¿Hacia dónde va Sudamérica?: Realidad y perspectivas fracturadas

«Sudamérica, está integrado por una docena de Estados cuyas soberanías territoriales abarcan en conjunto 17.820.000 kilómetros cuadrados, área que en sí representa el 42% del continente americano (42.55 millones de kms²).

Si de su población se trata y en cifras de fuente confiable (https://es.statista.com), los habitantes están proyectados al 2023 en 436.75 millones de personas.

En relación a los recursos naturales, es dable afirmar que nuestra realidad subcontinental tiene casi todo lo que se necesita para poder conformar y asegurar el abastecimiento de las necesidades de la población local, lo que permite establecer sustentabilidad y sostenibilidad del proceso socioeconómico que, en cuanto a su productividad, tiene amplios excedentes que se comercializan a nivel mundial, tema que avala a Sudamérica el estar inserta en la globalización participando en una gran variedad de mercados que transforman esta área geográfica en un referente y estratégico productor.

Desafortunadamente, esta visión se ve afectada porque la mayoría de las exportaciones son materias primas, circunstancia que revela el predominio del sector primario en la economía subregional (a pesar de los esfuerzos por revertir esta situación), concierto que nos
pone en situación de alta dependencia al momento de adquirir en el extranjero bienes y servicios elaborados cuyos precios ponen en jaque las ingentes reservas internacionales, dado que la variación de los costos de esos insumos dependen de vaivenes propios de un convulsionado mercado que, por cualquier inestabilidad, generan crisis dentro de nuestras repúblicas, como son, por ejemplo, la sanitaria derivada por la pandemia del COVID 19 (vacunas, medicamentos y equipamientos médicos) y, en la actualidad, por el frente bélico entre Ucrania y Rusia, que no se sabe si escalará a otras áreas del viejo continente. A ello, se suman potenciales focos beligerantes en Asia, hechos que en conjunto provocarían limitaciones de oferta frente a una creciente y necesitada demanda.

Si de asociatividades se refiere, Sudamérica está al debe en formar una mancomunidad que tenga como objetivo la búsqueda y conformación de un núcleo sólido con efectos integradores que promuevan intercambios con un alto nivel de producción propia, que en sí, propendería crear trabajos con un alto nivel de conocimientos que podrían ser ocupados por una masa crítica que, en estos momentos tiene las debidas competencias duras, pero por circunstancias propias de muchas realidades nacionales, ha tenido que emigrar a otros contextos, los que a pesar de recibir a estos flujos de personas no están preparados en su contención y han creado con su presencia (migrantes) serias dificultades sociales en esas naciones. Además, por estas y otras circunstancias, han debilitado las potencialidades de conformar una conjunción de intereses comunes orientada a
elaborar artículos con un mayor valor agregado (p/e los de alta tecnología).

Además de lo referido, las rencillas inter estados han fomentado desde décadas desconfianzas mutuas que han sido una debilidad no superada y, tal vez, propiciada por intereses internos que promueven estas tiranteces en una suerte de fagocitosis, que solo favorece a los agentes internacionales que nos observan y evalúan como una región debilitada que aún no sobrepone sus diferencias y, por lo mismo, somos tierra fértil y caldo de cultivo para estar supeditados y
subyugados a dictámenes imperialistas e ideologías foráneas que minan las mentalidades creando movimientos políticos arraigados en rancios miramientos que inducen a caudillismos, que en sí, buscan sacar partido para sus propios intereses, desarticulando y socavando negativamente con esos accionares las estructuras basales de las naciones, tales como son sus poderes y organismos constitutivos.

Aparte de lo mencionado, otra forma de desintegración sudamericana es la desigualdad socioeconómica que, para los efectos de la realidad que nos toca vivir, ha causado según un informe emanado de la Comisión Económica para América Latina (2020) que «los mayores incrementos de la pobreza tuvieran lugar en Argentina, Colombia y Perú, donde alcanzaron o excedieron los 7 puntos porcentuales. En Chile, Costa Rica, Ecuador y Paraguay creció entre 3 y 5 puntos porcentuales y en Bolivia, México y la República Dominicana, creció menos de 2 puntos porcentuales. Siendo el único país de la región que experimentó una disminución de la pobreza y la pobreza extrema en 2020… Brasil». Perspectivas que se agudizaron en el análisis del Banco de Desarrollo de América Latina, que informó recientemente que «la pobreza extrema repuntó con la pandemia…pasando del 13,1 % en 2020 al 13,8 % en 2021».

Para el año en curso, las perspectivas no son del todo esperanzadoras, ya que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) en noviembre de 2022 estimó que «el Producto Interno Bruto (PIB) global caiga del 3,1% al modesto 2,7% en 2023, una tendencia que tocaría a la región latinoamericana y complicaría el dinamismo de sus economías, condición que
ralentizaría los ritmos de crecimiento socioeconómico de todos los países sudamericanos con casos como Colombia, cuya la economía tendría una retracción de crecimiento económico contrayendo su PIB del 8,1% (2022) al 1,2% (2023) . Por su parte, Brasil, tendría un crecimiento solo del 1.2% (2,8% en 2022)».

Se espera que Argentina crezca un exiguo 0,5% (4,4% en 2022);  Chile, por su parte, es el peor escenario ya que presentaría una decrecimiento de – 0,5% (1,9% en 2022). Siendo la excepción de este oscuro acontecer Perú, con un evolución proyectada del PIB del 2,6% (frente al 2,7% de 2022), aunque esta situación está en jaque por los acontecimientos sociopolíticos que, desde fines de 2022 hasta el presente, está convulsionando a esa nación.

Por su parte, Bolivia y en predicción dada el 11 de enero de 2023 por el Banco Mundial, se estima que tendría «un crecimiento económico del 2,8%, cifra que la sitúa como una de las economías de mayor crecimiento en la región».

En síntesis, estamos ante una mixtura que no necesariamente configura un panorama auspicioso, sino más bien restrictivo con mucha intervención por parte del sector público. De ahí la seriedad con que debe ser orientada y mantenida la política macroeconómica que, inequívocamente, debe estar asentada en el entorno concreto y no en prospectivas y discursos populistas, que para nuestro
caso solo han degradado y socavado las bases de una Sudamérica que, si bien, es un medio feraz y abundante en riquezas naturales, pareciera de quienes la administran y gobiernan tienen una aversión o una desdibujada percepción por un futuro estable y seguro, y nos están llevando con sus acciones y actitudes erráticas al borde de un límite que, de no haber concordancias ciertas y efectivas, no habría punto de retorno».

 

***Gastón Gaete Coddou,  geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.

Columna de opinión publicada en diario El Potosí de Bolivia, el domingo 5 de febrero de 2023.

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