Hijo Ilustre de Concepción, el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi, guarda un apretado vínculo con la ciudad -hace poco estuvo acá celebrando el retorno de los restos de Martínez de Rozas-. De ahí que el médico cirujano conozca de cerca la realidad de la Universidad de Concepción y se atreva a lanzar, aún siendo el presidente del Consorcio de Universidades Estatales, Cuech, una idea que ampliaría la definición de lo público, tal como la conocemos.
– Usted habló en el Cuech de que no se puede hablar de discriminación al entregarle recursos sólo a las estatales, pero luego menciona que otras universidades como la de Concepción deben ser reconocidas por su aporte a su zona. ¿No hay ahí una contradicción?
– No hay tal contradicción. Yo creo que las universidades estatales son públicas, sin lugar a dudas, ése es el sistema público. Ahora, históricamente en Chile hay otras universidades que se han comportado siempre como si fueran públicas y que no tienen un sesgo ideológico, que se responsabilizan por el conjunto de la comunidad, como es el caso de Concepción, en primer lugar, de Valdivia, etc., y que tradicionalmente es casi indistinguible.
Pienso que debería haber alguna figura que representara eso, que están las estatales y que puede haber otras que pueden ser consideradas como si fueran públicas.
– Pero cuando se habló de incluir sólo a las estatales en la gratuidad, estas universidades quedaban fuera…
– Nunca las universidades estatales hemos dicho «nosotros queremos ser las únicas que entren a la gratuidad». Hemos dicho que no vemos ninguna razón para que no la tengan las universidades del Cruch y que eso puede ser abierto para otras universidades, en la medida que haya garantías de que su calidad es válida.
– ¿Cómo se haría esta división?
– En Chile están las universidades estatales, que han sido muy mal tratadas y que sería muy bueno que las volvieran a tratar bien. Después están estas tres universidades laicas, tradicionales, que no tienen dueño y que tradicionalmente han sido tratadas como si fueran públicas.
Pero las universidades católicas, por ejemplo, no son públicas, pero merecen tanto o más que otras recibir apoyo del Estado, en eso estoy totalmente de acuerdo. Claramente, no son públicas porque pertenecen a la Iglesia, porque tienen otra forma de ideología, lo cual no quiere decir que el Estado no pueda apoyarlas.
– ¿Y cómo se aplica esto a la discusión actual?
– Si lo llevamos a la contingencia, las estatales vamos a estar en la gratuidad. Entiendo que la razón por la cual tienen problemas de que entren las no estatales es que ahí aparecerían discriminando entre privadas.
Creo que una buena solución sería crear un estatus especial para las universidades como la de Concepción, Austral y Santa María, que sin ser estatales sí son reconocidamente públicas y tienen vocación pública.
– ¿Y la pertenencia al Consejo de Rectores, Cruch?
– No es trivial, porque como muy bien ha dicho Aldo Valle, son universidades que están socialmente legitimadas. El grado de confianza que Chile tiene respecto de las universidades que pertenecen al Cruch es distinto al que puedan tener, sin perjuicio de que hayan muchas universidades muy buenas, con las de fuera.
– El ex rector de la U. de Chile, Luis Riveros, planteaba cierta arbitrariedad en los criterios para la entrega de gratuidad, respecto del número de años de acreditación, por ejemplo.
– Creo que son cosas históricas que son producto de los avatares. Tiene toda la razón él, pero qué otros criterios tenemos. Yo el énfasis lo pondría en que es una vergüenza el que hoy día no tengamos un sistema que garantice que los estudiantes estén yendo a buenas, regulares o malas universidades. Que como país aprobemos darle crédito a estudiantes que están en universidades privadas, sin que tengamos una idea de si están siendo estafados o si están recibiendo una buena educación.
Pero, en lo concreto, creo que es un intento del Ministerio por salvar la situación. Porque aquí acusan al Ministerio de zigzagueante, pero uno puede zigzaguear porque es un mal ciclista o porque lo empujan de todos lados y al Ministerio le dan empujones.
– Hay temor respecto de lo que se apruebe en materia de discusión presupuestaria se pueda validar como parte de la Reforma…
– Es verdad, pero me alegro en todo caso, que gracias a esto estemos conversando de algunas cosas que siempre habían sido omitidas, como el subsidio a la oferta y la demanda. Por primera vez, el chileno comienza a pensar si lo justo es que se pague en razón de las cosas que el estudiante supuestamente elige, esta idea de consumidor informado, que toda la gente sabe que es falsa… Todos estos supuestos de mercado son difíciles de mantener.
Aunque sea una ley de presupuesto, me alegro mucho de que por primera vez hayan salido a la palestra estos temas, porque Pinochet se fue el ’90 y desde entonces sabemos que la ley del ’81 es una cosa que es casi sacada de un sketch cómico y nadie hizo nada por cambiarla…
Hasta con un criterio de defensa del consumidor uno hubiera tenido una actitud distinta. Lo que se ha hecho con las universidades tendría que ser mínimamente lo que se hace con cualquier fármaco o alimento. Tiene que haber una ley que proteja a los consumidores, a los estudiantes.
– Usted ha comparado nuestro sistema educacional superior con el retail…
– El concepto es que hay un bien que produce favores o riqueza, que es el título profesional. Primer grave error: la universidad es mucho más que una institución que da títulos profesionales. El título, de acuerdo al razonamiento chileno, es algo que le da ganancia a quien lo recibe; por lo tanto, si lo comparamos con un departamento que voy a arrendar, es justo que lo pague. Bajo ese criterio, quien se beneficia es el estudiante. De ahí viene todo el brutal egoísmo que caracteriza al sistema y el cómo la gente se va a comportar después.
– Y el Aporte Fiscal Indirecto (AFI)?
– El AFI es precisamente la quintaesencia de lo peor que tiene el sistema. Ahora, las universidades cuentan con esa plata y si se las sacan se desbalancean, pero creo que es justo pensar en sustituirlo por otra forma de pago. El AFI es precisamente el subsidio a la demanda, la plata va en función a lo que los estudiantes quieren, y como los que tienen más puntajes van a preferir a las universidades de más prestigio y tradicionales, como la Chile y la Católica, entonces unas pocas se llevan la mayor parte. Es un sistema para que el rico se haga más rico.
Publicado en Diario Concepción en línea, lunes 9 de noviembre de 2015.
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