Un intenso comienzo de año ha tenido la carrera de Periodismo de la Universidad de Playa Ancha. Su constante promoción de actividades universitarias ha sido una marca registrada durante un período tendiente a fortalecer la formación integral de los estudiantes a través del aprendizaje de distintas disciplinas.
En tal sentido, iniciando el mes de abril las cátedras de la Línea Audiovisual y del Seminario de Política de la carrera de Periodismo gestionaron la realización del “Taller de Realización y Apreciación Documental” que impartió el creador audiovisual Jaime Díaz Lavanchy, director del documental “La Revolución de los Pingüinos”.
Por intermedio de esta capacitación, los futuros comunicadores sociales de la UPLA pudieron tener un incipiente acercamiento con el género documental y el desarrollo de proyectos audiovisuales, para conocer de esta experiencia y del momento actual de los documentalistas en Chile, conversamos con el realizador audiovisual Jaime Díaz Lavanchy (*).
A partir de su experiencia como documentalista, ¿que ha querido transmitirle a los jóvenes que participaron del taller?
“Creo que he realizado mi mayor esfuerzo por enseñar algo que, quizás no se enseña, que es hacer documentales. La labor de hacer documentales es muy autodidacta; entonces mi principal consejo es que cada uno emprenda sus propios proyectos, viendo y analizando muchos documentales y tratar de ir clasificándolos por estilo, estructuras narrativas, etc.
Cuando hacen una introducción sobre cuáles son los estilos documentales; cuáles son las estructuras narrativas; los géneros, etc. Una vez que pasas por eso, lo que hay que hacer es ver muchos documentales, emprender los propios proyectos y aprender en el propio camino.
En tal sentido, es muy difícil enseñar a hacer documentales. Yo creo que lo que uno tiene que hacer como profesor -cuando abordas este desafío- es enseñar a partir de lo que uno a hecho y de lo que es la propia experiencia.
Por eso, dos tercios del curso estuve dedicado a ver mi propio documental “La Revolución de los Pingüinos”; lo vimos capítulo a capítulo, parando en determinadas escenas para contarles en cada caso que había detrás, qué desafíos de montaje, qué idea narrativa o con qué intención se quería contar tal cosa, porqué se hizo o no una digresión.
Creo es uno de los mejores métodos para enseñar documental. El otro que estoy utilizando en la última parte del curso ha sido ver muchos documentales de gente que está empezando a hacerlos y que, por lo tanto, se equivoca mucho».
¿El contexto social en el que estamos inmersos caracterizado por el consumismo, la farándula y un televisión pública deficiente, por mencionar algunos aspectos, hacen más difícil el trabajo del creador audiovisual?
“Es como predicar en el desierto y hay que acordarse que, como Moisés, nos puede pasar que después de cuarenta años de caminar por el desierto no alcancemos a ver la tierra prometida. Puede suceder, para algo están los mitos, es decir, para recordarnos que las viejas historias se siguen repitiendo.
Estamos en una cultura muy contraria al documental, no es una tierra fértil en absoluto, la cultura en que vivimos para el desarrollo del cine documental. Las instituciones del Estado, si bien son un aporte, son el único sostén de los documentalistas chilenos, aunque no son suficientes. Tenemos sólo una sala que exhibe cine documental en Chile que es Cine Arte Alameda y esa sala tampoco da demasiadas garantías.
Tenemos una televisión pública que no emite documentales en hora punta, que prefiere cualquier cosa antes de emitir en ese horario películas de este género. Tenemos una televisión pública que no cumple su rol, en general, de difusión de la cultura y, por lo tanto, menos aún respecto de la difusión de documentales chilenos. Tenemos, por ejemplo, unos programas en CORFO que son muy deficientes en el apoyo a la distribución de los documentales chilenos.
Entonces, las herramientas y la cultura en que vivimos son muy precarias; creo que es un milagro que se hagan en Chile muchos documentales y muy buenos últimamente y es en parte a los esfuerzos, digamos, todavía insuficientes del Estado, pero que aún aportan pero sobretodo a la tenacidad de los documentalistas y a las ganas de hacer sus documentales”.
¿Qué responsabilidad tienen los creadores que esperan la adjudicación de un fondo concursable para realizar su proyecto documental?
«Efectivamente hay trabajos, hay documentales que por su ambición y por su importancia cultural necesitan muchos recursos y en Chile no se pueden hacer sin los fondos concursables, lamentablemente, dependemos absolutamente del Estado, porque no existen fundaciones privadas que tengan fondos para esto, y la empresa privada chilena tiene cero participación en el financiamiento, en general, de la cultura. Tenemos una clase empresarial muy insensible a la cultura o que cree que la cultura son sólo las Bellas Artes.
En Brasil, por ejemplo, hay una Ley de Donaciones Culturales excelente, el 95% de la producción brasileña se financia gracias al aporte de la empresa privada, que en Chile tiene su símil en la Ley Valdés y que aquí no sirve para nada. En Brasil permite financiar casi la totalidad de las producciones audiovisuales. Estamos hablando de que allá casi todos los bancos invierten y financian documentales. Eso ocurre allá, porque acá las puertas de los bancos y de las grandes empresas están complemente cerradas, porque la ley no funciona.
Creo que hay que ser súper tenaz, hay que tener súper claro que esto es una especie de apostolado, si uno quiere ser realmente documentalista o ser cineasta. También se debe tener mucha fe en que hoy en día se pueden hacer cosas con tecnologías que no son demasiado caras, con cámaras minidv que tienen acceso muchas personas. Entonces, creo que hay que intentarlo y no hay que decir “es que no puedo porque no tengo recursos”, eso sí que es una excusa”.
Finalmente, ¿cuál crees que debe ser el rol que deben asumir las universidades en la formación de profesionales más proactivos?
“Una de las cuestiones que falla muchísimo es que la gente, sobretodo en regiones, no sabe formular proyectos, no sabe elaborarlos para participar en los fondos concursables o para seducir a instituciones, fundaciones culturales que podrían apoyar.
Los jóvenes en Chile tienen muy poca comprensión lectora, muy poca capacidad de expresión verbal y los proyectos son precisamente eso; son construcciones verbales que tienen que ser lo suficientemente potentes y seductoras como para que una persona en los pocos minutos que le dedique a la lectura de ese proyecto, se imagine la historia, entienda rápidamente de qué se trata y sea atrapado por este lenguaje, pueda visualizar a través de este lenguaje una película, o sea, pueda pasar del código escrito al código audiovisual, imaginar la película y decir “esta película podría ser una buena película y vamos a financiarla”.
(*) De Jaime Díaz Lavanchy
Realizador del documental “La Revolución de los Pingüinos”, producción con la que obtiene el “Gran Premio Embajada de Francia” del Festival Internacional de Documentales (FIDOC) 2008 y al mejor documental en el Festival de Cine de Viña del Mar del mismo año.
Durante el 2009 ha sido distinguido con el Premio Pedro Sienna del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes y se encuentra entre los nominados al Premio Altazor en la categoría Cine, Dirección Documental.
Para más información acerca de premios y otros visitar la página:
www.larevoluciondelospinguinos.cl
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