El contacto permanente es clave para que los adultos mayores no se sientan solos durante la cuarentena

La pandemia nos ha afectado a todos, pero hay un sector de la población para quien este tiempo ha sido doblemente complejo: nuestros adultos mayores.

La proyección hecha sobre la base del Censo 2017 cifra en 2.260.222 las personas de 65 años o más en el país. La mayoría se distribuye en las regiones Metropolitana, Valparaíso y Biobío.

Sin duda, éste es uno de los grupos de más riesgo frente al virus COVID-19 y, por lo mismo, es el que más debe cuidarse y a quien más hay que proteger. Sin embargo, quedarse en casa les ha generado diversas consecuencias tanto físicas como psicológicas.

Luzmarina Silva Concha, secretaria académica de la Facultad de Ciencias de la Salud, sostuvo que el aislamiento social al cual están sometidas las personas de la tercera edad, provoca en la mayoría de ellas un sentimiento de soledad y abandono, especialmente si previo a la pandemia recibían visitas y desarrollaban actividades cotidianas. Las más comunes corresponden a pequeñas compras, participación en talleres y organizaciones sociales, salidas al consultorio e incluso simples caminatas, que ahora solo se han visto reducidas a circular en su dormitorio (en muchos casos).

Luzmarina Silva, académica.

“Esta participación social que quedó restringida por la pandemia ha afectado física y psicológicamente a las personas mayores que ya no pueden llevar la misma rutina que tenían antes. En el momento en que una persona mayor deja de caminar va a tener problemas en su aparato locomotor y se produce lo que se llama una atrofia por desuso y los adultos mayores rápidamente se ven afectados. Afectados en su calidad de la marcha, en el equilibrio, en la pérdida de la fuerza y todo por no estar sometidos a sus actividades cotidianas antes de la pandemia”.

En relación a las consecuencias psicológicas, la académica y terapeuta ocupacional mencionó la sensación de temor, inseguridad, sensación de vulnerabilidad y angustia de enfermar y morir solos. Por esta razón, sostuvo que era fundamental mantener el contacto permanente con ellos y estar atentos a sus necesidades, ya sea respecto a las compras básicas, alimentación, pagos y salud.

Luzmarina Silva agregó que este tipo de contactos ejerce un efecto muy positivo en este grupo de personas, muchos de los cuales ni siquiera han podido asistir a sus controles médicos. Sugirió que una buena alternativa es que las familias acuerden una hora para conectarse con el abuelo o abuela y generar así los medios para que se produzca una video llamada. Ello, porque las familias y amigos efectivamente pueden realizar acompañamiento o sostén social y afectivo, aunque sea a distancia. Actualmente -dijo la profesional- existen muchos medios (desde la telefonía tradicional, móvil o celular, aplicaciones y redes sociales), todo lo cual en su conjunto multiplica las posibilidades.

“El desafío que nosotros tenemos como sociedad es que este aislamiento social que busca proteger para que las personas mayores no se enfermen, no se contagien, no se transforme en una sensación de soledad para ellos. Por lo tanto, su círculo más cercano tiene que tener una presencia planificada, con un contacto sistemático, ya sea por vía telefónica, establecer rutinas de cuándo y a qué hora los van a llamar y hacerles sentir tranquilos y transmitirles situaciones o comentarles cosas agradables, hacerlos reír. Entonces, lo que hay que generar es paz en la conversación sobre temas cotidianos, pero que no estén relacionados con la pandemia”, concluyó la profesional.

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A su vez, en la solemne ceremonia, se honró el legado de seis académicos que se acogieron a retiro: Gonzalo Bustillos Portales, Ramón Donoso Alfaro, Eduardo Faivovich Bortnik, Luis Faúndez Fuentes, José Meza Guzmán y Miguel Vásquez Vicencio.