Directora de la Escuela Eleuterio Ramírez de Valparaíso destaca la importancia de proyecto UPLA: “A quienes primero va a beneficiar es a los niños y niñas”

María Loreto Iturrieta Monares, directora de la Escuela Eleuterio Ramírez de Valparaíso

“Tradicionalmente es la Universidad la que viene a tomar a la escuela prácticamente como a un pupilo: traen el conocimiento que vienen a transferir a nosotros. Acá, en cambio, hay un proceso dialógico, de co-construcción”, enfatiza María Loreto Iturrieta Monares, quien en su calidad de directora de la Escuela Eleuterio Ramírez del cerro Rocuant en Valparaíso ha participado activamente del proceso de instalación del proyecto UPA 2395 de la Dirección General de Vinculación con el Medio de la Universidad de Playa Ancha (DGVM-UPLA).

Esta iniciativa interdisciplinaria en la que participan las facultades de Ciencias de la Educación; Ciencias Naturales y Exactas; Ciencias Sociales; Humanidades; Ciencias de la Salud; la Secretaría de Estudios y la Dirección de Equidad e Igualdad de Género de la UPLA, tiene como objetivo realizar una contribución al fortalecimiento de aprendizajes de niños, niñas y adolescentes en comunidades escolares de seis establecimientos educacionales de las comunas de Valparaíso, San Felipe y Concón, entre ellos la Escuela Eleuterio Ramírez, todo a partir de la implementación de un modelo relacional dialógico co-construido con perspectiva de género e intercultural, entre la formación inicial docente y las comunidades escolares.

En una entrevista para la DGVM-UPLA, la directora del establecimiento escolar destacó que dicha instancia viene a sumarse a otros vínculos bidireccionales que dicha escuela ha consolidado con la UPLA.

Escuela Eleuterio Ramírez de Valparaíso

– ¿Qué procesos de vinculación académica ha tenido la Escuela con la UPLA?
“Tenemos una trayectoria de acercamiento con la UPLA, porque hemos sido durante muchos años centro de prácticas. Hay una cercanía, una afinidad, por ejemplo con la carrera de Pedagogía en Historia y Geografía: la jefa técnica de la Escuela es profesora de Historia; yo soy profesora básica y elegí mi mención en Historia y Geografía; conozco muy bien a muchos profesores de Historia de la UPLA: Felipe Vergara (N.del. R: director de la carrera de Historia y Geografía UPLA) en algún momento él me hizo clases cuando era ayudante. Entonces, hay una cercanía, una afinidad, y cuando llegan los chiquillos, como a cualquier practicante se le recibe con mucho cariño y mucha responsabilidad. También hemos tenido practicantes de Castellano, estamos recibiendo a practicantes de Psicología, así que siempre hay una lógica de trabajo de abrir las puertas a la Universidad para que los chiquillos y chiquillas hagan sus prácticas”.

– ¿Cómo han recibido ser parte de este proyecto, qué importancia tiene para ustedes?
“Lo hemos recibido con un entusiasmo enorme, con mucha motivación y, por qué no decirlo, también, con mucha expectativa y mucha ansiedad de ver cómo vamos a poder concretar este modelo dialógico entre la Universidad y la Escuela, que son mundos con realidades tan distintas, pese a que somos instituciones de enseñanza; nosotros trabajamos con niños y niñas de entre 4 y 14 años, y la Universidad con personas adultas, con motivaciones distintas.

“Por otra parte, tradicionalmente es la academia, la Universidad, la que viene a tomar a la escuela como prácticamente como a un pupilo, un aprendiz, y traen el conocimiento que vienen a transferir a nosotros. Acá, en cambio, hay un proceso dialógico, de co-construcción. Entonces, en temáticas tan importantes como la multiculturalidad, el género, la migración, no son solamente los profesores o la Universidad, sino que los chilenos en general, los que tenemos que aprender a hablar. La responsabilidad no es de la Universidad, principalmente, sino que parte con nosotros, con la escuela. Esperamos que los frutos sean los que el proyecto tiene establecidos. Por eso los abrazamos, porque son los que nosotros siempre tenemos: oportunidades, y las mejores, para nuestros niños y nuestras niñas”.

