Carta abierta al Sr. Andrés Benítez

Señor
Andrés Benítez
Rector
Universidad Adolfo Ibáñez
PRESENTE

Señor Andrés Benítez:

El domingo 13 de noviembre, en un programa televisivo de reconocido prestigio, usted definió a la Universidad de Playa Ancha como de “malos alumnos”. Como profesional formado en esta institución desde mis diecinueve años y luego como docente en ella durante casi treinta años, no pude menos que sentir frustración por no poder responderle.

Pero esa es una emoción, señor Benítez, como supongo que sus juicios fueron también emocionales, toda vez que no hay explicación para descalificar a un ausente a través de las cámaras y ante todo el país. Mucho menos debe hacerlo un académico, de quien se espera vista los ropajes de la reflexión y el respeto al prójimo.

Sus palabras, señor Benítez, no sólo afectan a una institución muy antigua y de orgulloso origen: la Universidad de Chile. Esta institución que usted descalifica, la Universidad de Playa Ancha, y a la que pertenezco, quizás no amerita los niveles que usted cree deben definir a una universidad, porque no investigamos tanto como exige el actual sistema crediticio. No obstante, hay evidencias formales de más de cincuenta años de producción intelectual de mis colegas en todas las bibliotecas del país y del extranjero bajo la forma de investigaciones varias, artículos y libros. Es cierto que no tenemos aún las cifras de producción que los actuales parámetros exigen a las universidades estatales, que no a las privadas. Quizás esto se deba a que los docentes de esta institución deben impartir a veces hasta seis cursos por semestre, atender numerosos requerimientos académicos y de desempeño administrativo, escribir artículos, esforzarse por investigar y realizar extensión en una universidad caracterizada por el drama de miles de alumnos que carecen de los más básicos requisitos para el ejercicio académico. Estos estudiantes no se alimentan debidamente, provienen de regiones lejanas, de familias separadas cuyos adultos se desempeñan en trabajos míseros o simplemente son cesantes. Alumnos que viven agrupados en casas pobres de Valparaíso, compartiendo sus gastos, el frío y el pan. No tienen libros ni dinero para comprarlos, no tienen dinero para movilizarse y muchos deben trabajar en labores menores en los cuales se los explota por salarios oprobiosos. Por ello, muchos reprueban en ocasiones, pero bajo ningún punto de vista ello amerita que se los califique de “malos”. Sólo son pobres.

Estos alumnos, sin embargo, son el centro de nuestros esfuerzos. A ellos no sólo esta universidad los provee de una profesión, sino que les devuelve la confianza en sí mismos y en la comunidad. Restituye en estos jóvenes el deseo de participación en un sistema social que les ha sido hostil, insuflando en ellos el capital simbólico de quien desea constituirse en agente de cambio de su país. Su comprensible rebeldía –dada su condición de jóvenes y pobres- toma la forma de hombres y mujeres jóvenes que se incorporan a la sociedad para compartir –no para ganar- a través de la solidaridad y el conocimiento. No son simples trabajadores que por la vía de un título universitario responderán al manido recurso de una movilidad social que, irónicamente, los endeudará de por vida. Son ciudadanos que poseen tres rasgos que unidos son peligrosos para una sociedad que los quiere dulces y útiles: conocimiento, inconformidad y valentía. Eso no los hace “malos”, señor Benítez. A nuestros ojos -y según parece confirmarlo las decenas de miles de chilenos que han salido a las calles en estos meses- es lo mejor que puede pasar a un ser humano.

Atte.,
Prof. Norberto Flores C. (Ph. D.)
Presidente
Asociación de Académicos
Universidad de Playa Ancha

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A su vez, en la solemne ceremonia, se honró el legado de seis académicos que se acogieron a retiro: Gonzalo Bustillos Portales, Ramón Donoso Alfaro, Eduardo Faivovich Bortnik, Luis Faúndez Fuentes, José Meza Guzmán y Miguel Vásquez Vicencio.