«La geografía aconcagüina tiene en su constitutivo físico diversos aspectos negativos de índole externa, que con su presencia en estas fértiles tierras intimidan la perspectiva de un futuro de prosperidad y, en este sentido, el calentamiento global y el cambio climático están haciendo sentir en esta última década sus efectos, tales como la rápida regresión de los planteles de flora nativa y endémica lo que repercute de igual forma en la fauna. Situaciones que, en su conjunto, se evidencian en el languidecimiento de los árboles y la reducida floración de estos, y de la cubierta de gramíneas estacionales. Todo aquello afecta perjudicialmente a la polinización por parte de una variedad de agentes vivos, que con su acción propagan las especies y fomentan, por ejemplo, que muchos insectos, entre ellos, las abejas no produzcan en abundancia miel, polen y productos que son la base de obtención de productos de muchos emprendedores locales y, por lo mismo, sus ingresos se reduzcan con el consiguiente efecto en sus economías familiares.
Por otra parte, los incendios forestales según diversas fuentes son provocados en un 99% por la acción del ser humano, que con su ocurrencia han devastado amplias áreas del valle reduciendo la riqueza botánica de los sectores arrasados por las llamas. Lo anterior se agrava por la escasez de precipitaciones que retarda aún más la lenta reforestación de estos ecosistemas, muchos de los cuales no han tenido la adecuada replantación con árboles nativos, sino más bien, con especies foráneas como el eucalipto y pino, árboles que lejos de enriquecer el paisaje con su presencia, lo degradan gradualmente al ser grandes consumidores de agua para su crecimiento, dado que para los efectos de su desarrollo consumen 20 litros diarios, situación que se refuerza al decir de varios ingenieros forestales que indican que “los pinos y eucaliptos consumen por metro de madera una cantidad de agua similar a la de otras especies, pero como crecen cuatro o cinco veces más rápido, en un mismo período de tiempo consumen cuatro o cinco veces más cantidad”.

Otro hecho que puede ser de afectación al Aconcagua, tiene que ver con las plagas que ingresan a territorio nacional vía terrestre por el paso fronterizo internacional de Los Libertadores. El eje estructurante que cruza de oriente a poniente el valle paralelo al río (CH 60), tiene un intenso tráfico de rodados que, por la carga que traen desde la Argentina u otros países, se han transformado en vectores de difusión de plagas, situación que se amplifica por los vehículos particulares y buses de transporte de pasajeros -muchos de los cuales -haciendo caso omiso de las medidas de control fitosanitarias ingresan al país alimentos y frutas, que son potenciales modos de propagación de enfermedades o insectos perjudiciales para el hábitat local.
Asimismo, los ocupantes de estos modos de locomoción de personas, bienes y servicios botan una variada cantidad de desperdicios al costado de la vía, generando focos de infección y microbasurales, que con el calor del verano han causado más de algún piroevento con la consiguiente contaminación aérea.
En lo socioeconómico un agravante externo no deseado son los cambios en los consumidores de mercados externos, lo que podría afectar a la agricultura que en sí es la principal actividad de este valle transversal, y lo que es más delicado, es que no existen alternativas que se hayan estudiado por parte de las autoridades y gremios relacionados al agro para desarrollar alternativas de cultivo, que propendan a la adaptación del Aconcagua de los cambios naturales, que en temporalidad humana no tienen retorno a las condiciones de hace al menos 30 años a la fecha.
Como se puede entender, estas u otras amenazas presentes y potenciales ponen con sus efectos e irradiación de los mismos un escenario de contingencias, que de no ser advertidas y tener la gestión del riesgo debidamente estudiada, no promete un futuro esplendor para esta microrregión, razón por lo que nuevamente se insiste desde esta columna de opinión integrar esfuerzos desde diversos escenarios para que, mediante la sinergia de saberes, se mitiguen los infortunios y la proverbial riqueza de este tesoro de la geografía de Chile central, siga siendo el vergel del que tantos han sido testigos de su existencia».
***Gastón Gaete Coddou, geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.
Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles 21 de abril de 2021.
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