– ¿Cuáles observa que son los principales desafíos que representa para ustedes este proyecto?
“Por ejemplo, ahora que estamos en la etapa de diagnóstico tenemos que aplicar un instrumento, entonces, con toda la buena disposición y buena voluntad de la Universidad, si son 50 preguntas, yo les tengo que decir: “Esperen, revisémoslo con la Escuela”. A lo mejor, para quien construye el instrumento, son preguntas muy válidas, pero a la larga pueden fatigar a mi niño o niña y hacer que, por contestar apresuradamente, se pierda la validez que tanto se busca al reiterar tres veces la misma pregunta. Nuestros niños son muy chiquitos; sobre todo en el segundo ciclo, entre quinto y sexto, son guaguas todavía, entonces sus niveles de concentración, su fatiga, las disrupciones que tienen, hacen que nosotras tengamos ciertas consideraciones con ellos para la aplicación de instrumentos, para que no sean tan fatigosos y que sean válidos.

“En la escuela nuestra, en particular, no negamos el estándar de los instrumentos de aplicación y, por supuesto, no desconocemos la validez que tiene todo instrumento -sobre todo los que nos presentan desde el Ministerio de Educación, como el DIA (Diagnóstico Integral de Aprendizajes)-, pero sin ánimo de ser disidentes, ni dárnoslas de vanguardistas, o de innovadoras porque sí no más, hemos construido nuestros propios instrumentos. Con eso nosotros diagnosticamos, evaluamos procesos y vemos procesos de cierre. ¿Por qué? Porque conocemos nuestro contexto; este privilegio de trabajar en una comunidad pequeñita nos hace conocer no solamente la neurodiversidad de nuestros niños, sino que también la neurodivergencia. Entonces, para nosotros es súper importante el conocerles tan bien, que somos capaces de desafiarnos para construir instrumentos propios.

– ¿Cómo ha sido la relación con la Universidad respecto de esta lógica de co-construcción del proyecto?
“Estamos en una primera etapa, así como cuando uno se está conociendo y dando esas primeras miraditas, así que esperemos que la relación camine por ese mismo lado. Hemos estado conversando mucho con Néstor (N.del.R: Néstor Cortés Lucero, académico UPLA y coordinador del proyecto en las comunidades escolares de Valparaíso). Hemos tenido reuniones con Auristela (N.del.R: Auristela Hormazábal Soto, académica UPLA y coordinadora académica del proyecto) y con el profesor Fernando (N.del.R: Fernando Carrasco Mery, asesor pedagógico del proyecto), y la recepción ha sido muy buena con respecto a la escuela, entendiendo que es la escuela la que conoce a sus niños y niñas, y a sus lógicas de trabajo, su rutina, su cotidianidad, a lo que está acostumbrada la comunidad en sí. Porque aquí, por ejemplo, no podemos dejar de lado a las familias tampoco; las comunidades son eso. A diferencia de una Universidad, donde la lógica es la Universidad y sus estudiantes, y su vinculación con el territorio, aquí las familias tienen mucho que decir, mucho que colaborar, tenemos muchos desafíos con la familia.

“Entonces, es ahí donde tenemos que llegar a conversar con la Universidad para que lo que tienen planificado luego lo podamos insertar y acomodar a la modalidad en la que están acostumbradas a trabajar nuestras familias; con la flexibilidad que también tiene que tener la escuela de abrir sus espacios para buscar nuevas maneras. La escuela es la entidad más dinámica que existe, cambia siempre, porque nuestros sujetos de acción cambian. Nosotros dejamos de ver a los niños en diciembre y cuando retornan en marzo ya son otras personitas, en su etapa de desarrollo de tres meses, ya no son nuestros mismos niños. Han cambiado, las hormonas revolotean por aquí, por allá; entonces, la escuela es muy dinámica en ese sentido. Entonces, también dentro de ese mismo dinamismo, tiene que estar muy abierta a ser flexible, a incorporar; dentro de la ruta establecida a seguir, nuestra planificación tiene que ser lo suficientemente flexible para ir incorporando lo que consideremos que nos va a ir sirviendo”.

