La geopolítica en el destino de Potosí. Segunda parte

La panorámica latinoamericana del siglo XIX

Profesor Gastón Gaete Coddou.

«La independencia boliviana se inserta en la segunda fase de  descolonización de la corona hispana, que se dio entre 1804 y 1844, periodo en que junto a otras 17 naciones surgieron como Estados libres. Respecto de lo enunciado puede sintetizarse que el proceso independentista latinoamericano fue un largo camino no exento de dificultades propias de una sociedad no madura para emprender este suceso y, más aún, porque no hubo una participación transversal que estuviese de acuerdo en materializar este logro de soberanía y fue el sentido del Estado el que comenzó a consolidar a la nación, en un modelo que, por lo general,  excluía a los pueblos originarios.

En atención a lo indicado se debe recalcar que las guerras de la liberación desarticularon parte del aparato productivo y crearon divisiones sociales, punto en el que es importante resaltar que no se produjo la instauración de una cultura política capaz de mantener unido al pueblo posindependencia, es decir, definir una sociedad emergente, lo que fue usualmente cambiado por divisiones internas que pretendían según sus intereses orientar destinos y retrasaron la personificación de la ciudadanía, ya que el aval de ser los latinoamericanos hombres libres no fue del todo cierta, por la notoria exclusión en los designios país  de amplios márgenes sociales de la clase dominante, como fue el caso de los inmigrantes forzados (esclavos). Aquello en síntesis influyó negativamente en la creación de nuevos patrones de organización socioeconómica y la derogación de  las constituciones fundacionales de las nuevas repúblicas, consolidando un tejido de infortunios en el que más que nada prevaleció la búsqueda de fortunas familiares por sobre el crecimiento del país.

A la debilidad y división interna de los nuevos Estados, se adicionó  la insuficiencia de capitales financieros nacionales disponibles y dispuestos a concretar las inversiones requeridas, déficit de dinero que fue el resultado del financiamiento de  las guerras independentistas, lo que motivó la aplicación de un sistema impositivo (siendo los derechos aduaneros una forma de gravamen que permitía ingresos frescos y permanentes a las debilitadas arcas fiscales); el contrato de empréstitos externos, en los que el viejo continente y Gran Bretaña en particular, tuvieron un activo rol, aunque en palabras del historiador Armando de Ramón es importante notar que el reconocimiento de la independencia de las antiguas provincias españolas de América, por parte de los europeos, iba generalmente aparejado de un tratado de comercio y navegación que les aseguraba una acceso a aquellos mercados sin discriminaciones.

Antecedente al que se unía una visión liberalizadora que se expresó con la apertura al comercio internacional de los puertos de las nuevas naciones, lo que dio paso a nuevos circuitos y flujos de intercambio con países industrializados que requerían de manera urgente y barata recursos para alimentar su espiral industrializadora. Pero el resultado de esto y como eje temporal hacia la medianía del decimonónico, fue . la activa intervención de Inglaterra en la política y la economía americana, lo que se materializará en inversiones de infraestructura y equipamiento tanto el ámbito citadino como el contexto rural. El estilo de explotación  se mantuvo en manos de latifundistas que conservaron el control de las estructuras sociales y territoriales, por lo que puede decirse que ellos fueron los principales beneficiados por este nuevo signo de la economía y, por lo mismo, se agravaban las disparidades sociales por una mayor concentración del capital y el acceso a las nuevas oportunidades que ofrecía el nuevo escenario internacional.

Aparte de lo indicado hay que incorporar la variable ambiental, ya que la acelerada generación de materias primas (agrícolas y mineras) y productos alimenticios determinó la ampliación de los espacios naturales, lo que significó la deforestación y desaparición de amplios ecosistemas, lo que generó alteraciones en el medio como fueron: la casi la extinción de mucha flora y fauna local, salinización y erosión de suelos, introducción de plantas exóticas que proyectaban vastos y profundos paños de monocultivos que acarrearon efectos colaterales sobre los biomas nativos, impacto en los regímenes hidrográficos, perdidas de diversidad, etc.

Claro está que estos nuevos horizontes fecundativos de recursos originaron el desplazamiento e indolencia respecto de los derechos antiguos propietarios de la tierra (nativos),  los que fueron desplazados a nuevas áreas, o bien, incorporados como mano obra en un mandato que no distaba mucho de la otrora opresión esclavizadora; o, en el peor de los casos, sencillamente exterminados por la acción de agentes formales del Estado. En este sentido, destaca negativamente la visión de amplios espacios deshabitados (Patagonia y Pampa) en la Argentina, los que tras casi tres décadas de campañas militares se liberó de indeseables, millones de hectáreas que fueron de provecho de algunas familias (no más de 2000, según estimaciones de Osvaldo Beyer), cuyo manifiesto de uso era exclusivamente para afrentar  el  horizonte  agrícola  y  ganadero  con  destino  a  la exportación a Inglaterra. En este mismo sentido, asomó lo acaecido en la Amazonía brasilera y los cafetales y el etnocidio propiciado por los estancieros patagónicos respecto de las tribus nómades de las australes latitudes sudamericanas

En el espectro político latinoamericano la situación no era muy alentadora, ya que por largo tiempo la dirigencia estatal aún no consolidaba un estrato amplio y  sólido para gobernar, por lo que se sucedieron diversos ejemplos como: Argentina, Chile, Colombia, Uruguay  y Perú, y por qué no Bolivia, realidades estatales que  fueron cimentadas por una coalición habida entre  la élite política, los terratenientes y comerciantes. Mientras que en otros lugares (Venezuela y Paraguay) se articularon por las vinculaciones entre el ejército y las milicias asociadas; fisonomías que enclavaron Estados oligárquicos en los que hubo escasa representatividad e inapreciable apoyo comunitario y, por lo mismo, de una alta concentración del poder y la riqueza.

Aunque como en todo anquilosamiento no se preparaban cuerpos administrativos con formación en asuntos de Estado en cualquiera de las órbitas de su campo de acción, razón que determinaba una reducida dosis de autonomía respecto de los intereses foráneos y escasa decisión en asuntos del país y, por eso, con una reducida dosis de autonomía y decisión, por lo que hubo claros indicios de afectos de soberanía nacional  por potencias extranjeras, cuyos campos de injerencia también incorporaron el arbitraje respecto de contiendas latinoamericanas, aunque con claras intenciones de defensa y ampliación de sus intereses.

Como se podrá entender, la injerencia del Estado de Bolivia en la realidad potosina no fue al parecer del todo evidente debido no solo a lo indicado ya que hubo otras eventualidades propias del siglo XIX que serán explicitadas en breve, y que en síntesis hacen entender que en ese siglo el devenir de los Estados de nuestra Latinoamérica estuvo en manos de algunos, y más aún las deliberaciones acerca del desarrollo nacional se centró como lo es en la actualidad en el seno de las capitales nacionales, que siempre han tenido una prevalencia respecto de las rectas y nobles provincias».

 

***Gastón Gaete Coddou,  geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.

Columna de opinión publicada en diario El Potosí de Bolivia, el domingo 24 de julio de 2022.

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