Tras las huellas de Monvoisin: proyecto investiga y cataloga su obra en América

Llegó a Chile con credenciales infalibles -«es uno de los grandes retratistas de París», se decía-, cuando aquí mucho estaba por hacer, si de pintura se trataba: recién partía la década de 1840 y Europa mandaba en los estético. Por esa supremacía y por su talento, aunque el bordelés Raymond Monvoisin (1790-1870) no cumplió con el compromiso que lo trajo -consolidar una academia de pintura-, dejó una huella histórica poderosa. Y no solo en este país, donde vivió 10 años, también en Brasil, Argentina y Perú por donde se paseó inquieto.

“Él impacta en casi todos los géneros más relevantes de la pintura del siglo XIX. Su marca regional es enorme, tanto en el desarrollo del retrato (inmortalizó tenazmente a la aristocracia chilena) co» mo en la pintura de género histórico. Junto a eso, su exposición de 1843 implantó un gusto artístico que modificó las tradiciones chilenas”, remarca el argentino Roberto Amigo, investigador del arte decimonónico sudamericano, y quien coordina una cruzada histórica: publicar un libro —catálogo razonado— con ensayos, imágenes e información detallada de todas las obras que Monvoisin dejó en esta región, mirando asimismo a sus discípulos, como Clara Filleul (con quien tuvo una relación amoro-
sa), Procesa Sarmiento, Gregorio Torres y Javier Mandiola.

El proyecto “Monvoisin en América” se podría extender hasta 2021 y es histórico. Primero, porque la pesquisa es ardua: solo en Chile habría 300 cuadros suyos —de acuerdo a un catastro del historiador Jaime Cuevas—. Algunos ya están identificados en colecciones del Estado (70); otros estarían en manos de privados. Por su parte en Argentina existen cerca de 65 obras, en Brasil 8 y en Perú 18 registros. Todos son números preliminares, porque falta corroborar la información.

Pero también es una iniciativa histórica, por las fuerzas que aúna. La integran más de 30 especialistas de Chile, Argentina, Perú y Brasil. De nuestra tierra, la coordinación general recae en el Museo Nacional de Bellas Artes, pero también se suman el Centro Nacional de Conservación y Restauración (CNCR) —como agente clave—, el Museo Histórico Nacional y las universidades Adolfo Ibáñez y de Playa Ancha. Mientras que desde el país trasandino participan el Museo Franklin Rawson, la U. De San Juan y el Instituto de Investigación del Patrimonio Cultural (Tarea) de la U. De San Martín. Y también participan el Museo de Arte de Lima (Mali) y la Pinacoteca de Sáo Paulo.

Tal como ocurrió con el rescate de la obra de Gil de Castro —que parte del mismo equipo ejecutó entre 2008 y 2015—, este proyecto incluye, además de la publicación, una gran muestra y la restauración de las obras que la compongan. “Aún no tenemos clara la fecha ni el lugar de la exhibición, pero pensamos hacer lo mismo que con Gil de Castro (esto sería, una exposición que itinere por la región). Estamos recién comenzando, ¡hay mucho trabajo por delante! ”, asegura Carolina Ossa, conservadora en jefe del CNCR.

Desde distintos flancos

El trabajo de “Monvoisin en América” se realiza por etapas y a través de redes que arman distintos equipos. Ya desde 2017 se catastran los cuadros del pintor en colecciones de uso público y privadas, Mientras, por grupos, se han levantado aristas regionales de discusión en torno a temas como la circulación de sus obras, su materialidad, su taller y su relación con los discípulos. Y en paralelo, los expertos se han reunido para mostrar avances en Buenos Aires y Santiago, entre otras urbes. A su vez, en el CNCR se encargan de los estudios técnicos y materiales de la obra —con uso de rayos X, radiación infrarroja y materiales químicos—, así como de su completa restauración.

“Hoy, en Santiago, están en proceso de intervención 11 obras de distintos períodos de Monvoisin, como *9 de (1836), los retratos de Isidora Zegers y Jorge Huneeus Lippmann (1843) y Juana la Loca a los pies de Felipe el Hermoso’ (1867)”, dice Ángela Benavente, conservadora del CNCR, Y estos procesos de análisis ya han dado novedades: “Ha sido sorprendente descubrir que, además de pintar sobre papel o tela, Monvoisin lo hacía sobre cuero, lo que es muy poco común. También descubrimos que usaba muy poco pigmento”.

Roxana Seguel, directora del CNCR, destaca la importancia del análisis: “Es clave conocer, por ejemplo, qué materiales usó Monvoisin, saber cómo pintó, con qué gesto técnico del pincel. Así, se identifican patrones o se sabe si él modificó su forma de crear, y esos atributos de su pintura sirven para estudiar obras de atribución dudosa”. Frente a eso, y teniendo en cuenta que el artista tuvo ayudantes muy presentes —como Filleul y Torres—, Roberto Amigo asevera: “En este proyecto discutiremos y analizaremos la autoría de obras, y sumaremos piezas que están anónimas, pero atribuidas. Las autorías de Monvoisin hay que pensarlas en un universo complejo: hay retratos, estudios y réplicas que tienen participación de sus ayudantes. Pero él mismo hacía copias también. Este proyecto será de gran impacto, como el de Gil de Castro”.

Fuente: El Mercurio, página A 12, publicado el domingo 12 de agosto de 2018.

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