo inédito de sus alcances, este episodio de acción colectiva (que califica como contenciosa y de ejercicio del legítimo derecho a rebelión), podría estar asociado a cierta continuidad del movimiento social iniciado en la primera década de este nuevo siglo en Chile.

LA TEORÍA RESPONDE

-Desde las ciencias sociales ¿cómo se entienden los movimientos sociales?

“Como un conjunto de acciones colectivas que desafían de manera sostenida a la autoridad en nombre de sectores desfavorecidos y que aprovechan la apertura de oportunidades políticas para actuar según estructuras de movilización cambiantes. Pero si analizamos, en términos históricos, es posible identificar ciertas continuidades y discontinuidades en la movilización social desde la transición democrática”.

-¿Se refiere a la década de los 90?

“Así es. En esa época, la Concertación de Partidos por la Democracia generó nuevas bases de sustentación de la relación entre sociedad y política, donde más bien, lo que hace es profundizar una disociación entre ambas esferas, iniciada en dictadura cívico-militar”.

-¿Cómo ocurrió lo que menciona?

“Se realizó mediante la desarticulación del tejido social, la instalación del clientelismo político en las organizaciones sociales y el modelamiento cultural de la sociedad chilena en base al temor y el consumo. Ya en los 90, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, específicamente en 1998, elaboraba un informe decisivo sobre la configuración de la nueva sociedad chilena en democracia, algo que por la misma fecha Tomás Moulian expuso en Anatomía de un Mito, donde habla de una sociedad neoliberal de consumo, individualista, competitiva y -según aquel informe del PNUD- infeliz o con un creciente malestar asociado a la desigualdad”.

-Pero de ese malestar se pasó al miedo….

“La sociedad chilena mantuvo su malestar de manera oculta, con miedo a la permanente amenaza del poder militar y no solo amenaza, sino temor al poder que efectivamente ejercían, no solo el poder militar, sino también los civiles que apoyaron el golpe de Estado. Esto cambia la primera década del siglo XXI, donde ya es posible observar actores colectivos que superan el miedo noventero y exploran nuevos formatos de movilización popular”.

-¿Se refiere al mochilazo y pinguinazo del año 2006?

“Exacto, luego vienen las movilizaciones del año 2011 que, entre otras cosas, logran instalar demandas estructurales que desafían directamente a la autoridad ejercida por el modelo económico neoliberal y sus agentes. Las demandas planteadas por la movilización actual no es solamente un malestar subjetivo, son claramente demandas de clase, en el sentido que apuntan al centro de la explotación económica y ya se venían planteando desde esa lógica desde las movilizaciones del año 2011. Desde esa fecha hasta las movilizaciones de octubre de este año, ocurren tres cambios relevantes en el contexto político: primero, se agudiza la crisis de representación política -experimentada por cierto a nivel mundial-, cuestionando los marcos que definen al sistema democrático chileno: la eterna transición democrática; segundo, se evidencia -gracias a las redes sociales- una seguidilla de casos de corrupción, evasión tributaria, financiamiento ilegal de la política, entre otros, que dan cuenta de la existencia de la puerta giratoria entre el empresariado y la política, y con esto el carácter entreguista que ha adquirido el Estado subsidiario en nuestro país; y tercero, la rearticulación de fuerzas sociales y políticas que abre nuevas alternativas coalicionales y de representación en la política institucional, como es la creación del Frente Amplio y la rearticulación de fuerzas sociales de carácter movimientista”.

DISTINTAS ARISTAS

-Considerando lo anterior ¿cómo explican los estudios históricos y sociológicos la acción colectiva?

“Lo hacen desde distintas perspectivas, en función de una respuesta a crisis (sociales, económicas o políticas); como parte de un continuo de movilización política protagonizada por uno o más actores políticos en la búsqueda de transformaciones sociales; producto de la modificación en las estructuras de oportunidades o restricciones políticas; emergencia de marcos culturales e identidades colectivas de bloques históricos que puedan ejercer contrahegemonía; unión de las clases oprimidas en función de hacer uso del conflicto como motor de la historia; o incluso visiones desde la sicología social que ubican la explicación a partir de modelos de frustración y agresión, no cumplimiento de expectativas de movilidad, por ejemplo, lo que últimamente se ha entendido erróneamente como la movilización clasemediera”.

-Sin duda, hay múltiples formas de tratar de comprender lo que ocurre…

“Sí, pero lo cierto es que es un hecho inédito en la historia reciente, que sin duda marca un punto de inflexión en la sociedad chilena, pues se ha puesto en jaque a la política institucional -incluso a la de reciente creación como el Frente Amplio- y que ha interpelado a las fuerzas sociales respecto a la necesidad de articulación en pos de objetivos comunes”.

– ¿Cómo se asocia las manifestaciones con el vandalismo, saqueos e incendios….?

