“Es necesario que la priorización curricular se establezca bajo criterios de realidad que fijen profesores y profesoras en sus escuelas y liceos”

El magíster Rafael Andaur Troncoso, académico del Postítulo en Orientación Educacional, integrante del Consejo Académico del Magíster en Orientación Educacional de la Facultad de Ciencias de la Educación e investigador del Programa Interdisciplinario de Investigaciones en Educación (PIIE), se refiere a la propuesta del Mineduc sobre priorización curricular que surge como una de las respuestas ante el difícil escenario de la educación para niños, jóvenes y adultos en medio de la pandemia del COVID-19.

En esta propuesta, explica, resultan claves las visiones de los docentes sobre sus realidades educativas y el rol de los orientadores y de las familias para guiar con éxito a los estudiantes en este proceso.

¿Qué es la priorización curricular?

Es una propuesta del Ministerio de Educación (Mineduc), que prioriza los objetivos del currículum considerados indispensables para asegurar los aprendizajes de las y los estudiantes en el marco de la pandemia y el distanciamiento social que impiden desarrollar un proceso educativo regular. Sin embargo, la priorización curricular representa un importante desafío para dar respuestas educativas y formativas pertinentes, descentralizadas, considerando contextos y necesidades particulares. No podemos soslayar, en esta situación de pandemia, la crudeza con que se han evidenciado las desigualdades de nuestra sociedad. Esta es una oportunidad para que desde las escuelas y liceos se construya equidad.

De acuerdo a lo informado por el Mineduc, los profesores recibirán capacitación para aplicar este programa, según su opinión, ¿qué competencias emocionales debiera contemplar esta capacitación?

La pandemia está afectando de muchas formas a las personas, por lo tanto, las y los profesores requerirán de múltiples competencias para responder a las necesidades que se presenten. En este sentido, cualquier plan de capacitación debiera contemplar los requerimientos específicos de cada unidad educativa. Si tuviera que definirme por competencias emocionales que de todas maneras debiesen estar presentes, mencionaría contención, empatía y resiliencia.

Considerando el actual y futuro escenario de la crisis sanitaria, ¿en cuánto tiempo los contenidos curriculares de los estudiantes se normalizarán?

Es muy difícil responder con precisión. El tiempo, como concepto, se ha visto fuertemente alterado con la pandemia. Y en lo particular, el tiempo relativo al regreso a las aulas depende de variables como el manejo sanitario y eventuales rebrotes o nuevas oleadas del coronavirus. Si tomamos como referencia el ciclo de Europa, en España, por ejemplo, que ya pasó el confinamiento total y recién empiezan la desescalada de manera voluntaria, parcial y gradual, se espera que la totalidad de los estudiantes esté de vuelta en sus escuelas en septiembre. Nosotros, en cambio, aun no alcanzamos el “peak” y tendremos que enfrentar días críticos, por tanto, no es fácil anunciar fechas de retorno ni menos de normalización curricular.

¿Es equitativo e igualitario este programa, tomando en cuenta que hay estudiantes que sí han tenido clases?
La pandemia ha evidenciado las desigualdades de nuestro país y, por cierto, las del sistema educacional. Efectivamente, en algunos casos ha funcionado la tecnología con clases en plataforma, día a día, tanto en modalidad sincrónica como asincrónica y en otros, las y los estudiantes dependen de guías de aprendizaje impresas que obtienen una vez por semana. Otro aspecto de desigualdad es la cantidad de equipos computacionales por hogar y la conectividad. Este escenario ha profundizado la brecha de oportunidades, por tanto, es necesario que la priorización curricular se establezca, en los hechos, bajo criterios de realidad que fijen los propios profesores y profesoras en sus respectivas escuelas y liceos; de lo contrario, se transformará en otro instrumento que sólo pretenda “salvar” el currículum y la estandarización.

En el caso de los estudiantes que cursan actualmente cuarto año medio y que ya el año pasado se vieron afectados por el estallido social, ¿Son suficientes estos contenidos prioritarios para enfrentar la vida y las exigencias de la educación superior?

En primer lugar, debemos señalar que este año debuta la Prueba de Transición, en reemplazo de la PSU. Por tanto, el estrés de las y los estudiantes será doble; por un lado, las condiciones en que llegan a la prueba y sus desempeños frente a un instrumento nuevo. El DEMRE y la Unidad de Currículum de Evaluación ya fijaron y publicaron los temarios de las pruebas correspondientes (Comprensión Lectora, Matemática, Historia y Ciencias Sociales, y Ciencias).
De acuerdo a la información entregada oficialmente, uno de los criterios para definir tales temarios fue la priorización de contenidos realizada por causa de la pandemia, pero como ya dijimos, los escenarios en que hemos vivido esta situación han sido diversos y desiguales en términos de oportunidades y recursos para enfrentarla.

¿Las universidades y/o institutos o sistemas privados (profesores particulares, preuniversitarios, etc.) según corresponda, deberán suplir estas carencias curriculares?
Sin lugar a duda, todos los actores deberán reforzar procesos de complementación y supletorios de las insuficiencias y deficiencias del sistema. Operacionalmente, desde la perspectiva de los establecimientos públicos de educación media, tendrán que implementarse desde ya por los medios que se disponga, espacios para la puesta al día y profundización de contenidos, el desarrollo de pruebas de ensayo e instancias de orientación vocacional y profesional con un fuerte componente tutorial y de consejería en contexto de estrés.

¿Es necesario que la priorización curricular se aplique a todos los ramos que se imparten en la enseñanza básica y media o se debieran priorizar los más esenciales?
La propuesta de priorización se refiere a todas las asignaturas. La priorización consistió en la distinción, que hizo el MINEDUC, de los objetivos de aprendizaje considerados imprescindibles para continuar el proceso formativo del estudiantado. En este proceso, la asignatura de Orientación fue considerada prioritaria en la totalidad de sus objetivos, por su “rol transversal y fundamental para el bienestar socioemocional y la reducción de brechas de aprendizaje de los estudiantes”, según lo declarado por el propio Ministerio de Educación.

¿Cuál es rol de los orientadores en esta materia?

Indudablemente que juegan y jugarán un rol relevante, de primera línea, tanto en el contexto presente de pandemia como en el retorno a una nueva normalidad del sistema educacional. Este enorme desafío llevó al equipo académico del Programa Disciplinario de Orientación de la Facultad de Ciencias de la Educación a desarrollar un ciclo de tres conversatorios durante junio.

Respecto de las innumerables funciones y tareas a implementar en este contexto, me parece que las principales serán: i) liderar técnicamente la priorización curricular con énfasis en la asignatura de Orientación, ii) diseñar planificaciones transversales referidas al desarrollo integral del estudiantado, iii) asesorar y capacitar a profesoras y profesores jefes en estrategias didácticas de educación emocional, iv) diseñar e implementar programas de intervención con estudiantes y sus familias, principalmente en contención y resiliencia, y v) diseñar o actualizar planes o programas de orientación con enfoque formativo, con el aporte de todos los profesionales de la institución como psicólogos y psicólogas, duplas psicosociales y encargados de convivencia escolar.

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A su vez, en la solemne ceremonia, se honró el legado de seis académicos que se acogieron a retiro: Gonzalo Bustillos Portales, Ramón Donoso Alfaro, Eduardo Faivovich Bortnik, Luis Faúndez Fuentes, José Meza Guzmán y Miguel Vásquez Vicencio.