En estos momentos en Chile, según cifras del Ministerio de Educación, 3,5 millones de estudiantes se encuentran alejados de las aulas. Tanto quienes han podido acceder a clases virtuales, como aquellos que no, al igual que sus familias, deben enfrentar la incertidumbre del desarrollo de un año escolar que dista mucho de ser normal.
Habituados al sistema de calificaciones, cuya escala marca la pauta al momento de promover a los estudiantes al siguiente curso, los profesores han debido repensar o adaptar los sistemas evaluativos.
Los especialistas e investigadores en la temática, académicos del Magíster en Evaluación Educacional de la Facultad de Ciencias de la Educación, Dra. Marcela Lara Catalán y Dr. Tito Larrondo González, entregan su perspectiva sobre evaluación y equidad en tiempos de educación y pandemia.
¿Qué tipo de evaluación debe aplicarse a los estudiantes en tiempos de clases mediadas por uso de espacios virtuales?
«En primer lugar, es necesario precisar que, al optar por una modalidad de educación diferente a la clásica, todo el sistema debe ser repensado pues no es solamente un cambio de la forma cómo se “distribuye” el proceso, sino que es una forma de interactuar diferente. En la paradoja que cuando en el aula física real interactuamos, en realidad nos distanciamos y, en el aula virtual donde no disponemos del encuentro presencial, es cuando más se requiere respetar a la persona de los y las estudiantes, pues nuestro foco debe estar en cada persona que aprende y atender sus particulares características e intereses, como también debiésemos obtener un respeto reciproco de parte de ellos y ellas.
En este marco consensuado y regulado, la evaluación debe ser repensada desde una perspectiva proactiva, no coercitiva, pero planificada y comunicada. La evaluación debiese ser más creativa y propiciadora de respuestas individuales a problemática comunes que deben incentivar la reflexión y la producción de nuevas ideas o perspectivas.
Cautelar que los dispositivos evaluativos planificados fomenten nuevas respuestas y no una mera repetición de lo que se enseñó, como sucede en la educación presencial.
La evaluación debe favorecer algoritmos de aprendizaje con múltiples recursos y diferentes miradas. En definitiva, poner en perspectiva una efectiva “evaluación para promover aprendizaje” en condiciones de alta complejidad para todas y todos los actores en proceso educativo. Una evaluación efectivamente formadora que traspase la calificación».
¿Cuál es el mejor sistema a implementar para lograr aprendizajes a distancia?
«Considerando que debemos propiciar aprendizajes situados en los actores y sus contextos, se debe atender (¿o volver?) a una educación más integradora, dosificada y facilitadora de nuevas formas de comprensión, respetando las diferencias individuales y las diferentes formas y velocidades de aprendizaje. Hay que romper la inercia memorística de la educación clásica trasladada al mundo virtual. Esto implica al sistema escolar en todos sus niveles y, por cierto, al universitario.
Sin duda, esto conlleva desafíos para los docentes en orden a planificar espacios de interacción más dialógicos que motiven la participación efectiva de los estudiantes pero que, a su vez, permitan identificar intereses diferenciados de cada uno de ellos para ser atendidos en las propuestas metodológicas, de contenido y competencias diseñadas o seleccionadas por los profesores/as. Lo anterior, supone una mayor dedicación profesional y tiempo, pero constituye un reto importante que es apoyado por las plataformas que disponen de variados recursos (audios, videos, documentos, presentaciones, bibliografía en línea, museos interactivos, laboratorios virtuales, simuladores, conferencias, entre otros) y por la conformación de núcleos docentes que compartan experiencias».
Muchos estudiantes no cuentan con la infraestructura necesaria para realizar clases online. ¿Cómo se puede facilitar el aprendizaje?
«Efectivamente, no todos nuestros estudiantes tienen acceso a tecnologías que hoy son necesarias para atender a esta realidad derivada de la pandemia, muchos de nuestros docentes tampoco. También, un porcentaje de estos últimos no tienen formación para hacer docencia desde la virtualidad. Se observan casos que reducen la tarea formativa a hacer un video que reemplaza una clase presencial tradicional.
Lo anterior, debe atenderse en profundidad y con celeridad por las instituciones educativas y, especialmente, por la política pública en educación. Las soluciones que se han dado muestran lo desprovisto y poco pensado del sistema, que en esto y otros temas como la PSU se evidencia».
¿Están de acuerdo con declarar el “año escolar perdido”, como lo han hecho otros países?
