Las risas, la curiosidad y los sueños llenaron cada rincón de la Universidad de Playa Ancha (UPLA) durante la Jornada de Puertas Abiertas 2025, que este martes 14 de octubre reunió a más de 2.500 escolares de distintas comunas de las regiones de Coquimbo, Valparaíso y del Libertador Bernardo O’Higgins. Fue mucho más que una visita: fue una experiencia viva de encuentro, inspiración y esperanza.
Entre los pasillos, laboratorios y patios del campus, se respiraba entusiasmo. Emily Morales Cortés, una joven de 16 años de Quilpué, fue una de las muchas que llegó con ilusiones a flor de piel. Cursa tercero medio y sueña con ser la primera profesional de su familia. “Mis papás siempre me han dicho que estudie lo que me haga feliz”, cuenta, con esa mezcla de timidez y determinación que distingue a quienes saben lo que quieren. Al recorrer los laboratorios de la UPLA, Emily sintió que ese anhelo de estudiar en una universidad pública que respeta la diversidad y los sueños de sus estudiantes podía hacerse realidad.

Desde la Región de Coquimbo, la estudiante Emilia Pizarro Rivera, que cursa cuarto medio en el Liceo Alejandro Álvarez Jofré de Ovalle, expresó su gran interés por el área científica. Mientras visitaba los laboratorios del edificio de Ciencias e Ingeniería, la estudiante dijo estar muy motivada por lo que la UPLA mostró en el Puertas Abiertas. “Me gusta bastante lo que he visto. Es muy dinámico todo. Las personas son muy simpáticas y muy claras cuando te explican las cosas. Me gustó mucho”.
Esta hija única tiene muy claro (y su familia también), que saldrá de Ovalle para seguir estudios superiores. “He hablado este tema con mis papás y están muy dispuestos a que yo viaje y me aleje de Ovalle, porque no hay universidades en la ciudad y, Valparaíso, me parece un buen lugar. Esta universidad es bastante buena”.
Sobre sus áreas de interés expresó: “A mí me interesa el área científica, como la química, la biología y aquí he visto laboratorios que me han gustado bastante también, así como el invernadero”.
Entre los jóvenes que recorrieron los pasillos de nuestra Universidad, también estuvo Amaro Sánchez Georges, estudiante de cuarto medio del Liceo de Olmué, quien llegó con una meta clara: ser kinesiólogo. Participa en un propedéutico y se prepara con disciplina para la prueba de ingreso. “Aquí uno siente que lo acompañan”, comenta, luego de participar en una de las actividades prácticas. Su entusiasmo por el aprendizaje y su deseo de aportar a la salud y al deporte reflejan el compromiso de una generación que entiende la educación como una vía de transformación social.
Otra historia que emocionó fue la de Verónica Astudillo Olivares, de 17 años y proveniente de Quillota. Dirige la banda de guerra de su colegio y ha aprendido que el esfuerzo tiene recompensa. “Nunca pensé que iba a llegar donde estoy ahora”, confiesa con una sonrisa amplia. Verónica quiere estudiar Psicología o Enfermería, y siente que esta jornada le abrió una ventana a su futuro. “Fue como ver que sí se puede, que el trabajo duro tiene sentido”, dice con orgullo.
Jóvenes migrantes
Durante esta jornada, también hubo espacio para las historias de migración y resiliencia, esas que recuerdan que cada trayecto personal es una travesía de coraje. Steven Montes, de Ecuador; Dirian Ríos y Fabio Hernández, de Venezuela, compartieron cómo ha sido crecer lejos de su país, adaptarse y seguir adelante. “Dejar mi cultura fue difícil, pero aprendí a valorar otras formas de vivir”, dice Steven, quien llegó hace tres años junto a su abuela y hermanos.
Dirian, que llegó a Chile con su padre, reconoce que la adaptación no fue sencilla: “El clima me afectó al principio, tengo asma, pero ya me acostumbré. A veces hay prejuicios, pero aprendí a no dejar que eso me frene”. Fabio, en tanto, se emociona al hablar de su futuro: “Quiero estudiar Ingeniería Informática. Me encantaron los laboratorios de la UPLA”, comenta convencido, bajo una tímida mirada.
En cada uno de ellos hay una historia de superación, una lección de esperanza. Migrar, como ellos lo entienden, no es solo cambiar de país: es reinventarse, construir desde la gratitud y el deseo de aportar. La jornada les permitió conocer una universidad que los acoge, que ve la diversidad como una fortaleza y que entiende que detrás de cada estudiante hay un mundo de posibilidades.

Paulo Miranda Flores (18), estudiante de 4.º medio del Liceo Eduardo de la Barra, es un vivo ejemplo de que las decisiones personales marcan el destino más allá de las circunstancias de origen. Con una historia familiar marcada por la complejidad, la discriminación social y un historial de errores que lo obligaron a cambiar de ciudad, Pablo enfrentó desde niño el estigma de su entorno. Este difícil camino llegó a un punto crítico en su último año escolar cuando, por circunstancias ajenas, debió abandonar su hogar, un obstáculo que muchos considerarían el límite para sus aspiraciones.
Pese a la adversidad, Paulo tomó la firme determinación de «romper la historia» de su familia, negándose a repetir los patrones del pasado y manteniendo viva su perseverancia en los estudios. Su mensaje es claro e inspirador: los obstáculos no son el límite, sino desafíos que se superan con convicción y apoyo. En este tránsito, fue fundamental el respaldo incondicional de su liceo, que le brindó las herramientas necesarias para continuar académicamente y terminar su enseñanza media, demostrando la importancia de la red de apoyo institucional ante la resiliencia individual.
Hoy, el principal motor y objetivo de vida de Paulo es ser un faro para sus seis hermanos menores, quienes han tomado distintos rumbos familiares. Convencido de que su ejemplo es la mejor enseñanza, Paulo actúa como un guía protector para que ellos no caigan en los mismos errores que él presenció.
«Este año termino el colegio y quiero seguir estudiando y formar su propia familia, pero siempre con la misión de ser el modelo que mis hermanos necesitan. Soy el mayor y me siento responsable de darles un buen ejemplo, porque las cosas pueden ser distintas y mejores», dijo.
Conocer la historia de estos jóvenes, permite visualizar cómo la educación abre puertas y genera oportunidades y cambio de vida. Bajo esta premisa, la Universidad de Playa Ancha no solo abrió sus puertas físicas, sino también las simbólicas: aquellas que conducen a la esperanza. En cada taller, laboratorio y conversación, los visitantes encontraron más que una carrera universitaria: encontraron inspiración. Porque cada joven que cruzó el umbral de la UPLA trajo consigo un sueño y, al salir, se llevó la certeza de que hacerlo realidad depende, sobre todo, de creer en sí mismos.