Daniel Lagos: “La vida no me debe nada. Ya me lo dio todo”

Paciente, perseverante, agradecido y, por sobre todo, un hombre con una profunda vocación por la formación. De corazón noble y lleno de fe. Eso es lo que mejor define a Daniel Lagos Altamirano. Para unos, un destacado Doctor en Lingüística por la Universidad Complutense de Madrid; para otros, un pastor evangélico; pero, para una gran mayoría, el “maestro”.

Con una ansiedad que no lograba disimular, tomé la grabadora y la cámara y corrí hacia el ascensor. La cita era a las 15.30 horas, en punto. No quería llegar atrasada y parecía que ese elevador no quería bajar a buscarme. De pronto se abren las puertas, y me encuentro frente a frente con un hombre mayor, muy bien vestido, de una generosa mirada, abundante barba blanca, y con un elegante bastón en su mano derecha.

-Ah…..es usted. Mire dónde nos encontramos- le dije.
-No quería llegar atrasado a la entrevista -me respondió. Era don Daniel Lagos Altamirano, quien venía tranquilo y contento a conversar sobre su vida, sus emociones más profundas y de sus 46 años de labor académica en la Universidad de Playa Ancha. Al verlo entrar a la Facultad de Humanidades (tras acogerse a retiro el año pasado), todas las secretarias se levantaron a saludarlo. Con paso firme -y siempre tomado de su bastón-, recorrió cada uno de los escritorios, hasta que finalmente me hizo pasar a la oficina que, hasta el año pasado, era la suya. Sin embargo, parecía que el tiempo se hubiera detenido, porque hoy, aún en esa puerta cuelga la placa que dice: Dr. Daniel Lagos, director Departamento Disciplinario de Lingüística. Da la impresión de que su sucesor y discípulo, Juan Pablo Reyes, no la quisiera cambiar.

Nos sentamos en una mesa redonda, y en un ambiente muy tranquilo, la entrevista comenzó. De forma fluida y dando cuenta de una gran memoria, don Daniel repasó su vida desde la infancia: el penúltimo de siete hermanos. Por ejemplo, recuerda con detalle el nombre de su escuela y de su liceo, allá en Victoria, cerca de Los Sauces (Región de la Araucanía), donde nació y donde de pequeño demostró ser un gran lector.

“Yo vivía en una ciudad muy lluviosa, por lo tanto, la mayoría del tiempo, lo pasábamos en casa. Por supuesto, aprovechaba de leer lo que más podía. Muchas veces lo hice junto a un vela y luego usaba una lámpara a parafina”, dice entre sonrisas, sin disimular la alegría que le genera recordar esos tiempos.

Se reconoce un lector innato. ¿Por qué?¿qué sensación tiene cada vez que toma un libro?

-“Leer es lo más maravilloso que hay, porque se descubren nuevos mundos, nuevos pensamientos, nuevas historias, nuevos puntos de vista. Es abrirse a pensamientos diferentes, culturas y modos de vivir. Jamás dejaría de hacerlo.Cada autor tiene una visión, una ideología que va plasmando en el texto y eso es siempre interesante”.

¿Cuál es el libro que más lo ha cautivado?
“El primero y más importante para mí, es la Biblia, que por cierto he leído completa más de 50 veces y en diferentes versiones. De niño, cuando tenía 10 años, recuerdo con mucho gusto La Cabaña del tío Tom, y de adulto: El Quijote de la Mancha, porque es un texto intenso, donde se muestra la locura, el sueño y donde todo es posible. Cada capítulo es una aventura…”.

El Dr. Lagos habla de los libros como cuando alguien tiene en frente un gran regalo para abrir; es decir, habla con alegría, con pasión. Y así lo notaron también todos sus profesores, especialmente en la universidad, cuando antes de iniciar los cursos, él ya había leído la mayoría de los títulos de la bibliografía indicada. No es de extrañar, entonces que siempre le solicitaran ser ayudante de las distintas cátedras (tanto en literatura como en lingüística).

“Por mis notas, tuve la oportunidad de entrar a la Escuela Normal y a la Universidad, porque quería ser profesor. Y opté por esta última, pues a mi corta edad, tenía claro que la educación superior era el mejor camino para proyectarme. Y no me equivoqué. Fue entonces que me convertí en el primero de mi familia en ir a la universidad. Del resto de mis hermanos, cinco son también profesores, todos de la Escuela Normal.

