Universidades estatales: más que puntos de vista

El país hoy debe reinstalar una discusión sobre universidades estatales. Qué son y qué deberían ser; cuáles roles específicos, si alguno, espera de ellas y por qué estos le parecen importantes; cómo debe financiarlas y qué debería sentirse con derecho a esperar a cambio; cómo estas instituciones deberían entender su gobernanza; cómo deben contribuir a las grandes tareas de inclusión social y cohesión nacional; cómo deben participar del desarrollo regional y nacional. En breve, cuál es el sentido de que existan universidades estatales, y cuál es el tratamiento que ellas merecen.

Pero en las condiciones actuales es difícil tal discusión sin ser acusado de actuar como grupo de presión que solo busca un mejor trato para sí mismo. Habría dos bandos. Uno que defiende estas universidades públicas, pluralistas, democráticas, vinculadas al desarrollo cultural, tecnológico, económico y social del país, lo que, siguiendo reglas y procedimientos bien definidos, las hace merecedoras de financiamiento fiscal. Otro, que muestra preocupación ante la posibilidad de que el Estado tenga universidades propias, a las que podría sentirse obligado a conceder privilegios a expensas de otras universidades, no estatales, tanto o más meritorias.

La discusión que necesitamos requiere aspirar a una perspectiva desde el país en su conjunto, de su historia y porvenir.

Las reglas del juego en que hoy se desenvuelven las universidades estatales son las de un sistema privado. Por más de cuatro décadas su drama ha sido cómo entrar en ese juego minimizando la inherente desnaturalización de su condición de universidades públicas que ese juego impone. Aún más importante de si el actual 15% de la matrícula estatal es mucho o poco, debería ser la negligencia de un Estado que se desentiende de garantizar los más altos estándares a sus propias universidades. El Estado chileno parece considerarse a sí mismo un comentarista neutro que emite opiniones sobre el cumplimiento por parte de las universidades estatales de su misión, del enunciado y logro de sus objetivos y del financiamiento asociado, como si todas esas cosas a él le fueran ajenas.

Si queremos que Chile vuelva a contar con un sistema de universidades estatales, debemos revertir ese prolongado y brutal esfuerzo por desfigurar las ideas de educación y universidad pública. Hasta 1973 las universidades chilenas se financiaban aproximándose, cuál más, cuál menos, a lógicas semejantes al mundo público. Hoy, las universidades estatales conservan valores y misiones públicas, pero, financieramente, funcionan como universidades privadas de propiedad estatal, obligando a que sus funciones o bienes públicos se manifiesten imperfectamente.

Las universidades públicas hacen un aporte a la sociedad en su conjunto. Eso es inherente a la condición de tales. Mucho más notable, y curiosamente menos valorado, es el aporte que hacen a las personas, a los individuos, aspecto que erróneamente suele consignarse como una preocupación del modelo de mercado. Las universidades estatales no solo hacen de la inclusión e integración una cuestión central, sino que su oferta de matrícula ha de ser cualitativamente distinta. No se basa en calzar al mercado para ganar preferencias, sino en ofrecer responsablemente las carreras que el país y la región requieren, y cuya pertinencia y empleabilidad puede garantizarse. El componente de territorialidad está presente no solo en la investigación aplicada y la preservación cultural y ecológica, sino también en las propuestas de carreras de pregrado y de programas de posgrado.

El concepto de universidad pública es universal y objetivable, y se puede expresar y evaluar en marcos regulatorios que garanticen esa provisión. Sus académicos y estudiantes son ciudadanos. Sus autoridades no responden a ningún dueño o controlador. Igualmente evaluable es su capacidad de generar proyectos de trascendencia nacional.

Resulta sorprendente que en Chile se relativicen categorías que en el mundo entero están certeramente delimitadas. ¿Cómo se logra que un elefante rosado con lunares verdes recorra el Paseo Ahumada y pase desapercibido? Fácil: se le coloca al centro de una manada de elefantes rosados con lunares verdes. Después de tanto esfuerzo por hacer ambiguo hasta lo irreconocible el concepto de universidad pública, el país habrá de revalorar y reencontrarse con un significado y una misión para aquellas universidades que le son propias. A esa tarea están convocados todas las ideologías y todos los actores sociales.

Ennio Vivaldi
Rector de la Universidad de Chile
Presidente del Consorcio de Universidades Estatales de Chile

 

Opinión publicada en El Mercurio, martes 21 de junio de 2016.

 

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