Cuál es el origen del nombre Zandra con zeta: viene de Grecia, es un diminutivo y es estético

Cuál es el origen del nombre Zandra con zeta: viene de Grecia, es un diminutivo y es estéticoEI nombre Zandra -igual que la diputada electa del POG, hermana de Franco Parisi- es una variante minoritaria de Sandra, nombre de raíz griega que representa una abreviatura de Alexandra, que significa «defensora de la humanidad». Esta alternativa se suma a otras que encontramos en catalán (Sandre); euskera (Txan-dra) y gallego (Xandra).

Denominativo

El cambio voluntario en la grafía de los nombres, dice Enrique Sologuren -doctor en lingüística y académico del Instituto de Literatura de la Universidad de los Andes-, «es un interesante fenómeno de la relación entre lengua y sociedad y lengua e identidad».

Acentúa que «la lengua que hablamos es algo tan propio de nuestro ser. Eso hace que todas las personas tengan algo que decir o que cambiar sobre la lengua. Los antropónimos, nombres de persona, no tienen significado en sí. Su función es denominativa».

«S, X, SS, Z»

Según Soledad Chávez -lingüista y académica de la Universidad de Chile-, Sandra usa la grafía griega xi, «que permite diferentes otras realizaciones en las lenguas donde pasó este nombre. Por ejemplo, en italiano es doble ese, en español puede ser jota, en el griego pasó a la equis, por eso es Alejandro, Alessandra o Alexandra: entonces, hay una serie de alternativas. Lo de zeta parece extraño, podría entenderse como una falta ortográfica entre comillas».

Zandra, Shimena

Chávez -quien aclara que no está de acuerdo con la postura política de Parisi- menciona que lo de Zandra se repite con Ximena o Jimena. «En la Edad Media se articulaba como ‘shimena’. La jota, que es un sonido relativamente nuevo en nuestra lengua, surgió en el siglo diecisiete», apunta.

Juan Pablo Reyes -doctor en lingüística y académico de la Universidad de Playa Ancha– refiere que este fenómeno se debe a «la etimología y la proximidad entre el latín italiano y el latín español. Es un seseante que neutraliza, no hace diferencia entre s y z al pronunciar».

¿Es una tendencia que se masifica en la medida que los nombres más tradicionales ya están profusamente usados?

«Se masifican nombres como Jocelyn, Jocelin, Katherinne, Katerin, Bryan, Brayan o algo así. Más que masificar solo la letra, la escritura se modifica por estilo o por solo fonética, es decir, se pronuncia como se escribe».

Polémica

Reyes acota que «la letra zeta, la grafía, el dibujo, es de origen fenicio que entra desde Medio Oriente a través de los griegos y será replicada en los alfabetos latinos en sus respectivas lenguas».

Enrique Sologuren, de la Universidad de los Andes, plantea que los nombres propios no se pueden escribir de cualquier manera porque «poseen en español una grafía fijada por la tradición, como lo plantea la ortografía de la RAE».

En esto discrepa Reyes, de la UPLA: «La RAE no tiene pito que tocar. En la polémica del siglo 19, en el sentido de pensamiento independentista, no solo en lo político y económico, sino también en lo ideológico, artístico o intelectual, si se habla castellano que se escriba en castellano; mientras que los independentistas estaban más bien por escribir la palabra como se pronuncia, es más fonético».

Esta distinción, añade, «hacía romper el cordón umbilical que nos mantiene unidos con la tradición europea».

Personalizar

Enrique Sologuren asegura que cambiar letras en los nombres «en parte responde a un intento de personalización en un contexto de globalización mundial que tensiona las identidades. Pero no solo por eso, responde a la influencia de otras culturas y otras lenguas.

Se toman prestadas las grafías y las formas de escribir propias de otras lenguas. Por ejemplo, en el ámbito hispánico no son tan frecuentes los nombres propios con zeta. Como sí en otras lenguas, Zoe, por ejemplo».

Innovar

Sologuren menciona otro factor: prestigio encubierto: «Se usa una variante como Zandra para buscar afiliación o empatía con grupos no tradicionales, para reclamar pertenencia y desafiar la tradición.

En conclusión, los cambios en los nombres propios o sistemas onomásticos suelen ser reflejo de los cambios sociales, de los procesos históricos, identitarios, etcétera. Y también de la ampliación del mundo de los hablantes a través de contactos culturales y el mundo digital, entre otros factores».

Por Fabián Llanca, publicado el 22 de noviembre, página 8, de Las Últimas Noticias.

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