
«El siglo XIX tuvo diversos aconteceres en la “Tres Veces Heroica Ciudad”, en tal sentido en esta ocasión se detallarán algunos de estos aspectos. En consideración a lo indicado, destaca la participación de la ciudad en procesos bélicos internos y externos como fue la Independencia de Chile, por cuanto en lo estratégico militar, la localización y emplazamiento geográfico de San Felipe en palabras de Bernardo Adler (2004), la ciudad “era el tránsito obligado de correos, mensajeros y espías entre Mendoza, Valparaíso y Santiago”, lo que lleva a pensar que muchas comunicaciones entre diversas personas tuvo que ser conocida previamente en esta realidad aconcagüina para su posterior difusión a otras localidades del valle.
Súmese a lo anterior, y de acuerdo a las investigadoras Cruces y Vilches (2009), el papel relevante que tuvo San Felipe “como ciudad revolucionaria, al aportar un contingente de milicias, fuerza que engrandeció las filas del ejército libertador. Por los servicios prestados por San Felipe en la guerra, es que don Bernardo O’Higgins firmó un decreto supremo, que se publica el 16 de enero de 1819, en el cual se declaró que la ciudad debía titularse “La Siempre Heroica Ciudad de San Felipe de Aconcagua”.

Seguidamente, y en el concierto de conflictos armados internacionales como fue la Guerra del Pacífico, San Felipe no estuvo exento de contribuir con su apoyo a esa causa, y es así que en la citada conflagración estuvieron aquí aposentados los batallones “Lautaro”, “Cazadores del Desierto” y “Esmeralda”, a lo que se añade el aporte en soldados (600) que se agruparon en el batallón “Aconcagua”, cuyo cuartel funcionó en el Beaterio del Buen Pastor.
Claro está que, en todo conflicto hay muertes, lo que para la realidad local significó el fallecimiento de varios sanfelipeños como don Benigno Caldera, don Abraham Ahumada, don Pedro Nolasco Molina y don Isaac Cajales, quienes fueron y son recordados al tener varias calles del actual plano urbano sanfelipeño sus gloriosos nombres.
En lo político administrativo hay que destacar la nueva división del territorio nacional (31 de enero de 1826), que decretó la creación de la provincia de Aconcagua, capital San Felipe, conformada por los departamentos de Petorca, La Ligua, Quillota, San Felipe, Putaendo y los Andes.
En materia urbana, la superficie del damero fundacional (por estar rodeada de áreas destinadas a la producción agrícola) creció principalmente con un direccionamiento norte (Esquina Colorada), ya que en ese sector se producía un intenso intercambio de bienes (agricultura, ganado) proveniente, entre otros puntos, de las haciendas perimetrales y del valle del Putaendo, situación que se vio potenciada en cuanto a su transporte a otros centros demandantes, con la llegada a San Felipe del tendido ferroviario (23 de julio de 1871).
Por su parte, hay que resaltar relevantes hitos constructivos citadinos propios del decimonónico que, en materia de servicios (salud, educación, cultura y religión entre otros), significó la edificación del Hospital San Camilo, la instauración del cementerio municipal, el cuartel de Bomberos, la construcción del Beaterio Buen Pastor y del Liceo de Hombres. Adicionándose que la movilidad interna y externa de los habitantes se favoreció por la aparición de carros de sangre y el ferrocarril. Adelantos a los que se unieron servicios públicos (agua potable (1883), alumbrado eléctrico (1899), telégrafo y telefónico (1886)).
Por último, sobre el comercio, Cruces y Vilches (2009) indican que “en lo que respecta a las casas de comercio, tiendas y almacenes menores, estos inmuebles se encontraban desplazados principalmente en la calle Comercio. En este período existió una gran variedad en cuanto a los rubros, desarrollándose los siguientes: de fideos, jabón y velas, aceite, relojerías, sastrerías, mueblerías, peluquerías, zapaterías, talabarterías, coches, carretas, panaderías, curtiembres y sombrererías”.
Como síntesis, la realidad del siglo XIX tuvo adelantos señeros para el desarrollo de la ciudad los que se vieron restringidos por los desastres y catástrofes (epidemias, terremotos, entre otros), que no dejaron de asomarse con diversos grados de devastación en la sociedad, infraestructura y equipamiento, pero que no fue un freno para la evolución de “La Siempre Heroica Ciudad de San Felipe de Aconcagua”».
***Gastón Gaete Coddou, geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.
Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles 14 de octubre de 2020.
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