En la ciudad cae precipitadamente la lluvia. Hace frío, el retumbar del incontable ejército de gotas que se estrella para seguir escurriendo cuesta abajo hipnotiza los oídos, sensibiliza los recuerdos y hace que cada cual rememore escenas de su pasado perdido. ¿Por qué la lluvia, más que cualquier otro acontecimiento, nos evoca la cama tibia, las sopaipillas y el arropamiento cariñoso de la madre preocupada? ¿cuántas veces nuestros ojos se perdieron en el charco más monumental del jardín, al lado del naranjo lozano que daba frutos al por mayor o sobre la banca de madera que el abuelo construyó esa tarde como regalo que alimentó las conversaciones familiares de sobre mesa?
Pensar que esa lluvia y sus recuerdos es tan distinta a otras lluvias y otros recuerdos. Esto, a propósito de la conmemoración del Día Mundial contra el Trabajo Infantil que la Organización Internacional del Trabajo, OIT, realiza en el mundo el día 12 de junio. Su motivo: denunciar las indignas condiciones de trabajo que decenas de millones de niños y niñas de diferentes latitudes sufren día a día.
Chile es una nación con un crecimiento sobresaliente pero con un desarrollo (a nivel social) más bien limitado. A pesar de suscribir en 1990 la Convención sobre los Derechos del Niño donde expresa tácitamente el “derecho del niño a estar protegido contra la explotación económica y contra el desempeño de cualquier trabajo que pueda ser peligroso o entorpecer su educación, o que sea nocivo para su salud o para su desarrollo físico, mental, espiritual o social”, en lo concreto continúa una legión de pequeños –de entre 5 y 14 años- desempeñándose en comercio sexual, cargando en la feria, limpiando autos para dormir en la caleta, vagando por avenidas y calles buscando alguna alternativa de sobrevivencia, arriba de la micro vendiendo confites, calendarios o cantando. En ese caso, los recuerdos no parten de la cama confortable sino del frío de la calle, del morado de las manos, de las prendas mojadas que nunca abrigaron.
Para enfrentar esta amoral realidad, las Universidades -como instituciones formadoras de profesionales con compromiso social- están llamadas a cumplir un papel activo y liderar con su propia reflexión y acciones una transformación profunda, que ubique a las nuevas generaciones como piedras angulares en el anhelado desarrollo de manera equitativa, justa, democrática. Más en específico, la Universidad de Playa Ancha, organización estatal y pública, formadora de formadores, ha trabajado por incorporar a todos los estratos en su quehacer, abriendo las puertas a jóvenes de familias que por primera vez llegan a la Educación Superior y también (tarea fundamental) en su accionar diario que la involucran cabalmente con la comunidad y sus sectores vulnerables.
La conmemoración del Día Mundial contra el Trabajo Infantil es un llamado a todos y todas. A quienes dictan las políticas públicas, a aquellos que las coordinan, a los ciudadanos y ciudadanas que entienden el papel que algún día protagonizarán los niños y niñas, a todos quienes rechazan por su amoralidad el trabajo infantil indigno y explotador. En definitiva, es una tarea nacional (por no decir planetaria) permitir que la lluvia sea melancolía, recuerdos familiares y sopaipillas. Un techo, calor y educación, nada más pero tampoco nada menos.
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Noticias de la Universidad de Playa Ancha Dirección General de Comunicaciones