Su padre fue funcionario de Carabineros (llegó al grado de suboficial mayor), su madre se dedicó a la crianza de los hijos. Pero sin duda, lo más importante es que ambos eran pastores evangélicos, lo que permitió sembrar en el corazón de todos sus hijos, el amor a Dios, al prójimo y la confianza en la vida. Incluso, ese aspecto tan íntimo lo incorporó tanto en su vida personal, en lo cotidiano y en su relación con los demás, hasta el día de hoy.

Ayudante del minuto uno

Daniel Lagos inició sus estudios superiores de Pedagogía en Castellano en la Universidad de Chile, sede Temuco, donde cursó el primer año, pues como tenía como referencia el Instituto Pedagógico de Valparaíso, realizó todas las gestiones para el traslado, cuestión que se concretó sin mayores contratiempos.

“Recuerdo perfectamente, que todos mis profesores en el liceo, utilizaban la bibliografía de Félix Morales Pettorino y de Florencio Valenzuela, y todos sus textos decían ´Instituto Pedagógico de Valparaíso´. Lo mismo ocurría con los libros de inglés y de biología. Por lo tanto, siempre quise llegar acá”, recordó con entusiasmo el Dr. Lagos.

En términos cronológicos, comenzó como ayudante en el año 70, en la asignatura de literatura, en Temuco, pero luego esa misma tarea se replicó en en Valparaíso, donde conoció a su esposa, con quien lleva casado más de 45 años. Cuando hace este alcance, se detiene un momento y, de lo académico, hace un gran paréntesis para decir que estar casado con su mujer, es lo más hermoso que le ha pasado en la vida. “Cuando vine a conocer Valparaíso, fui a una iglesia para escuchar la Palabra, y allí, entre medio de la gente, la vi. De inmediato supe que ella sería el amor de mi vida. Y no me equivoqué. Cierra el paréntesis.

Luego precisó que solo alcanzó a cursar un mes en 1971, cuando recibió la resolución de que su cambio había sido aprobado.

¿Cómo vivió esa experiencia de llegar al Instituto Pedagógico de Valparaíso (sede de la Universidad de Chile), como estudiante?

-“Fue increíble. Fue una inmensa sorpresa para mí, descubrir que el jefe de carrera era don Félix Morales Pettorino. Fue impactante. Era una autoridad, un autor, cuyos libros conocía perfectamente, y enfrentarme a él, por primera vez, ni el habla me salía. Lo recuerdo perfectamente. Fue un momento muy emocionante para mí, sin saber que más adelante sería su ayudante (el último); y escribiría unos dos o tres libros con él. De modo que fue una experiencia única. Ocurrió lo mismo con el profesor Gastón Carrillo Herrera, director del Departamento de Lingüística, quien también me pidió que fuera su ayudante”.

Entre dos dioses

Lagos reiteró que fue el primero de su familia en entrar a la universidad, cuestión que lo llenó de orgullo, pero a la vez -advierte-, implicó una gran responsabilidad, la que asumió con mucho cariño, esfuerzo y tesón. Además, le encantaba la pedagogía, la que le resultó simple de ejercer, pues por actividades de la Iglesia, desde joven se acostumbró a trabajar con niños y a tratar con públicos masivos. “Cada una de mis presentaciones en la universidad, eran seguidas atentamente, incluso por el profesor. Luego hubo un concurso para la ayudantía de Fonología, y lo gané. Eso significó que también fuera ayudante de don Félix Morales; Es decir, fui ayudante de los dos más grandes maestros de la lingüística de ese entonces”.

¿Y cómo era trabajar con ellos?
-“…Ah…ni me lo recuerde….Ambos eran como dos dioses, que no se hablaban ni entendían entre sí. Por lo tanto, yo era el que llevaba los recados de uno al otro”.

Más allá de las respectivas disciplinas ¿Qué es lo que aprendió de la cercanía con ellos y de las labores que desempeñó?

“Sin duda, el trabajo en equipo. Ellos eran personas muy generosas con sus estudiantes. Por lo tanto, sus conocimientos lo compartían y lo multiplicaban, a través de la formación de sus propios ayudantes. Finalmente, escribí libros con ambos maestros, pero también me quedé con esa dinámica de formar equipos”.

Dr. Daniel Lagos junto a su discípulo, Juan Pablo Reyes.

Su especialidad es la lingüística ¿Cómo derivó en esta disciplina?