«En el entendido que estamos en una situación compleja y poco previsible, como educadores debemos comprender desde nuestra función social y ciudadana, que este tiempo es de un alto aprendizaje y así debemos transmitirlo a nuestros estudiantes, familias y comunidades. Es una oportunidad para situar lo relevante en la formación desde la educación temprana hasta la continua, es retomar aspectos éticos y formadores para una ciudadanía que hoy vuelve a poner la atención en las personas y lo comunitario. Entones, sin duda este no será nunca un año escolar perdido, esa es una concepción administrativa reduccionista muy vigente en el discurso de muchos actores que aún no comprenden que este año será de grandes lecciones para la humanidad, donde los profesores tenemos mucho que aportar y aprender. Nos falta aún que este tiempo de complejidades supone mayor creatividad y asertividad, y menos actos administrativos para organizar una docencia que es diversa».
¿Cómo se puede garantizar que el estudiante aprendió un contenido y, posteriormente, evaluarlo?
«Si se señalan claramente cuáles son los aprendizajes que el alumno debe evidenciar y se buscan formas interesantes para que sean demostrados por los y las estudiantes, no debiese haber dificultades para evaluar lo esperado como satisfactorio. En este marco, la evaluación se transforma en un dispositivo de aprendizaje más que solo un mecanismo sancionador de aprendizajes. Una evaluación formadora y transformadora debiese contemplar diversos dispositivos evaluativos, desafiantes y provocadores para los estudiantes rompiendo la tradición de evaluar la memorización y avanzar hacia la construcciones de saberes más reflexivos, en redes y relacionados al medio social, cultural, científico y tecnológico. Hay que invertir más tiempo en las evaluaciones como lo declaraba hace algún tiempo la profesora Erika Himmel, Premio Nacional de Educación y especialista en el área. Nosotros agregamos a ello, invertir más tiempo para conectar la evaluación con el aprendizaje y con las emociones, tan propias de este tiempo, sin abandonar la rigurosidad técnica que implica diseñar adecuadas formas de evaluar».
¿Cuáles serían los contenidos mínimos a adquirir para aprobar un curso? Tomando en cuenta que el Ministerio de Educación ha pensado retomar el año escolar presencial en tres etapas: Diagnóstico, Nivelación y Entrega de contenidos mínimos en lo que reste del año.
«El currículo oficial chileno es abrumador, conservador y segmentador de saberes y competencias, por lo tanto, los llamados contenidos mínimos debiesen ser finamente seleccionados por los profesores de acuerdo tanto a su experiencia como al contexto local donde se desenvuelven, permitiendo el máximo de articulación entre las diferentes asignaturas o áreas. Lo importante no es la “cantidad de materia” sino la relevancia, vigencia y proyección de los aprendizajes situados en nuestra sociedad. Nunca la PSU o el SIMCE podrán avanzar a niveles esperados por los sistemas educativos de calidad sin previamente hacer una severa cirugía al currículo nacional. Esto es tremendamente revelador de políticas y voces inmediatistas que no atienden a lo que sucede en el sistema y proponen acciones poco técnicas que desvían la atención del foco».
¿Cómo se logra una evaluación justa y sin discriminaciones con estudiantes que no tienen acceso a la tecnología dentro de un mismo grupo?
«Si la educación y, por ende, la evaluación fuesen situadas en los contextos reales y particulares de las diferentes regiones de nuestro país, la evaluación sería justa y no discriminadora. Pretender comparar a todos con todos y en todo siempre será una fuente de discriminación e inequidad frustrante y agresiva».
¿Se debe repensar el sistema de aprendizaje y evaluación de los estudiantes a la luz de los nuevos acontecimientos, como la crisis sanitaria, el estallido social, los paros y las tomas?
«Por supuesto que sí. Como se planteó anteriormente, todo el sistema de la concepción de enseñanza–aprendizaje debiese ser pensado de otra manera. Las diferentes crisis que hemos vivido en época de postmodernidad pueden llegar a constituirse en una tremenda oportunidad para el sistema, pero se requiere contar con los mejores profesionales para aprehenderla y dar respuestas oportunas, planificadas y consensuadas por los actores involucrados y la ciudadanía en general».
¿Cuáles son los desafíos que trae esta pandemia para el currículum educativo?
«Lo que sucede a nivel educacional con esta pandemia y lo que viene a futuro es una fuerte amenaza y desafío para todos los actores involucrados, pero a su vez es una gran oportunidad para que la sociedad en su conjunto y las entidades educativas en todos sus niveles y funciones sean capaces de repensar su currículo, su gestión, su implementación, su ejecución, la participación de la familia y las organizaciones sociales, de los actores. Qué duda cabe que la evaluación transite de una rendición de cuentas a ser el motor garante de los nuevos y permanentes procesos de aprendizajes de todas y todos los partícipes de esta hermosa aventura educativa. Debemos ser capaces de buscar los mejores talentos formadores, los mejores líderes educativos y los más preciados conocimientos que se espera para la sociedad que se re-crea a cada momento. En síntesis, hagamos una profunda innovación del currículo y de la comunidad en aras de la búsqueda de una sociedad más solidaria, justa y respetuosa del entorno que le ha correspondido ocupar».
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