Deborah Bechan Cañas, periodista UPLA en Israel: “En donde vivo, tengo 45 segundos para llegar a un refugio”

Mientras el mundo libra una batalla contra un enemigo invisible, el SARS-CoV-2, y la comunidad científica internacional redobla esfuerzos para su control, Israel, además de luchar contra esta pandemia global – liderando en el orbe la vacunación de sus habitantes-, enfrenta una escalada de violencia con sus vecinos árabes, los palestinos, quizás la peor de la región en años. Aquello desembocó en ataques aéreos entre Jerusalén y la Franja de Gaza, territorio palestino gobernado por el movimiento islámico Hamás, dejando una serie de heridos y muertos en ambos lados.

Las tensiones entre israelíes y palestinos, que responden a un conflicto político, social y armado de principios del siglo XX, se exacerbaron esta semana con la conmemoración del Día de Jerusalén, con el que Israel celebra la captura de la parte oriental de la ciudad durante la guerra de 1967, lo que permitió a los judíos acceder a lugares sagrados como el Muro de los Lamentos, al cual tenían prohibido el acceso desde finales de la década de 1940.

Desde Beer Sheva, capital del desierto del Néguev, al sur de Israel, y uno de los principales centros de inmigración del país, Deborah Bechan Cañas, periodista titulada en la Universidad de Playa Ancha, relata cómo es vivir en un contexto de conflicto armado y en momentos en que el coronavirus aún no es historia superada.

– ¿Por qué decidió viajar a Israel para continuar su vida allá?

– Llegué a Israel en junio del 2019 como inmigrante judía. Era algo que quería hacer desde que salí del colegio Hebreo de Viña del Mar, pero que por diferentes motivos fui postergando. Se me dieron las condiciones para hacerlo y lo hice. Inmigré con mi hijo menor, ahora de 12 años. Mis hijos mayores quedaron en Chile, terminando la universidad. El mes pasado, mi hijo mayor de 22 años, que egresó en diciembre de la universidad, vino a cursar un programa estudiantil por cinco meses y decidirá más adelante si también inmigra.

– Israel es un país multicultural, ¿cómo ha sido el trato que ha recibido como inmigrante?

– Efectivamente, los judíos de la diáspora regresan a Israel de todos los rincones del mundo, por ende, acá hay población de todas las razas y culturas.
Israel es un país ya con mucha experiencia en multiculturalidad, por lo que está preparado para absorber esta variedad y a veces grandes diferencias entre sus inmigrantes.
Lo usual es que el inmigrante llega a un Centro de Absorción. Si tuviera que explicarlo, es una especie de condominio con una oficina central, donde trabajan asistentes sociales, encargados de educación y personal para guiar a los inmigrantes en sus primeros pasos en el país. Durante los primeros meses los inmigrantes reciben un curso intensivo de hebreo, que luego les permite manejarse en la calle. El Estado ayuda económicamente a los inmigrantes para que aprender el idioma sea su prioridad los meses que residen en este centro.

– ¿En qué se desempeña, actualmente, y hacia dónde están encaminadas sus aspiraciones laborales?

-Estoy intentando terminar de revalidar mis títulos acá, pero me falta un documento que no he podido conseguir por la pandemia, para apostillla.
De momento trabajo en otra cosa. De cualquier forma, el idioma es fundamental para trabajar como periodista acá y me falta mucho para tener un hebreo fluido y de nivel alto para usarlo en el desempeño profesional.
He seguido escribiendo en español para no perder la vigencia y me creé un canal de Youtube durante la pandemia para hacer entrevistas, pero sin lucro. También me han entrevistado en prensa judía internacional desde que llegué.

 COVID y ataques aéreos

En plena adaptación a una cultura muy distinta a la nuestra, le toca vivir la pandemia del Covid-19. ¿Cómo ha sido su experiencia con las medidas de control de la enfermedad en un país que lidera la vacunación mundial de su población?

– Agradecida de estar acá en ese sentido. El manejo ha sido bueno y ahora parece estar superada la pandemia. Pronto comenzarán también a vacunar desde los 12 años. Acá se utiliza la vacuna Pfizer. Ya habíamos vuelto a la presencialidad de los trabajos, el comercio, las escuelas, todo normal. Sin mascarillas al aire libre.

– Y estalla esta escalada de violencia con ataques aéreos. ¿Cómo se vive esta situación en un país con cultura de conflicto?

