Las hormonas pueden explicar las conductas violentas. Este es el principio que sostiene el investigador español Enrique Turiégano, quien desde hace años estudia la relación que existe entre la concentración hormonal de los individuos sobre su comportamiento.
El Dr. Turiégano actualmente desarrolla una estada corta en el Centro de Estudios Avanzados (CEA) de la Universidad de Playa Ancha. Aborda una línea investigativa que abre un nuevo enfoque para explicar el comportamiento de las personas, investigación que realiza junto al biológico del CEA, Dr. José Antonio Muñoz, quien es la persona que desarrolla esta área en Chile, a través de un proyecto Fondecyt. Ambos complementan sus trabajos: por una parte, el Dr. Turiégano aborda el estudio de las hormonas desde el punto de vista de la disposición a la cooperación, mientras que el Dr. Muñoz lo hace desde el punto de vista de la agresión.
Los investigadores afirman que, normalmente, la ciencia está acostumbrada a analizar los actos de los individuos desde la mirada social, sicológica e incluso antropológica, pero aseguran que el campo de la biología podría enriquecer los análisis e incluso podría ayudar a encontrar muchas respuestas que aún no han sido develadas.
“Los niveles hormonales controlan muchos aspectos de nuestras vidas, incluso los más cotidianos, como los ciclos de vigilia y sueño, el interés por las cosas, la actividad sexual, y la digestión, entre muchas otras. Pero dentro de esta amplitud, me interesa investigar cómo se relaciona la concentración hormonal, específicamente las sexuales (testosterona y estrógenos y progesterona), con el comportamiento de los individuos, y la verdad hay aspectos muy interesantes”, sostuvo el Dr. Turiégano.
Lo que podría resultar aún más llamativo es que, como las hormonas afectan la forma de la cara, se podría establecer cierta relación entre nuestro rostro y nuestros actos.
Si bien el objetivo de estas investigaciones no es determinar la relación entre la forma de la cara y el comportamiento, aseguran que no se puede obviar que durante la adolescencia, las hormonas se expresan también en la forma del rostro e incluso del cuerpo.
“Mayores niveles de testosterona favorecen la fuerza muscular, el crecimiento de la barba y rasgos típicos del varón. Cosa parecida ocurre con el estrógeno y los rasgos femeninos. Sin embargo, además de afectar el desarrollo físico del cuerpo, también afecta la morfología interna del cerebro y por ello, también afecta en nuestro comportamiento”, explicó el Dr. Muñoz.
Estos estudios permitieron determinar, además, que la testosterona (que hace que los hombres sean más agresivos), promueve comportamientos que favorecen la reproducción y la colaboración.
Ocurre algo similar con las personas que presentan rasgos más simétricos, lo que para los investigadores se interpreta como una persona con mayor capacidad de enfrentar el estrés ambiental y superarlo.
“Encontramos que los hombres con rasgos más simétricos, también son más colaboradores, porque son capaces de conseguir más recursos. Ello, porque su programa genético es más capaz de resistir los problemas del entorno y por tanto puede arriesgarse más a beneficiar a los otros, lo que es un estímulo para el propio individuo. Si un individuo es generoso con sus recursos, está demostrando que es capaz de conseguirlos. Sin duda, eso le da un valor desde el punto de vista reproductivo”, comentó Turiégano.
Si bien, en principio, esta propuesta pareciera ser un tanto compleja, se resume en que el material genético que traemos es clave para enfrentar todos los problemas de la vida y que, además, éste se expresa en rasgos físicos que son considerados como indicadores relevantes a considerar a la hora de intentar comprender nuestro comportamiento.
Estudiar entonces los rasgos hormonales y su relación con la conducta agresiva, es sin duda, otra arista que también podría explicar el comportamiento de muchos individuos a quienes actualmente solo se analiza desde el punto de vista de su historia de vida personal, familiar y social. La biología hoy nos confirma entonces, que se abre una nueva ventana de estudio para intentar comprender la complejidad del ser humano.
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