El patrimonio rural del Aconcagua. Segunda parte: Haciendas del valle

Hacienda Quilpué, San Felipe,1930. (www.enterreno.com)

 

«Los fértiles suelos de las provincias de San Felipe y Los Andes fueron usados desde la prehistoria hasta el presente, sin embargo, durante la Colonia (1598 y 1810) la división predial de este recurso tuvo un modelo de producción y humanización que se identificó con las haciendas, complejos agropecuarios cuya presencia se prolongó hasta el proceso de la Reforma Agraria (1962 – 1973), situación que redujo la extensión de estos campos, pero no así la toponimia de los mismos, la cual se arraigó en la comunidad local.

Las haciendas, en palabras de Memoria Chilena indica que “Durante siglos la hacienda fue uno de los pilares fundamentales en los que descansó la estructura social chilena. El orden jerárquico imperante en el campo, con los patrones, mayordomos, inquilinos y peones, reflejó de manera patente el ordenamiento semiestamental que caracterizó a nuestro país durante los siglos XVII, XVIII, XIX e incluso durante parte del siglo XX”. Esta situación, permitió en palabras de este columnista, la generación de la llamada terratocracia, que fue un grupo de personas que hacían del trabajo de estos ingenios su fortuna, que se expresó en la construcción de casas patronales, parques,  infraestructura y equipamiento que fueron modelo de productividad y adelantos para lo que fue a posteriori la llamada agricultura tecnificada.

En cuanto a la figuración espacial de las haciendas aconcagüinas, destacan para la comuna de Putaendo respectivamente la de Piguchén (cuyo nombre según el mapudungun y el chilote es equivalente a serpiente emplumada), cuya data como propiedad es del 1600 y su constitutivo  es la sumatoria de mercedes de tierras (donación de tierras por parte de la Corona española a los encomenderos, lo cual significó establecer las mercedes reales que, eventualmente, eran dadas a los pueblos originarios que formaran tierras comunales).

La permanencia de este latifundio se mantuvo hasta 1961 y en su contexto predial hay construcciones diversas, y su legado en el patrimonio cultural intangible refiere a diversas leyendas, tradiciones y costumbres del campo.

Por su parte, la Hacienda Lo Vicuña, ubicada en la Rinconada de Los Guzmanes, que en el descriptivo del Consejo de Monumentos Nacionales (dado que este dominio agrario está declarado Monumento Nacional en la categoría de Zona Típica desde 2008, la Hacienda Lo Vicuña fue declarada Monumento Nacional en dicha categoría) indica que “La construcción del conjunto arquitectónico se inicia en 1790 respondiendo a la necesidad de Tomás Vicuña Madariaga de crear un complejo donde estuviera su residencia y desde donde pudiera controlar y administrar su Hacienda, dedicada en un comienzo a la ganadería. Su emplazamiento posee las características clásicas del esquema de una Hacienda, situándose en la parte alta y plana del Valle, equidistante de los sectores cultivados y comunicada al exterior por caminos de servicio”.

En relación a la comuna de San Felipe, surge la hacienda de Quilpué, que en su apropiación campestre hizo su aparición una mansión con diseño propio del afrancesamiento de la arquitectura chilena, la cual fue diseñada por Juan Eduardo Fehrman mandatado (1886) por doña Juana Ross de Edwards para este propósito. Cabe destacar que esta hermosa edificación contó con un centenar de habitaciones, exquisitos salones equipados, entre otros aspectos, con obras de arte y un delicado y fino mobiliario.

La accesibilidad y localización de esta pertenencia hacendal respecto de la línea del ferrocarril (válido también aunque para el siglo XX de las haciendas del valle del Putaendo) permitía movilizar la producción a centros de consumo mayor a nivel regional y nacional, pero a la vez, la conectividad viaria con el tren transandino hizo de este predio y su suntuosa residencia patronal ser el anfitrión de renombradas personas y personajes, tales como el Príncipe Eduardo de Gales, Humberto de Saboya, Enrique de Prusia, Fernando María de Borbón y el Cardenal Benlloch.

Como resultado de este primer acercamiento a las haciendas del valle queda de manifiesto su valía patrimonial, que para algunas de ellas parece que la indolencia social permitió la destrucción de este rico legado, no obstante, el Estado omnisapiente y omnipresente ha dado algunos recursos para la recuperación paulatina del esplendor que alguna vez convirtió a estas propiedades en deslumbrantes escenarios  de la campiña del Aconcagua».

 

***Gastón Gaete Coddou,  geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.

Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles  8 de septiembre de 2021

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