«La honradez, es definida por muchos autores como una cualidad, pues tiene la capacidad de definir a una persona como justa en todos los aspectos que se le presenten. A lo indicado, se suman otras competencias que hacen que el individuo honrado sea apegado al cumplimiento de la ley y los reglamentos que rigen el hacer y ser en las instituciones.
En este sentido, la o el ciudadano que hace patente su honestidad en sus acciones y actitudes debiese ser considerado un modelo a seguir, pero claro está que en el mundo que nos ha tocado vivir pareciera ser que el sistema tiende a torcer la rectitud de las actuaciones, y la viveza de muchos es el ejemplo que hay que seguir para lograr lo que se desea.
En nuestro país, ser honesto es un problema dado que presentar una solicitud debidamente justificada y avalada por una nutrida documentación tiene tantos problemas que, finalmente, el que elige el camino tortuoso de las presentaciones bien argumentadas finalmente desiste de seguir con el proceso, porque el evaluador de sus pretensiones pone en tela de juicio que lo que se pide – con justa razón – no tiene asidero y entra en un cuestionamiento que es difícil de entender, y por tratar de hallar una vía correcta, la pérdida de tiempo y las ganas van menoscabando la ilusión para, finalmente, ser uno más dentro de la larga lista de los desconfiados e insatisfechos por el trato recibido.
Ejemplos de lo indicado son las filas del banco, la gestión de la justicia respecto de la víctima, la indolencia de muchos funcionarios de la salud respecto de pacientes de la tercera edad y así sucesivamente tantos casos en que, al menor descuido, somos birlados y desconsiderados.
Si de evidencias se trata en los medios de comunicación burlar las leyes son noticias destacadas y de gran difusión que, muchas veces son ampliamente comentadas por “especialistas”, quienes emiten una serie de razonamientos teóricos en los que hay opiniones que hasta apoyan las irregularidades como una forma de resolver los problemas cotidianos.
Ser honesto no resulta ser digno de confianza, porque aquellos que lo son andan solos por la vida y no encuentran el apoyo a sus causas que, por muy justas que sean, no son bien miradas y evaluadas por los censores y, más aún, estos mismos juzgadores tienen serios problemas de ética y moral que han salido a la luz pública, pero aun así, siguen pregonando el pecado y de las inmoralidades del hombre.
Por otra parte, ser honrado en Chile es un defecto dado que los que hacen su trabajo en forma ordenada y sin vacilaciones dejando de lado muchas veces la vida familiar no pueden ascender a puestos que, por sus competencias y humanidad merecidamente son los más aptos. La rueda de la fortuna en su inverso giro hace que desconocidos obtengan una rápida promoción, sin importar que su gestión finalmente sea un fiasco y que sus logros sean el fruto de terceros, pero que el astuto aprovecha para exponer y vanagloriarse ante sus superiores como si fuesen obra suya.
Ser honrado en Chile es un problema, porque no importa si las aspiraciones, mejoras, formación profesional u otros loables motivos son diariamente superados por alguien que, con una misteriosa intervención, vuelve a beneficiar a los menos capaces que cuentan con una gran red de amistades que los privilegia y deja nuevamente fuera a quien por meritocracia no se le considera, y tampoco se la da una razón aunque, por increíble que sea, del porqué no pudo conseguir lo que pretendía.
Ser honrado en Chile es ser considerado un bicho raro que forma parte de una especie en vías de extinción que pronto, por no decir desde ya, será suplantada por una combinación genética de lobo con piel de oveja, que depredará a los más incautos, haciendo palpable y visible el lema de la supervivencia del más fuerte, sin importar sus deshonrosos cometidos en pro de lograr sus ambiciones».
***Gastón Gaete Coddou, geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.
Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles 6 de julio de 2022
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