“Los procesos de frustración, rabia contenida, son propios de sectores que han sido ampliamente e históricamente violentados por las instituciones y por el funcionamiento de una sociedad desigual, clasista, racista e individualista como la nuestra. De cierta manera, es lógico que amplios grupos de la población reaccionen de manera violenta si han experimentado violencia cotidiana, represiva, explícita y simbólica. Por otra parte, históricamente, las manifestaciones violentas han protagonizado procesos de cambio social. Pero más que detenernos en el juego de quién valida o justifica la violencia y quien no, creo que es más preocupante la aparente incapacidad de las fuerzas policiales por controlar y garantizar la seguridad sin atentar contra los derechos humanos de quienes se manifiestan de manera legítima. Ahora bien, o es incapacidad o es una decisión deliberada de parte de las instituciones, como sugerían informes internacionales de violaciones a los derechos humanos, me refiero a Amnistía Internacional”.

REFLEJO DE LA INEQUIDAD

-¿Cómo visualiza el alza de los $30 en el metro de Santiago? ¿Como la gota que rebalsó el vaso?

“El alza del pasaje del metro que, siendo un hecho muy centralista, es sencillamente un reflejo del malestar compartido por gran parte de la sociedad chilena respecto a las injusticias que se han acumulado por décadas y que no responden a la imagen país que se ha venido construyendo desde los 90. Es como la punta del iceberg que se expuso por parte de Chile en la Expo Sevilla de 1992 y que da cuenta que, efectivamente, el supuesto chorreo que traería el crecimiento económico de extrema aplicación neoliberal, nunca ocurrió. Es la respuesta a décadas de crecimiento económico y de acumulación de riquezas para una minoría, mientras la mayoría -que precisamente sustenta dichas riquezas- se mantiene sobreviviendo a costa del endeudamiento”.

-En este contexto ¿cómo visualiza la subsidiareidad del Estado chileno, definida por lo demás en la Constitución de Augusto Pinochet?

“Ha mostrado sus peores consecuencias, pues la mayoría del pueblo trabajador sabe muy bien cuáles son sus necesidades y cuánto le cuesta cubrirlas, a pesar de que trabaja 45 horas semanales o más y, por cierto, de manera precaria y sin derechos laborales. Esta conciencia sobre las injusticias estuvo acallada en los 90 en las generaciones mayores, pero las nuevas generaciones han demostrado la pérdida del miedo, así como la disposición a exigir cambios estructurales, probablemente, debido tanto al malestar incubado en sus familias, como a la carencia de condiciones materiales que les permitan proyectar sus sueños, pues la incertidumbre crece en la medida en que se baja en la escala social”.

-En nuestro país, al parecer, históricamente los movimientos sociales los han liderado los jóvenes ¿por qué?

“La verdad es que históricamente y no solo en Chile, los movimientos sociales, las demostraciones de acción colectiva y/o procesos de movilización popular han sido gatillados por un importante rol de los movimientos estudiantiles. En mayo del 68 en París, el movimiento de principios de siglo en Córdoba, la manifestación de Tiananmén en el 89, el movimiento de reforma universitaria en Chile en los años 60´, así como “el movimiento pingüino” del 2006, luego en 2011 y el mayo feminista del 2018 en Chile, dan cuenta de la capacidad de las generaciones jóvenes por correr los límites de lo posible en cuanto a demandas sociales. Pero ojo que no han sido todos los y las jóvenes, sino los y las jóvenes que han accedido a la educación y que en mayor o menor medida se encuentran politizados a la hora de plantear sus propuestas de cambio”.

-Pero la mayoría de los denominados “nuevos movimientos sociales” del nuevo siglo se definen a partir de los márgenes o incluso fuera de la política…

“Aunque la mayoría de los denominados ´nuevos movimientos sociales´ del nuevo siglo se definan a partir de los márgenes o incluso fuera de la política, ciertamente han sabido establecer un programa de acción claro, formatos de organización novedosos, repertorios de acción colectiva y definir uno o más adversarios con el fin de disputar la manera en que se organiza la sociedad. Por cierto, creo que todo eso entra en el ámbito de lo político, no solo de la política. Ahora, también está claro que estos movimientos estudiantiles han iniciado procesos de movilización mayores, por lo que también han existido en la historia distintas experiencias de alianzas entre estudiantes, trabajadores y trabajadoras organizadas, pobladores, partidos políticos, etc. Cuestión que no debemos desconocer en este nuevo contexto de movilización, donde justamente las alianzas han permitido ampliar mucho más el radio de acción de estos sujetos”.

-¿Por qué da la impresión de que nadie lidera este proceso? 

“Para comprender cómo se va configurando el ejercicio de lo político en distintos períodos históricos, parto de la distinción que hace Eric Hobsbawm del siglo XX, que habría llegado a su término en 1989, iniciando entonces el siglo XXI en 1990. Desde ese año, se experimentó en el mundo un momento de inflexión en muchos ámbitos de la vida en sociedad, pero particularmente se modificaron las orientaciones y características tradicionales de las formas de acción colectiva y se estructuró de una manera completamente nueva el principal actor de la política, el Estado”.

