«´Lo que hemos heredado será valioso, no en sí mismo, sino por obra de su permanente recreación en nuestras manos. Mucho más importante que lo que se recibe es quien lo recibe´. Arturo Andrés Roig.
Al igual que Platón, Sergio Vuskovic, sabe, que la libertad, utópica, secreta, horizonte siempre posible, se logra en el itinerario que el sabio comprometido con la Verdad, prepara. Francisco Sazo, Palabras preliminares al Breviario de Platón.
La partida de este mundo de Sergio Vuskovic nos llena de tristeza a todos quienes fuimos sus estudiantes y sus colegas, a todos quienes tuvimos el honor y la suerte de compartir con su excepcional forma de ser, por su inteligencia, compromiso y su entrega. Pero también la partida de don Sergio nos permite rendir el homenaje que un hombre de su talla se merece y lo haremos hablando de su legado humano e intelectual, lo haremos hablando de su obra.
Era el año 1991 y por las escalinatas de la Casa Central de la Universidad de Playa Ancha caminaba un hombre grande; su figura, de una altura considerable, de paso lento, de pelo cano y profundos ojos azules que se achinaban al sonreír, hacían de este hijo de inmigrantes croatas una persona afable, siempre, siempre presto a escuchar y a conversar de filosofía, de política, de la vida.
Sergio Vuskovic, el maestro, el político, el filósofo, tres dimensiones de una existencia que estuvo orientada por el pensamiento crítico y humanista, un pensamiento que ha quedado escrito y publicado en libros y artículos y que forma parte del patrimonio intelectual de nuestra América.
Sergio Vuskovic perteneció a una generación de intelectuales y militantes comunista de los años ’60 del siglo XX y en tanto tal, su pensamiento y su acción estuvo signado por la idea de acontecimiento social y político, por la posibilidad del advenimiento del hombre nuevo. Mirado con la distancia del medio siglo que nos separa de ese proyecto político-cultural-intelectual, no podemos sino reconocer en la obra y la acción política y académica de don Sergio el compromiso por pensar la novedad y, a través de ese pensamiento, abrir espacios para que ella acontezca. Sus textos son, en buena medida, un ejercicio teórico por el que se afirma la proto-utopía de la libertad y la igualdad de los seres humanos, la posibilidad del cambio, de la emancipación de todo aquello que atente contra la dignidad humana.
Tal impronta está presente en su trabajo intelectual de los años ‘60, a través de la publicación de libros y artículos en los que se empeña, junto a Osvaldo Fernández, en una lectura heterodoxa, no dogmática de Marx, una lectura que apuesta por “fertilizar la obra de Marx con pensamientos nuevos” (Vuskovic, Los primeros 100 años de El capital) venidos desde otros continentes como el latinoamericano.
La propuesta teórico-política de un humanismo marxista, en la obra de Vuskovic, supuso realizar una operación teórica en los propios textos de Marx para con ello salvar al pensamiento crítico de cualquier forma de totalitarismo. En ese sentido, la introducción de lo utópico en la teoría crítica es el modo en que Vuskovic busca desmitologizar la perspectiva marxista en el preciso sentido de abrir los textos de Marx, apartarlos de la ortodoxia en que el régimen soviético los había encerrado y con ello volver a pensar la emancipación del hombre por el hombre como el horizonte utópico con el cual quebrar ciertas totalidades opresivas, sean éstas de izquierda o de derecha. Esa es precisamente la orientación que tienen sus escritos Los primeros cien años del El capital (1967) y El marxismo es un diálogo consigo mismo y con el mundo (1968); ya por esos años Vuskovic entiende que los análisis de Marx no son verdades cerradas, no son dogmas, sino que son instrumentos de lectura con los cuales orientar la praxis. Eso queda establecido al identificar el valor que toma lo contingente en la lectura que hace Vuskovic de la obra de Marx. En este sentido, la prioridad de la praxis por sobre la teoría es la forma en que Vuskovic utopiza el marxismo, en el sentido de darle prioridad a lo contingente, a lo otro en su empiricidad y concreción, para que sea ello lo que oriente el ejercicio teórico.
Así, el gesto de apertura y de inacabamiento en las operaciones teóricas de Vuskovic es lo que lo autoriza a señalar ciertas tareas que se le imponen a los marxistas de cada época. Para Vuskovic, el marxismo no pude ser sino una teorización abierta y dialogante, esto es, una forma de mirar la realidad que reconoce la novedad y desde ella articula propuestas organizativas concretas; en vista de esta orientación, Vuskovic entiende al trabajo teórico como un acompañamiento indispensable para una praxis revolucionaria. La unidad de la teoría y la praxis ‒donde lo que orienta es siempre la praxis en vistas del proyecto por venir‒ es la forma en que se actualiza la función utópica en las teorizaciones de Vuskovic. Para nuestro filósofo, la teoría no pude ser un ejercicio desvinculado de la praxis, esto es, no pude ser un ejercicio desligado de lo contingente, desarticulado de las tensiones y los conflictos entre actores sociales concretos; es la forma en que el lugar y el tiempo orientan las decisiones teóricas.
La vuelta del exilio y la instalación de Vuskovic en la Facultad de Humanidades de laUnivrsidad de Playa Ancha en los años 90, le permiten re-elaborar la relación entre utopía y democracia. Para Vuskovic sólo un régimen político que pueda efectivizar una experiencia plural de lo social podrá fecundar el ideario utópico humanista marxistala . La democracia que se propone para el por venir es una que se sostiene sobre el pluralismo ideológico, esto es, un régimen que amplía los espacios de libertad al reconocer otras posiciones subjetivas, al modo de una democracia utopizada, como un pacto sobre el vínculo político, pero sin jerarquías y, sobre todo, sin exclusión.
