El debate sobre el cambio de hora en Chile se reactiva cada año, y sus efectos van más allá de un simple ajuste en los relojes. El Dr. Ignacio Rojas Rubio, geógrafo de la Universidad de Playa Ancha, ofrece una perspectiva que combina la ciencia con la realidad social y productiva del país. Según el experto, este fenómeno, que muchos perciben como una medida burocrática, tiene implicaciones directas en la rutina diaria, la economía y la salud de la población.
El especialista explica que el cambio de hora se justifica principalmente por motivos laborales y de funcionamiento urbano. La idea central es aprovechar al máximo las horas de luz natural para actividades productivas y personales. Salir de casa más temprano con luz solar, llegar al trabajo y luego regresar con más claridad, son beneficios tangibles que impactan la vida de millones de chilenos. Este ajuste horario busca, además, un ahorro energético, al reducir la demanda de electricidad durante las primeras y últimas horas del día.
Sin embargo, el Dr. Rojas advierte que no todo es una cuestión de logística. Los efectos psicológicos de esta alteración del ritmo biológico son un tema importante a considerar. El ser humano, con su reloj interno, debe adaptarse a un cambio artificial que se superpone a su ciclo natural. Esta desconexión puede generar un desajuste en el sueño, el ánimo y la concentración, un factor que la sociedad debe reconocer y enfrentar, más allá de la simple justificación económica o urbana.
Desde una perspectiva científica, el geógrafo aborda las razones detrás del fenómeno. “El cambio de horario tiene una explicación cosmográfica, vinculada al movimiento de traslación de la Tierra y la inclinación de su eje. Esto provoca el aparente «desplazamiento» del sol hacia el hemisferio sur, lo que se traduce en más horas de luz durante la primavera y el verano”, dice Rojas, quien agrega que es un fenómeno natural que el cambio de hora busca sincronizar con las necesidades humanas.
A nivel territorial, el experto detalla la explicación cartográfica, basada en los husos horarios del Meridiano de Greenwich (GMT). Chile continental se encuentra en el GMT-4, mientras que Isla de Pascua está en el GMT-6, lo que genera una diferencia de dos horas. La situación en Punta Arenas es distinta, ya que mantienen el GMT-3 durante todo el año debido a su proximidad al polo sur y la forma en que los rayos solares y la duración del día y la noche se manifiestan en esa latitud.
El Dr. Rojas finaliza su análisis con una invitación a mirar más allá de las grandes ciudades. Resalta la importancia de considerar los efectos del cambio de hora en los sectores rurales. Actividades como la cosecha, que dependen de las horas de luz, se ven directamente afectadas. En un contexto de cambio climático, que altera temperaturas y ciclos naturales, es fundamental diferenciar y observar los impactos de estas políticas en distintos espacios, reconociendo que la realidad de los campos chilenos puede ser muy distinta a la de las metrópolis.