Rescatando el texto “Casas de Playa Ancha: La vivienda a fines del siglo XIX en Valparaíso” elaborado por la arquitecta Myriam Waisberg entre 1981 y 1988, el semillero de investigación formativa de la Facultad de Artes, Registro y valoración del patrimonio arquitectónico de Playa Ancha, revisitó seis edificaciones patrimoniales con el fin de registrar, diagnosticar y evaluar su condición heredable treinta y cinco años después.
Cuando Valparaíso se erguía como el gran puerto del Pacífico, la meseta de Playa Ancha atendió el aumento de su población que, tomando prestado estilos europeos, desarrolló proyectos inmobiliarios en torno a dos poblaciones principales: la población Bueras, en la actual avenida Gran Bretaña, y la población San Juan del Puerto.
Así, la iniciativa enmarcada en el Primer Concurso Interno de Investigación y Formación de Semilleros de la Vicerrectoría Académica se encargó, en primer lugar, de describir las expresiones físicas y simbólicas presentes en el patrimonio arquitectónico de Playa Ancha Bajo mediante la actualización del ejercicio realizado por Myriam Waisberg y, en segundo lugar, de fortalecer la formación profesional con metodologías de trabajo colaborativo e interdisciplinario entre académicos y estudiantes de las carreras de Dibujante Proyectista, Diseño y el Magíster en Arte mención Patrimonio.
Estudio de seis edificaciones patrimoniales de Playa Ancha Bajo
“¿Qué ha pasado con las casas desde que la profesora Myriam Waisberg realizó esta investigación? Cuando la finalidad de esta publicación es valorar estas edificaciones, nosotros nos preguntamos, ¿han sido valoradas? ¿Qué ha pasado con ellas en todo este tiempo?”, cuestiona el académico Marco Muñoz del Campo que, junto a Verónica Henríquez Acuña, desarrolló la publicación “Registro y valoración del Patrimonio Arquitectónico de Playa Ancha, una experiencia de investigación formativa” (2022) como última parte del estudio.
De los catorce casos publicados por Waisberg en la década de los 80’, el semillero seleccionó seis de ellos: Gran Bretaña 766 (Caso 2), Waddington 284-289 (Caso 5), Santa María 251 (Caso 6), Artillería 156 (Caso 10), República 231 (Caso 13) y Quebrada Verde 192 (Caso 14). En la primera fase, el equipo Semillero junto a estudiantes de la carrera de Dibujante Proyectista levantaron un gran volumen de información digital entre planos de arquitectura, escaneos fotogramétricos y elaboración de modelos tridimensionales que en una cuarta y quinta fase fueron utilizados por los estudiantes de Diseño para sistematizar y generar fichas de información, situación y valoración de las obras. Finalmente, entre ambos grupos, crearon 17 propuestas de difusión y 5 propuestas de intervención centradas en la preservación de los valores presentes en aquellas expresiones que, al juicio de los estudiantes, merecían ser conservadas.
“Nos encontramos con tres categorías de viviendas, unas que habían sido transformadas por otro tipo de uso, como lofts o restaurantes, otras que aparentemente seguían iguales pero que, por cuestiones técnicas, no lograban mantener la materialidad original y finalmente edificaciones que habían sido completamente intervenidas”.
En un esfuerzo conjunto, el estudio constató el cambio funcional y material de las seis edificaciones, donde la forma de organizar la vida cotidiana de principios del siglo XX y los elementos, mecanismos, revestimientos y terminaciones de valor histórico arquitectónico, ya no son sostenibles. “Todos estos cambios tienen sentido cuando pensamos que la forma de vida cambió, porque la cantidad de personas que vive en una casa es distinta, el programa no es el mismo. Hoy en día, por ejemplo, no cobra sentido la existencia de un costurero junto al acceso donde las niñas y las mujeres aprendan costura, un escritorio junto al acacso o un salón para hacer tertulias y un repostero que recibe los alimentos desde el piso de servicios a través de un montacargas hasta el primer piso donde se encontraban los recintos públicos y semi públicos de la familia”.
No obstante, este diagnóstico refuerza, así como indica la publicación, que los estudiantes lograron comprender la importancia que posee la investigación – saber conocer – como insumo relevante en los procesos de registro y valoración del patrimonio arquitectónico – saber hacer – y en cuanto al saber ser y saber convivir, significaron el valor de registrar, interpretar, valorar y difundir el patrimonio cultural como un trabajo interdisciplinar que persigue, en particular, el fortalecimiento de una identidad respecto de la cual todas y todos tenemos responsabilidad.
El caso peculiar de Playa Ancha
Aunque las casas están ubicadas en una zona reconocida como Zona de Interés Histórico Arquitectónico para el Turismo por la Municipalidad de Valparaíso, no están administradas ni protegidas como el resto de los inmuebles patrimoniales de la ciudad. La institucionalidad, en este caso, viene como algo secundario para el investigador que, tras ocho años trabajando en el cerro de Playa Ancha con metodologías de Participación Social Educativa, destaca el diálogo y actividad social que está proliferando, a favor de la preservación de los valores patrimoniales del cerro.
“Este es un barrio donde se ha instalado la identidad cívica y la autodidaxia, donde han aparecido liderazgos y capacidades de organización que podemos ver en iniciativas ciudadanas de gran impacto y notables resultados como son la Playa de Las Torpederas, el Teatro Odeón o Plaza Waddington”.
Esa educación permanente que reconoce en el cerro, aunque ha sido fortalecida por el actuar de la Universidad, demuestra que la educación patrimonial no es sólo una tarea academicista, sino que es también social y es precisamente gracias a esta sinergia sociedad-universidad, que las comunidades logran reconocer sus necesidades y establecer cómo quieren resolverlas, porque cuando las personas significan el valor, se vuelven conscientes y se identifican con él, son capaces de muchas cosas.
«Un buen ejemplo es la Asociación Teatro Odeón. Cuando los vecinos se organizaron en esto, nosotros nos preguntamos cómo lo harían, pensando que era imposible volverlo a su uso original, por tratarse de un inmueble particular, en muy mal estado, que estaba siendo utilizado como estacionamiento, pero el año pasado se hicieron las primeras obras de teatro después de 50 años, y fueron las obras de teatro con las que se titularon estudiantes de la UPLA. ¿Se puede hacer teatro en el Odeón? Se puede, y lo demostró la gente».
Cuando el primer fundamento de una gestión patrimonial bien emprendida está en la generación de conocimiento, el investigador destaca el sello distintivo de este proyecto que se enmarca en el nuevo pulso que está ocurriendo en Playa Ancha y que “definitivamente muestra un camino de cómo hacer que la investigación que desarrollamos sea realmente formativa, porque es la única forma de mejorar la calidad educacional de nuestros estudiantes”.
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