En un emotivo acto, la prorrectora Carmen Ibáñez Castillo presidió el acto interno de conmemoración de los 41 años del Golpe de Estado, donde enfatizó la importancia que nuestra comunidad reflexionara los momentos que nos permitan hacer desaparecer los restos de dictadura de nuestra sociedad, y en especial dentro de la Universidad de Playa Ancha.
Ibáñez criticó la pasividad con que la universidad aborda el Golpe Militar, pues a su juicio “nos impide volver a ser lo que una vez fuimos: la conciencia de nuestra sociedad, el faro que la iluminaba o, como diríamos ahora, la antena que emite propuestas de cambios para debatirlas con el medio que nos rodea”. A la vez, rechazó la convivencia de nuestra comunidad con acciones motivadas por el desencanto y la rabia, que “se traducen en una violencia irracional hacia nuestros escasos bienes”.
Durante su discurso, la prorrectora reconoció el deber como universidad de “tomar conciencia de los vacíos y carencias que aún permanecen entre nosotros… para que nuestra generación supere la herencia de la dictadura y podamos iniciar la construcción de una sociedad más justa, más solidaria, más democrática y, lo principal, más participativa”, sentenció.
No hay futuro sin un pasado
Tras este discurso, Luis Bork Vega, director de la cátedra de Derechos Humanos y contralor de nuestra casa de estudios, tomó la palabra para destacar que la Universidad de Playa Ancha fue la primera en realizar una reflexión en el tema de los derechos humanos y un homenaje a aquellos que sufrieron durante la dictadura militar de Augusto Pinochet.
Bork invitó a los asistentes a no conformarse con mirar solamente hacia el futuro, pues este “se construye con un pasado. Nadie construye de la nada y por lo tanto esta fecha es un momento de reflexión, de silencio, de recuerdo y de dolor. Pero si queremos proyectar esperanza y futuro, las universidades deben ser un espacio de construcción de la memoria y, por sobre todo, de una cultura de derechos humanos”.
Acto seguido, se invitó a los presentes a depositar un clavel a los pies del monumento a los Derechos Humanos ubicado en el patio de la Casa Central, para luego concluir con un minuto de silencio en memoria de los docentes, funcionarios y alumnos de nuestra universidad que padecieron durante la dictadura militar.
Discurso de la prorrectora Carmen Ibañez Castillo
Estimados miembros de esta comunidad:
Quisiera aprovechar esta oportunidad para compartir con ustedes algunas reflexiones acerca de esta fecha histórica que nos convoca como país y que para muchos de los que pertenecemos a una determinada generación, esta fecha marca parte importante de nuestra propia historia personal y familiar.
Es así como hoy 11 de septiembre, ha transcurrido otro año más desde el 11 de septiembre de 1973 y ya sumamos 41 años desde esa fecha en que un grupo de civiles y uniformados, destrozaron nuestra institucionalidad, se instalaron en el control del Estado, e iniciaron los 17 años más oscuros que muchos de nosotros hayamos vivido.
Son miles y miles las páginas que se han escrito, intentando explicar las motivaciones y razones que existieron para derribar el gobierno de la Unidad Popular. Y lo que hasta ahora ha demostrado la historia, luego de la desclasificación de documentos oficiales del gobierno de los EEUU, es que lo que hubo fue una combinación perfecta entre factores externos y factores internos que significaron el éxito del golpe militar.
Tan solo uno de los factores externos que quisiera destacar a manera de ejemplo, fue el duro bloqueo económico con el que el gobierno de Richard Nixon sometió a Chile en su decisión política de derribar a Allende.
Y entre los factores internos, considero que el más importante y más negativo fue, que las estrategias y tácticas de quienes apoyaban al Presidente Allende se basaron en una apreciación equivocada, infundadamente optimista y hasta diría triunfalista respecto de la real correlación de fuerzas políticas, sociales, económicas y culturales que existían en ese momento en nuestro país, correlación que era percibida como ampliamente favorable y suficiente para producir en Chile cambios revolucionarios e iniciar un camino a un socialismo muy particular y que denominábamos popularmente, un socialismo con gusto a empanada y vino tinto.
No existía por lo tanto ningún espacio para el diálogo, en especial con partidos como la Democracia Cristiana, ni con ninguna otra fuerza externa a la Unidad Popular.
Hoy día, 41 años después del golpe cívico-militar, nos encontramos con un modelo político donde existe, efectivamente, el diálogo, el debate, pero sin embargo, las decisiones son cupulares, sin participación de la base social; vivimos en el marco de un modelo económico neoliberal que ha transformado la educación y la salud en mercancías que se compran y venden en el mercado; tenemos una Constitución Política elaborada y aprobada por Pinochet, a la que se la han hecho algunos cambios, pero que en lo esencial defiende y mantiene el statu quo del modelo neoliberal.
Sumado a lo anterior, no hemos sido capaces de contratacar el enorme poder ideológico que mantienen los dueños de los medios de comunicación masiva, y hoy vemos cómo se construyen imágenes de inseguridad económica del futuro, para defenderse de tibias reformas tributarias en marcha y de cualquier reforma educacional que pudiese atentar contra sus intereses económicos particulares, en el negocio de la educación.
¿Y finalmente, cómo se refleja todo esto hoy día en nuestra Universidad a 41 años del golpe?
A mi juicio se refleja, por una parte, con una pasividad sutilmente instalada entre nosotros y que nos impide volver a ser lo que una vez fuimos: la conciencia de nuestra sociedad, el faro que la iluminaba o como diríamos ahora, la antena que emite propuestas de cambio para debatirlas con el medio que nos rodea.
Pero junto con esa pasividad, es bueno reconocer que en nuestra comunidad universitaria convivimos con acciones motivadas en la rabia y en el desencanto y que muchas veces se traducen en la destrucción irracional de nuestros escasos bienes a piedrazos y a golpes de combos y chuzos.
Por todo lo anterior, es que creo que debiéramos tomar conciencia de los vacíos y carencias que aún permanecen entre nosotros, en el seno de nuestra sociedad, dentro del sistema universitario y quizás lo más importante, dentro de nuestras mentes, para que nuestra generación supere la herencia de la dictadura y podamos iniciar la construcción de una sociedad, más justa, más solidaria, más democrática y lo principal, más participativa.
Urge que nuestra comunidad reflexione acerca de las vías, los modos y los momentos que nos permitan hacer desaparecer los restos de la dictadura de nuestra sociedad y especialmente de nuestra casa de estudios.
Espero que compartan conmigo, que 41 años ya son un tiempo más que suficiente.