La interculturalidad, la migración, el género, son temas que históricamente en nuestro país han estado súper escondidos

Escuela Eleuterio Ramírez de Valparaíso– ¿Cómo se observan en su comunidad los temas que aborda el proyecto, la interculturalidad y la perspectiva de género?
“En las escuelas siempre pasa lo mismo, no solamente con estas temáticas, sino que también con otras como, por ejemplo, la obesidad infantil, el fomento de la actividad física; hay muchos temas que llegan a la escuela y la hacen responsable de trabajarlos, pero vienen con un instructivo desde el Ministerio (de Educación), con el respaldo de una ley -la de Financiamiento siempre-, pero sin una actualización o capacitación para los equipos que trabajamos en la escuela, y no sabiendo que hay mucho que aprender.

“La interculturalidad, la migración, el género, son temazos. En nuestro país son temas que históricamente han estado súper velados, escondidos, voluntaria o involuntariamente; entonces, hoy están sobre la mesa, pero así de sopetón. Y lo sumamos a una Ley de Inclusión y a otras leyes, entonces estamos todos hablando, pero yo no sé si tú estás en la misma ‘página’ que estoy yo; podemos estar hablando de género los dos, de multiculturalidad, pero no hemos definido primero lo que vamos a hablar. Entonces, la escuela tiene que empezar a hacerse cargo, establecer protocolos y atender las demandas de las familias dentro del desconocimiento y los miedos que tienen, y el miedo yo lo puedo definir -desde mi propia experiencia- como un miedo hacia lo que yo no conozco. Entonces, cuando dicen que en la escuela vamos a hablar de género, se dice ‘van a abrir puertas que mi hijo no tenía pensado que le iban a abrir’. Hay papás que dicen ‘no le inculquen esa ideología’… ¡Y la escuela no les va a inculcar nada! ¡Cómo te voy a inculcar yo la opción que tú tienes o la decisión que has tomado con respecto al género!

“Además, la escuela es una entidad pública, por lo tanto, dentro de todo su ‘deber ser’ está el ser garante de los derechos de los niños y niñas, y dentro de eso, están las temáticas de género, ser respetuoso con la multiculturalidad; si llega un niño migrante, ofrecerle las mismas oportunidades que les ofrecemos a cualquiera de nuestros niños y niñas, pero nadie se ha tomado el tiempo de hacer una bajada, de conversar con las escuelas y decir: ‘Vamos a tener una jornada de reflexión, a conversar, a desaprender y a aunar criterios, y vamos a desaprender quizás’, porque los profesores incluso tenemos que desaprender. Creo que nos falta mucho, ¿y dónde tiene que pasar eso?, en la escuela, ahí se tiene que formar. Ese niñito o niñita que yo recibo a los cuatro años, si yo le doy la oportunidad de tener el privilegio de conocer, de experimentar, por supuesto que todos los temas le van a ser naturales, y él o ella, van a llevar también su voz a sus familias y le van a poder explicar.

La escuela tiene que estar siempre abierta a los que queramos dialogar, construir algo que le permita a los niños y a las niñas tener la oportunidad de mañana ser ciudadanos conscientes, y hablar con propiedad de estas temáticas. No es necesario citar, solo que lo tengan internalizado para poder aprender a convivir entre todos, con lo que somos y no con lo que alguien decidió que teníamos que ser.

¿Cómo proyecta la implementación del proyecto UPA 2395? ¿Qué logros le gustaría poder mostrar una vez que este proceso termine?
En primer lugar, que los objetivos se cumplieron para ambas partes; que el método dialógico si funcionó y que ninguna de las partes quiso hacer valer su postura, porque el diálogo es eso, en algún momento incluso transar. El UPA2395 a quienes primero va a beneficiar es a los niños y niñas de la Escuela San Judas Tadeo, de mis ‘eleuteritos’ y ‘eleuteritas’. Si realmente logramos construir este conocimiento, que el proyecto se vaya afianzando, que tenga la flexibilidad para ir acomodándose a la realidad de la escuela, creo que lo habremos logrado, y va a ser una gran experiencia para ambas partes.

Fuente: Daniel Labbé Yáñez, periodista DGVM / Campus San Felipe

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