En un giro que desafió las estadísticas y conmovió al país entero, Franco Ruz Segura, logró torcer la mano al destino y hoy se levanta como un referente para todas las personas que están privadas de libertad. ¿Por qué? Porque hace un tiempo, Franco fue uno de ellos y desde ese lugar, reescribió su historia, con voluntad, perseverancia y educación.
Con una infancia compleja y un entorno vulnerable y frágil, este joven viñamarino tomó malas decisiones, las cuales lo llevaron a permanecer nueve años en el recinto penitenciario de Valparaíso. Fue un tiempo muy difícil, recuerda, pero no lo suficientemente invalidante como para quebrar su voluntad. Su historia apareció en distintos medios de comunicación y resuena hoy como un eco inspirador, porque habla de que, cuando se abraza las oportunidades con determinación, todo es posible.
La puerta
La pieza clave en este monumental cambio fue la Universidad de Playa Ancha (UPLA), a través de su Instituto Tecnológico (ITEC). En un contexto de encierro y en el módulo de más alto perfil de la penitenciaría, Ruz encontró la puerta a la educación superior. La UPLA, con su compromiso inquebrantable con la educación pública y la reinserción social, le ofreció la carrera técnica de Administración Logística. Esta oportunidad, que Franco percibió como su momento decisivo, no solo le brindó conocimientos y un título, sino que también cambió la percepción que se tenía de él entre los funcionarios y, lo más importante, le entregó una nueva identidad y propósito.
“Recuerdo que llegó una señorita a informar sobre la carrera. Postulé y quedé. No dudé en matricularme, porque quería hacer las cosas diferentes. Hoy me alegro de esta decisión, porque me ayudó a sentirme más valorado y reconocido, no solo entre los internos, sino también frente a mi mamá, quien se sintió muy orgullosa de mí”.
El impacto de su transformación trascendió las fronteras chilenas, llevando a Franco Ruz a un escenario impensable hace unos años: las Naciones Unidas en Viena. Convertido en el primer ex privado de libertad chileno en hablar ante este organismo internacional, Ruz conmovió a los asistentes con un testimonio cargado de verdad y superación. «Rompí barreras, derribé muros. Mucha gente lloró con mi discurso», relató, evidenciando el poder universal de su mensaje y cómo su experiencia se alinea con programas globales que buscan impulsar agentes de cambio.
Su caso es un ejemplo de reinserción. Con tan solo 30 años, no solo logró salir dos años antes de su condena, sino que reinventó completamente su vida, adoptando un nuevo círculo de amistades, contagiando su espíritu de cambio a quienes lo rodean.
“Yo tenía una deuda conmigo mismo y sabía que si estudiaba, me ayudaría a mejorar la conducta y tener otra mirada ante los funcionarios y profesionales. Sabía que era la mejor decisión y cuando uno hace las cosas bien, también se contagia al resto. Y claro, fue difícil cambiar las amistades, pero era necesario, y así lo hice”, comentó el joven, quien, además, visitó Sudáfrica, donde también compartió su experiencia transformadora.
Tras su salida del Centro Penitenciario de Valparaíso, Ruz se ha dedicado a dictar talleres en cárceles, a apoyar programas de reinserción como Volver a Casa y a participar en monitoreos de iniciativas impulsadas por la sociedad civil. Su misión es clara: demostrar que «sí se puede», y que la educación es una herramienta poderosa para romper cadenas invisibles y construir un futuro digno. Así, su historia es un emotivo recordatorio del poder de la resiliencia, del valor de la educación como motor de cambio y del compromiso innegable de la Universidad de Playa Ancha en la construcción de una sociedad más justa e inclusiva.
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