– Las ciudades israelíes cercanas a Gaza como Sderot, Ashkelón y Ashdod, que son las que normalmente se ven más afectadas, tienen 15 segundos para llegar al refugio. Normalmente es una habitación blindada ubicada dentro del mismo departamento o casa.
Desde Beer Sheva, donde vivo, tengo 45 segundos para llegar a un refugio, pero en mi departamento no tengo habitación blindada, porque es un edificio antiguo. Tengo, entonces, que bajar al refugio del edificio, que tiene tres habitaciones grandes. Algunos de estos refugios también tienen baños. Estando en ellos no se puede salir de inmediato, por las esquirlas que pueden caer.

-¿Esta semana ha tenido que utilizar el refugio?

-Con mi hijo hemos entrado y salido del refugio varias veces en la madrugada. Suenan las sirenas en la ciudad en muchas ocasiones. Acá hay un sistema de alertas en aplicaciones móviles, que informan las ciudades que son atacadas y la población está educada en lo que tiene que hacer.

¿Ha sentido miedo?

– En general no se siente miedo. Existe mucha confianza de que nos protegen, especialmente por la tecnología de la cúpula de hierro o Iron Dome (tecnología que intercepta misiles), pero debo reconocer que desde el bombardeo a Jerusalén la situación tomó otro tinte. La escalada se volvió preocupante y se vieron árabes israelíes, inclusive, atacando a judíos en las calles de algunas ciudades.

– ¿Por qué ocurrió este recrudecimiento de la violencia entre israelíes y palestinos?

-La escalada comenzó con algunos disturbios en Jerusalén; se sumó una decisión de la Corte Suprema israelí de desalojar a unos árabes que no pagaban su renta en un departamento alquilado por un judío, y las elecciones palestinas, que serían en mayo las que fueron suspendidas por Abu Mazen, porque Hamás estaba ganando la partida.

Más mil cohetes disparados desde Gaza hacia Israel. Foto: noticialdia.com

La autoridad palestina en Cisjordania es rival de la autoridad en Gaza en manos de Hamás. No hay elecciones en la autoridad palestina desde el 2005 para primer ministro y desde el 2006 en el parlamento.
Esas situaciones y la rivalidad descrita explotó el Día de Jerusalén con el bombardeo de la ciudad. Israel respondió y la escalada terminó en un bombardeo generalizado a Israel, también a Tel Aviv y alrededores.
Ahora es bastante preocupante. No se sabe cuándo irá a desescalar la situación.

¿La salida del primer ministro Benjamín Netanyahu, con cinco periodos de mandato, ayudaría a descomprimir el conflicto actual?

-Creo que su salida ahora puede complicar más aún las cosas porque, dada la situación, el conglomerado árabe israelí Ra’am -con el que iba a formar gobierno la nueva coalición- decidió no hacer gobierno de momento, a la espera de que baje la tensión.

– ¿Las ciudades están paralizadas?

– En general se continúa con la rutina, pero a mi hijo, que le suspendieron las clases, preferí llevarlo a mi trabajo.

– ¿Su familia en Chile qué opina sobre esta situación?

– Están preocupados, pero saben que vivir en Israel es así. Es parte de lo que nos toca.

– ¿Con todo este escenario, regresaría a Chile?

– Cuando tomé la decisión de radicarme en Israel lo hice pensando en un proyecto de vida personal, que quería concretar hace mucho. No se puede escupir al cielo, pero de buenas a primeras te diría que no volvería. A la distancia, el panorama en Chile tampoco me parece que se vea tan promisorio. Dicho sea de paso, la inmigración judía chilena a Israel marcó un peak histórico desde el 2019.

Camino recorrido

Deborah Bechan Cañas pertenece a la segunda generación de periodistas formados en la Universidad de Playa Ancha luego del retorno de la democracia en nuestro país.

Comenzó en UCV TV como reportera y luego como productora periodística de programas empresariales y políticos.

Trabajó como periodista de la Facultad de Ingeniería y del Centro de Estudios de Asistencia Legislativa (CEAL) de la Pontificia Universidad Católica de Valparaíso. En este último centro fue becada para cursar el Magíster en Dirección Pública.

Al finalizar el postgrado se trasladó a Santiago en 2005 e impartió clases en la Escuela de Periodismo de la Universidad Andrés Bello, llegando a integrar comisiones de exámenes de grado e impartir clases en Educación Continua, dependiente de la Dirección de Postgrado, para empresas vinculadas con la universidad.

Posteriormente, asumió la jefatura periodística de la Comunidad Judía de Chile y del semanario La Palabra Israelita.

Años después, se trasladó a España, donde por un año incursionó en la difusión del legado sefardí (judíos descendientes de los expulsados de la Península Ibérica en el siglo xv).

Al volver a Chile de España decidió radicarse en Israel.

 

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