Para Vuskovic, la democracia por venir es una que rechaza todo dogmatismo y toda homogeneización en el espacio de lo social, idea que ya estaba presen
te en sus reflexiones de los años ‘70, cuando afirmaba: “Cuando decimos filosofía como política concentrada la vemos integrada en el afán práctico de transformar al mundo. Cuando decimos política como filosofía en acto, la vemos como la interpretación del mundo realizándose prácticamente a través de la transformación de éste” (Lenin ¿anti-filósofo?, 1971).
Para Vuskovic, la utopía y democracia se enlazan como un pensamiento de la esperanza, esperar la transformación de lo humano “(…) En la esperanza se encuentra la posibilidad de entender de un modo nuevo la historia humana, en cuanto pathos de la transformación del perenne surgimiento del novum” (Vuskovic, S., “Utopía, Cultura y Universidad”, Cuadernos del pensamiento latinoamericano, Facultad de Humanidades, Universidad de Playa Ancha, N°3, 1995).
Así, la utopía es el señalamiento de un espacio vacío, “la advertencia de aquello que aún le falta al hombre para llegar a ser verdaderamente humano” (“Utopía, cultura y Sociedad”), eso que le falta se configura a través de las utopías de la igualdad, que es la forma en que Vuskovic en la década de los ‘90, se refiere al proyecto de la Unidad Popular que quedó suspendido violentamente en Chile.
La noción de utopía, es una elaboración categorial posibilitada por la experiencia teórico-política de los años ’60; a partir de tal experiencia Vuskovic teoriza acerca de la temporalidad al interior de la función utópica. Así, nuestro filósofo habla del pasado pero con un sentido de futuro, el que señala una ruta abierta, un camino truncado, senderos interrumpidos, abandonados en la mitad de la marcha. Se trata de un tránsito marcado por ejercicios que pueden ser retomados, caminos que pueden volver a ser recorridos, en otro contexto por otros hombres y mujeres. Así, el futuro no es sólo lo que está delante, en la nada, sino que es también lo que se pudo haber avanzado en el pasado. Vemos aquí una subversión de la temporalidad en la utopía, en el sentido de reconocer y valorar un ejercicio teórico-práctico ya acontecido, que sin embargo pueda orientar los caminos del presente en vistas de un futuro, un ejercicio que se reconoce en su alteridad y potencialidad transformadora respecto de un presente signado por la homogeneización y el consenso acrítico. En ese sentido, la utopía no es sólo sueño, algo no realizado, sino también es la mirada hacia un ejercicio liberador vivido, pero que puede seguir orientando el futuro. Con la mirada hacia un pasado que quedó abierto, aparecen figuras que son consideradas un legado –Marx y Allende‒ y, a partir de ellas, Vuskovic mira al presente para criticarlo.
La crítica al presente neoliberal del Chile de los ’90 se efectiviza como una crítica a la democracia protegida y restringida del Chile de la transición, una democracia donde impera el “vicio de unanimidad”, la forma en que Vuskovic se refiere a la política de los consensos que caracterizó a la transición chilena, donde la voz autorizada en el debate de lo público es sólo una, aquella que tiene como horizonte al pragmatismo neoliberal. En tal escenario, Vuskovic vuelve a pensar la forma de tejer la relación entre utopía y democracia, la necesidad de pensar la democracia desde un halo utópico, ya que reconoce que la utopía cumple una función social, la función de superar las distintas formas de alienación a través de la mediación de la política. Esto es así, porque la alienación se supera a partir de ejercicios teórico-prácticos y, tales ejercicios, dependen de ideas reguladoras, de orientaciones inspiradoras que tocan lo ético; allí es donde aparece la utopía. En esa relación entre utopía y política, aparece la figura del fantasma, de aquello que quedó suspendido, abortado, pero que, en tanto tal, vuelve a inspirar un pensamiento de lo otro. Qué pueden decir las experiencias utópicas del pasado para la América Latina de hoy, se pregunta Vuskovic en una serie de textos publicados entre 1993 y 1998.
En esta perspectiva, nuestro filósofo habla de la utopía concreta para referirse a proyectos elaborados socialmente pero que, todavía, no han podido realizarse; en tanto no realizados son ideas que pueden ser tomadas y reelaboradas para seguir alumbrando el camino. Así, la utopía la entiende como la esperanza que fecunda la política que es el espacio de lo concreto, de lo posible. Lo posible pensado desde lo no realizado; eso es lo que le da la fertilidad a la función utópica, como aquello que abre la realidad para que ésta sea pensada no desde lo instituido, sino desde la espera de lo otro.
Vuskovic, el pensador utópico, el filósofo de la esperanza, el maestro atento a las preguntas de sus estudiantes, el político comprometido con las transformaciones que amplíen la dignidad de todas y todos.
Querido maestro, usted sembró aquí en la UPLA, usted abrió un camino para la filosofía, para las humanidades, un camino que, estamos ciertos, ha traspasado las paredes de esta Casa y llega también a los liceos de Chile, porque son muchos los profesores y profesoras formados por usted que han valorado e incorporado la perspectiva crítica, utópica y latinoamericana para ejercer la labor educativa.
Muchas gracias por todo lo que nos ha legado.
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