-¿Cómo se observa esto en América Latina?

“En América Latina se ha analizado este cambio como un tránsito desde los viejos a los nuevos movimientos sociales basados en una transición desde una modernización inconclusa y excluyente hacia la construcción de identidad en el marco del retorno a la democracia. Es posible identificar entonces para el siglo XX un ejercicio de lo político mucho más asociado a ideas o ideologías totalizantes, un nexo ineludible entre lo social y lo político, una mediación entre el Estado y la sociedad a través de los partidos políticos, y fuerte polarización de los actores políticos en conflicto. En este caso los campos de acción de los movimientos sociales fueron industrialización y movimiento obrero, reforma agraria y movimiento campesino, movimientos revolucionarios y de liberación nacional, y luego libertad, derechos humanos y democracia”.

-¿Y en qué momento queda el vacío de referentes?

“Lo que ocurre desde el siglo XXI es un desmantelamiento de la mayoría de esas formas, pues se intenta superar esas grandes ideologías, instalando particulares referentes identitarios, se aísla a la política y se separa lo social de lo político, se atomiza y autonomiza la práctica política, por lo tanto, ya no se validan los partidos políticos como mediadores entre Estado y sociedad, y aquí queda un vacío, ¿quién asume hoy esa mediación?. Por eso es tan difícil establecer claros liderazgos, proponer salidas o conducción político-social de estos procesos”.

-Entonces, a su juicio ¿cuál es el desafío hoy?

“Explorar nuevos formatos para comprender y ejercer la política. Este es el desafío del momento actual, no solo en Chile, sino en América Latina, donde los golpes blandos también han sabido reactualizar la ofensiva del capital sobre los gobiernos. Donde se logró la llamada ´década ganada´ en la primera parte de este siglo, con varios gobiernos progresistas y de izquierda en el continente, pero donde ahora vemos una mayoría de gobiernos de derecha que sin duda mantienen sus objetivos en correlato a la administración del sistema capitalista en su etapa de mayor depredación y destrucción de la vida y los ecosistemas. Entonces el desafío no solo es para los partidos políticos, sino para las fuerzas sociales y ciudadanía también, en el sentido de innovar, saber establecer alianzas y construir un proyecto colectivo susceptible de ser objeto de disputa en el terreno de la política intra y extra institucional”.

-El Presidente ha hecho una serie de anuncios ¿por qué continúan las manifestaciones?

“Sebastián Piñera ha demostrado carecer de la capacidad de gobierno y de garantizar efectivamente que esta democracia liberal funcione, al menos en los términos que la democracia liberal lo permite. No se ha recurrido a mecanismos políticos para tender puentes con todos los sectores movilizados. No ejerce política, sino tan solo una parte de ella, que es hacer uso del poder, de la violencia que posee el Estado, para acallar este movimiento, incluso atentando contra la vida de las personas. Ahora esto es más evidente, considerando que es un Presidente que gobierna con el 10% de aprobación o incluso menos, según algunas encuestas. No obstante, pese a esto, las raíces profundas de este estallido dan cuenta de la necesidad de transformar cuestiones estructurales, por lo que no basta con reducir el problema a la figura de Sebastián Piñera”.

-¿Acaso también será necesario redefinir los marcos en los que se define la democracia chilena?

“Así es y la idea es que esa definición trascienda absolutamente las pautas establecidas por la dictadura cívico militar”.

-¿Qué podemos esperar de todo lo que estamos viviendo? ¿Una ciudadanía más empoderada? ¿Hacia dónde vamos?

“Esperemos que efectivamente estemos transitando hacia cambios profundos en la sociedad chilena. El escenario es muy incierto, incluso es probable que en términos electorales se fortalezcan posturas conservadoras. De ahí la relevancia de resituar la importancia de lo político en el sentido común y la cotidianeidad. Aprovechar este momento histórico para superar la distancia entre sociedad y política, donde se fortalezca una ciudadanía empoderada y politizada que esté dispuesta a construir de manera colectiva, con sus pares, pese a las diferencias, un proyecto político social común. Y por cierto, que esté dispuesta a llevarla a cabo, pues la autonomía y soberanía exigen también responsabilidad y protagonismo en los procesos históricos. En términos políticos es lógico que se presente una rearticulación de partidos políticos, coaliciones y alianzas. Es el momento de las articulaciones, pero idealmente que se produzcan con sentido de realidad y en sintonía con la ciudadanía. La política es tanto libertad y deliberación como conflicto y enfrentamiento, por eso es vital que se generen capacidades de articulación en pos de un proyecto y que se logre supeditar las diferencias a lo que nos une finalmente”.

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