“El arte es la mejor herramienta de cambio”

Más que un cúmulo de certezas teóricas, la visita del argentino Omar Cyrulnik a la Universidad de Playa Ancha dejó la imagen de un agricultor que en tierra fértil lanza semillas de distinto origen respetando la característica y condición de cada una de ellas.

Sus palabras sobre el arte como forma de vida creadora son libertarias, en el entendido de concebirla como un grado de conciencia mayor, donde el primer reconocimiento profundo es el propio. Un proceso que el Director del Centro de Experimentación del Teatro Colón de Buenos Aires compartió con la comunidad universitaria en el marco de la primera jornada del Ciclo «Reflexiones Universitarias».

El connotado músico confrontó la visión tradicional que prevalece en la educación formal con aquella vinculada íntimamente a la conexión entre conceptos fuertes como la conciencia, la esperanza, el arte, y su posibilidad para generar los cambios soñados.

¿Cómo describiría el diálogo con los estudiantes de la UPLA?

“Fue una experiencia hermosa, maravillosa. Desde lo estructural, en principio, porque fue un honor empezar con estas reflexiones universitarias. Práctica y concretamente fue muy bello, porque siempre es maravilloso encontrarse con jóvenes que ayudan a salir de esta estructura tan absurda de pensar que todo va peor, cuando en realidad uno, con la experiencia que hemos vivido en este diálogo, siente que, por el contrario, va todo mejor. Simplemente, eso que está mejor está ahí expectante, listo para encenderse y cuando eso pasa queda una cantidad impresionante de esperanza”.

¿Y qué papel juega el arte en esta constatación de una realidad cada vez mejor, cuando parece haber más vacío que luz?

“El vacío es indispensable, es el punto desde dónde se va a generar esa luz; de eso estoy seguro aunque resulte un poco críptico decirlo.

Me parece que el arte, en tanto vehículo para esa luz, es la mejor herramienta porque -y lo hablamos en la reflexión- la entiendo como un estado de conciencia particular en el cual acumulo toda la atención en un instante. Si el arte llegara a ser eso, me parece que es la herramienta ideal, perfecta para cambiar las cosas. Tengo la sensación que es la única. Lo otro es buscar sinónimos de ella al llamarla amor, compasión u otras palabras que poéticamente me pueden ayudar.

Entiendo el arte como esa posibilidad de estar presente aquí con total conciencia. Donde hay arte no puede haber injusticia, donde hay arte no puede haber dolor, donde hay arte no puede haber violencia. Si veo al arte así es lo mejor.”

Entonces, viendo el arte de esta manera, podríamos añadir que su enseñanza no es patrimonio exclusivo de la formación universitaria…

“En todo caso, la Universidad tiene la responsabilidad y el privilegio de ser de algún modo un surtidor conectado con alguna zona misteriosa, tendría que ser los conductos que tienen que estar siempre bien limpios y preparados, una especie de padre universal dispuesto a amamantar esa esencia mágica que nos invita esa práctica del arte.”

Debiese ser, ¿pero es?

“Sí es, o de lo contrario no estaríamos charlando. En todo caso, como todas las cosas que son no tienen una sola cara y entonces criticamos, discutimos y reflexionamos. Basta de estar deseando ese futuro cómodo, exitoso; basta, entremos a este presente incómodo y molesto y sigamos moviéndolo.”

¿Cuáles son los relatos porteños que te llevas a Argentina?

“Estas horas han sido como un sueño. Estuvimos sólo 48 horas pero resultó ser un tiempo de plena actividad. Me llevo una enorme inquietud y una cantidad de herramientas para trabajar muy grande y la esperanza de estar rápidamente de vuelta en Valparaíso. Mientras antes mejor.

Me llevo la imagen de una gaviota que estaba posada en la ventana de mi hotel. Eso me llevo. Me comprometo, entonces, si me distraigo en las próximas horas de este vínculo con la Universidad, a recordarla para que me traiga nuevamente volando hasta acá”.

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