El poemario de Floridor Pérez llevará al lector o lectora curiosos a “querer” la poesía que tenemos a la vista y a toda creación poética.
1.- Leer poesía lírica en este mundo que privilegia lo material y el consumismo galopante es un acto y un ejercicio saludable, que enaltece el espíritu del lector que se adentra por los espacios versales del hablante o del creador poético.
2.- En consecuencia, el lector que se posicione de este libro de poemas –que en realidad es una antología- de nuestro vate Floridor Pérez (Yates, Cochamó, 1937) descubrirá o redescubrirá una voz poética que nos sorprende por su transparencia e inmediatez discursivas.
3.- La poiesis –el acto creativo del autor- nos trae resonancias de los poetas de la claridad (Parra, dixit); la lengua poética con que se construye las experiencias del hablante tiende a la enunciación lírica; este rasgo escriturario le da a los textos que componen el poemario una suerte de narratividad: el yo lírico se visibiliza como una entidad de lenguaje que cuenta, narra, relata.
4.- Los poemas de “Obra completa-mente incompleta” se van desplegando como un abanico donde una situación vivida o vívida es la referencia que permite la tematización lírica mediante la mediación de una lengua coloquial; con esta el sujeto hablante aprehende dicha realidad, se posiciona de ella y la expresa.
5.- Como decía Miguel Arteche, la poesía es como una llave (clave) que permite abrir un horizonte que está más allá de la contingencia habitual en que nos movemos y existimos. El poeta crea mundo y al crear da nombre a las cosas (Huidobro, dixit). Estos poemas que el desocupado lector o lectora tendrá el privilegio de conocer en una antología de nombre juguetón son la llave (clave) que nos revelará a un creador excepcional de la lírica chilena contemporánea.
6.- Según el mismo Arteche, poeta eminente también de nuestra tierra, la poesía no se “entiende”; la poesía se “quiere” o se debe “querer”. El poemario de Floridor Pérez llevará al lector o lectora curiosos a “querer” la poesía que tenemos a la vista y a toda creación poética.
7.- En la creación poética –no sólo en la lírica-, el artista (el escritor, en este caso) tiene una relación vital con el lenguaje; a través de los recursos extrañadores del lenguaje lírico, el poeta se “siente inmerso en el lenguaje sin ahogarse” (Schokel, dixit). En este poemario el lector tendrá una experiencia similar: se sumerge en la lengua poética y se siente atraído por ella como por un imán.
8.- La experiencia de leer poesía es intransferible. Hay personas a las que no les gusta leer textos líricos porque son “difíciles”; según aquellas son textos intraducibles. Pero, como hemos dicho más arriba, la poesía simplemente se ama. Es experimentar el placer del texto como diría Roland Barthes: el poema está allí, cójalo, léalo y disfrútelo en su despliegue como textualidad; déjele el ejercicio de interpretación poética a otro tipo de lector: el académico o crítico literarios que traen a la superficie incluso aquello que el poeta nunca previó.
9.- La pregunta: “¿Para qué sirven los poemas?”, es casi inoficiosa. Para el caso concreto de Floridor Pérez, la respuesta la encontrará al interior del libro.
10.- Por último, ante la afirmación de que hay mala poesía (por tanto, la hay de la buena y de la mala): “no es tu culpa que no te gustara. La culpa es del poema. Y del poeta”. En consecuencia, el ejercicio de lectura de los poemas de nuestro poeta Floridor Pérez, le permitirá al lector dilucidar si lo que ha leído es de la buena o de la mala poesía. Para quien escribe este decálogo se trata de la buena, y diría que óptima; si hubiere sido al contrario no estaría escribiendo estas razones de su lectura.
Por Eddie Morales Piña
Académico, Facultad de Humanidades
Universidad de Playa Ancha
Fuente: Casablancahoy.cl, publicado el 17 de mayo de 2016.
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