“Ya no doy más. El jefe de UTP (Unidad técnico Pedagógico) pide y pide informes interminables. Y no solo sobre cuántos trabajos presentó cada niño, sino también sobre cuántos presentó atrasados; pide además que comparemos la diferencia entre un mes y otro, etc. Lo peor de todo es que ese visto bueno luego debo traspasarlo a Sí y NO, y luego evaluar todo y transformarlos en conceptos (Bueno, Insuficiente, etc.). Son planillas interminables de excel. Es un locura”.
Este relato corresponde a Pamela, una profesora de educación básica de nuestro país, cuyo testimonio refleja el nivel de estrés con el que trabajan los docentes de aula, quienes de un momento a otro, se vieron obligados a trasladar un sistema de trabajo presencial a un formato virtual, sin que existan las condiciones para ello. Así lo reveló la Dra. en Educación, Claudia Carrasco Aguilar, psicóloga y académica de la Universidad de Playa Ancha (UPLA), quien sostuvo que el nivel de improvisación frente a la pandemia fue muy alto.
Comentó que, hoy en día se coloca el foco en la virtualidad, pero se olvida que hay un contexto de pandemia, que tiene a la gente encerrada en sus casas, experimentando un fenómeno que en psicología se llama ‘Traumatización vicaria’. Es decir, no importa que a uno no le pase nada, pero de tanto ver lo que ocurre a otros, esta misma persona genera una importante angustia y ansiedad.
“Entonces, hoy día las profesoras y los profesores se encuentran en un escenario en que la virtualidad se ha metido a la fuerza, a presión sin tener las condiciones …y la formación para trabajar en ese entorno virtual en un escenario de crisis social que tiene un nivel de impacto muy grande para la gente…y los profesores son los que tienen a mayor cantidad de licencias médicas en Chile sobre todo por problemas de salud mental. Entonces a eso hay que sumarle este otro escenario…o sea, los profesores están al borde del colapso. Esto ha sido demasiado intenso en un país que, además…mucho de lo que importa en este país es la medición, como por ejemplo el SIMCE, la cobertura curricular. Son cuestiones objetivables y medibles que poco tiene que ver con la cotidianidad con el profesor y la profesora”, dijo la especialista, quien agregó que la mayoría de ellos trabaja con una fuerte presión de la dirección, de la UTP o del sostenedor del establecimiento.
Otro aspecto que mencionó, dice relación con que a los docentes les cuesta diferenciar el espacio de lo privado y lo laboral, lo que implica que muchas veces permanecen hasta altas horas de la noche respondiendo correos, preparando guías o haciendo cápsulas para sus clases. Todo esto redunda en una incapacidad para desconectarse, por lo tanto, duermen mal, se despiertan cansados, les cuesta concentrarse, tienen problemas con sus familias y, por ende, se sumergen en una sensación de frustración e impotencia que solo crece con el tiempo.
La profesional agregó que no se trata solo de que un profesor o profesora maneje o no ciertas tecnologías, sino que el aprendizaje de esta nueva experiencia pedagógica se debería adquirir en un contexto de calma y tranquilidad, y no en un escenario de emergencia sanitaria y social. Además, enfatizó que el docente debe lidiar y adaptarse para evaluar a un niño y su realidad, quien quizás no tenga acceso a internet ni tampoco un espacio adecuado para aprender.
¿QUÉ HACER?

Para la Dra. Carrasco, esta crisis pone en evidencia que se requiere un urgente ajuste curricular, a fin de acortar el alto número de horas de clases. Sugiere que se revise el currículo para evitar que se repitan contenidos o evaluar seriamente qué contenidos deben abordarse y cuáles no. Si bien reconoció que el Ministerio de Educación hizo una priorización curricular recientemente, a su juicio, éste ofrece débiles orientaciones de apoyo a los profesores.
“Además de revisar el currículo y ver si es necesario tener en este país un currículo tan extenso, otra cuestión que tenemos que aprovechar, que yo creo que es una oportunidad, es volver a mirar al profesor como sujeto de protección de la política pública en educación. En Chile, los profesores son exigidos para proteger a los estudiantes que están en situación de vulnerabilidad, para mejor la inclusión escolar, pero ellos, son como un brazo de un pulpo. Hay muy pocas políticas orientadas a ellos. Por ejemplo, la política de convivencia escolar es para los estudiantes, pero no está pensada en el bienestar de los profesores. Por ejemplo, uno podría decir que la política de Convivencia Escolar debiese orientarse al bienestar de toda la comunidad educativa, pero a los profesores no los aborda nadie”, dijo la Dra. Carrasco, quien agregó que ésta es una oportunidad para recuperar la voz de las y los docentes de nuestro país.
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