“Cuando el sentido de la Ley es claro, no se desatenderá su tenor literal, a pretexto de consultar su espíritu”. Estas palabras pertenecen a Andrés Bello, el más grande humanista Iberoamericano, y sirven para graficar la importancia del buen escribir, especialmente cuando se trata del texto que contiene las leyes que rigen nuestro país.
Juan Pablo Reyes, doctor en Lingüística de la Universidad de Playa Ancha, (UPLA), enfatizó la necesidad de que, en la redacción de la nueva Constitución, se aplique un lenguaje cercano y cotidiano, puesto que se legisla para todos y todas, no solo para quienes se desenvuelven en el lenguaje jurídico.
“Tratar de respetar siempre el tenor literal decía Andrés Bello. Respetar la denotación, aquello que no tiene una doble interpretación, evitar la polisemia, la ambigüedad o la vaguedad, el doble sentido de la expresión; y para eso, se deben apoyar de una redacción, un respeto a la sintaxis, a las normas gramaticales de concordancia, por ejemplo. Respetar la precisión, la concisión y la claridad del término. Evitar que la palabra adquiera múltiples sentidos…porque la forma en que está presentada la ley da pie para múltiples posibilidades, entonces eso es lo que hay que tratar de evitar, dicen los especialistas en la estilística del lenguaje jurídico”.
LENGUAJE INCLUSIVO
Un aspecto que destacó el lingüista, es la necesidad de desarrollar un lenguaje inclusivo. Es decir determinar si se va a hablar de ciudadano y ciudadana; Presidente o Presidenta, etc.. En otras palabras -dijo el el doctor Reyes- se debe definir si se seguirá aplicando una mirada sexista o discriminatoria, o bien un lenguaje antropocéntrico (centrado en el hombre).
También mencionó el cuidado que se debe tener al referirse a términos abstractos como democracia, vida, muerte, o cómo se define a la mujer. En este último caso, pareciera ser un absurdo, pero no lo es, si se considera que recién en la Carta Magna que se generó con la Revolución Francesa se otorgó derechos y reconocimientos a la mujer como un ser humano. En este documento se excluyeron, además, diversos tecnicismos jurídicos que solo entendían muy pocas personas, razón por la cual los lingüistas sostienen que en la redacción de esa Constitución se implementó una importante renovación. Además, todo el lenguaje que no era burgués y que era popular, fue adquiriendo prestigio.
El especialista advirtió, además, la necesidad de que la redacción de la Constitución debe actualizarse, porque hay nuevos contextos sociales y culturales, que van más allá de las coyunturas políticas (desarrollo tecnológico, globalización y los fenómenos de migración, entre otros), transformaciones que también se reflejan en el lenguaje.
Pero ¿por qué la necesidad de actualizar el modo de redacción? El lingüista explica que nuestros cuerpos legales nacionales contienen expresiones arcaicas, con un generoso uso del “latinismo” y con significados coloniales de términos y expresiones de la lengua española, como por ejemplo quórum calificado, libertad del imputado, o sin prejuicio del comiso, entre otras.
“Tendría que ser una Constitución polivocal, de muchas voces que, pese a esa diversidad, se pueda llegar a un acuerdo, a una convención, a una norma de un lenguaje que sea accesible tanto al Presidente de la República, como a la persona que está dando sus primeros pasos en la lectura y escritura. O sea, tratar de abarcar lingüísticamente expresiones que sean lo más genérica posible, que no requieran de una definición técnica, sino de una definición que parta de la experiencia de la gente en su vida cotidiana”.
Finalmente, el doctor Juan Pablo Reyes subrayó que quienes redacten la Constitución y las leyes, deben tener presente dos características: el dinamismo del lenguaje, que se expresa a través del habla de los pueblos; y que aquello que dice la ley, siempre tendrá una repercusión inmediata en la persona (porque permite o prohíbe ciertas acciones). Dicho de otro modo, hay que tener mucho cuidado no solo en lo que se dice, sino en cómo se dice.
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