-“El profesor Carrillo era un hombre, también teórico y muy trabajador, pero él hacía más estudios en terreno. Incluso, ideó el Atlas Lingüístico y Etnográfico de Chile, que implicó recorrer de Arica a Punta Arenas para conocer cómo hablaban los chilenos. Fueron años muy productivos. Lo triste del tema es que con el Golpe Militar de 1973, el profesor Carrillo fue detenido y finalmente exiliado a Alemania”.

Cuando se refiere a este episodio, el Dr. Lagos baja la voz y la mirada….queda pensando y luego retoma su historia con el Dr. Morales, quien lo apoyó para que hiciera un doctorado en Lingüística en la Universidad Complutense de Madrid, lo que hizo casi en forma paralela con el doctorado en Filología Bíblica, en la misma universidad. A los 28 años, el entonces joven Daniel Lagos, regresó con su doctorado en Lingüística y con los estudios del segundo, cuyo doctorado obtuvo al año siguiente.

Todo este esfuerzo y dedicación, no lo hizo solo. De corazón lo acompañó su esposa, con quien se casó a los 23 años, siendo ambos estudiantes, aún. A pesar de que esta oportunidad les significaría estar separados por cerca de dos años, lo apoyó en todo momento, hasta que también ella, posteriormente, llegó con maleta en mano a hacer un postítulo a España. Era estudiante de Pedagogía en Francés aquí en la UPLA, y también ayudante (de gramática diacrónica y latín), lo que claramente grafica lo mucho en común que tienen hasta ahora.

“Recuerdo que nos escribíamos una carta diaria, pero usted comprenderá que hace casi 50 años, las cartas demoraban más de 3 semanas en llegar. Por lo tanto, yo iba todos los días a ver la lista de correo (que funcionaba así en ese tiempo), hasta que de repente, aparecían seis cartas juntas…..era maravilloso tomar esos sobres, abrirlos y leer las cartas todas juntas. Ambos lo hicimos. Fuimos muy fiel a nuestro amor, por eso seguimos más de 45 años de casados”, comenta un tanto nostálgico .

Después, llegaron los hijos (3), con una diferencia de entre 7 y 8 años, por lo que sintieron que cada uno fue un hijo único.

Profesor, durante los últimos años en la universidad, usted dedicó mucho tiempo a la Lingüística asociada a la interculturalidad, ¿cómo se produjo esa fusión?

-“Está todo relacionado, porque la lingüística y la literatura son áreas del lenguaje. El literato toma las mismas palabras que usamos y las transforma en una obra de arte. Es como la greda. Pisamos sobre ella, pero el artesano la toma y hace de ella, una obra de arte. Y cuando estudiamos lingüística, nos damos cuenta que todo está cohesionado y es sistemático. Trabaja con elementos muy claros y observables. Es mucho más objetiva en su análisis. Por eso, cuando llegamos a los pueblos originarios, con el profesor Gastón Carrillo (1971), era muy interesante profundizar sobre su lengua y su forma de comunicarse”.

¿Y cuál fue en usted el impacto que este hallazgo produjo?

-“Fue alto, porque yo conocía al pueblo mapuche. Recuerde que vengo de esa tierra, pero nunca antes lo había visto como objeto de estudio. Entonces, comencé a hacer análisis lingüístico-fonológico del Mapuche, del Aymara, del Rapa Nui….y así conformamos en la universidad un equipo de trabajo que denominamos el Centro de Lenguas de Tradición Oral (CELTO). Posteriormente, ampliamos el estudio a la gramática, al léxico y a la visión de mundo que cada pueblo tenía”.

De este estudio ¿qué es lo que más destaca?

-“Que nuestro conocimiento de los pueblos originarios era acerca de lo que otros decían de ellos. Conocimos la historia que los españoles y los chilenos contaban de ellos, pero hoy en día, empezamos a encontrar sus propios textos, su propia producción. El valor radica en que con cada pueblo que conocemos, tiene una filosofía detrás, una forma de ver el mundo distinta. Entonces, si contamos con más espejos para ver este mundo, lo podremos entender mejor”.

Desde su perspectiva ¿cómo explica los conflictos que actualmente existen con el pueblo Mapuche?

“Nacen de ese desconocimiento que existe en nuestro sociedad sobre los pueblos originarios. Eso lleva a ignorar al otro de tal manera, que le niega una lengua, le niega la existencia, una visión de mundo, le niega su territorio y la forma de ser. Es lo mismo que pasó cuando se discutía si los indígenas tenían o no alma, o con los negros en Estados Unidos”.

No conocemos, por lo tanto, no tenemos conciencia…

“Así es, pero cuando los conocemos, nos damos cuenta que son tan seres humanos como nosotros y que son muy valiosos. Estamos muy al debe como país. Le echamos la culpa a los conquistadores, pero en realidad somos nosotros, como Estado, los que estamos en deuda con nuestros pueblos. Tenemos mucho que aprender de ellos: el cuidado del entorno, la visión de familia, el respeto de los ancianos, por nombrar solo algunos aspectos”.

La religión y la academia son como dos mundos paralelos, que no interactúan entre ellos. ¿Cómo compatibilizaba sus labores pastorales con la docencia y la investigación?

“Hice mis estudios teológicos en la Universidad Complutense (como dije), y cuando llegué a Chile, me invitaron a ser parte de un Instituto Teológico, como profesor, del cual a su vez pedí ser alumno para formarme aún más y vivir la teología desde dentro. En otras palabras, soy pastor asociado, porque trabajo solo en el área de la educación”.

Con la misma calma que lo caracteriza, poco dice acerca de los cargos que ha desempeñado en su calidad de Pastor de la Iglesia Evangélica (que no son pocos). Fue capellán nacional de Educación Evangélica en Chile; en estos momentos es el secretario del Comité Nacional de Educación Evangélica, cuya responsabilidad es certificar a los profesores para hacer clases de religión en los colegios.

Sin duda, es un mundo muy diferente al que se vive dentro de la universidad, donde -lejos de hacer proselitismo- vive los valores del Evangelio cada día: en su relación con los profesores, con los estudiantes, con los funcionarios. “Nunca he tenido conflicto, porque mantengo los principios cristianos como un modo de vida, más que como una escuela que hay que imponer”, afirma lleno de convicción, mientras olvida mencionar que durante años no solo ha sido director del Departamento Disciplinario de Lingüística, sino también Decano de la Facultad de Humanidades, secretario general, prorrector y hasta rector, cuando ha sido necesario.

Anéctodas

Si bien, el año pasado el Dr. Daniel Lagos se acogió a retiro, tras estos 46 años en la Universidad de Playa Ancha hay un sinfín de experiencias agradables, divertidas y otras no tanto. Le costó decidirse cuál contar, pero finalmente, se refirió a una que ocurrió en los años 80, cuando había una rectora designada por el gobierno militar (Olga Arellano Salgado). La historia la cuenta así:

“Recuerdo que tenía que impartir una clase de lengua Mapuche y quería informar en qué sala se realizaría, pero la hoja que tenía para escribir el cartel era bastante chica, y tuve que separar la palabra. Entonces decía en la primera línea “Seminario de Mapu” y en la segunda línea dungun, sala 6”. A los minutos vinieron dos personajes a buscarme, por orden de la rectora. Escuché su reclamo hasta que se cansó, y luego entonces le expliqué que se trataba del nombre de un curso, así es que, por favor, dígale a sus informantes que aprendan a leer bien, porque lo que estoy haciendo es un Seminario de Mapudungun, que es una lengua originaria. Luego de eso, me dijo -entonces váyase-, y me fui”.

Obviamente, ahora se ríe; pero sin duda, fue un momento muy tenso, como también lo fue cuando excompañeros de universidad llegaron con uniforme de marinos a buscar a los colegas. “Aprender a convivir con ellos ha sido difícil, porque la forma en que trataron a los otros docentes y jefes, no fue en ese momento ni la más académica ni la más amigable”.

Pero ¿cómo ha podido sobrellevar esta situación, si se cruza con algunos en los pasillos?

-“Con mucha paciencia y autocontrol. Quienes me conocen sabrán que yo nunca me enojo. Y la verdad, es algo muy positivo, porque me permite desarrollar la paciencia y la tranquilidad.

¿Lo dice en momentos como éste, en que su salud está afectada?
-Sí, exactamente. Tengo cáncer, pero me siento bien. Los médicos dicen que debería estar en cama y con mucho dolor, pero la verdad es que eso no es así. Además, no tengo miedo a la muerte. Estoy en paz. He dado lo mejor de mí a la vida y siento que ella también ha hecho lo mismo conmigo. La vida no me debe nada. Ya me lo ha dado todo”.

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