
El Diplomado de Extensión de la Universidad de Playa Ancha, nace como resultado de un esfuerzo colectivo liderado por académicos y académicas de la Facultad de Ciencias Sociales de nuestra institución de Educación Superior. Se trata de una iniciativa que se sostiene en experiencias previas desarrolladas en la UPLA, destacando el trabajo realizado en las “Escuelas de Verano” de la Dirección General de Vinculación con el Medio, como también las actividades promovidas por la Corporación Playa Ancha Siglo XXI.
En este marco, las y los docentes realizaron un proceso curatorial que redefinió el espacio formativo de cursos aislados o fragmentados, incorporando un enfoque pedagógico integral y transformador, alineado con el Sello Institucional de la Universidad.
Además, el diplomado se vinculó a las líneas estratégicas de trabajo del Observatorio de Participación Social y Territorio de la Facultad, abordando áreas clave, como territorio, participación e innovación social, entre otras. Cabe destacar que la iniciativa no fue propuesta por una persona en particular, sino más bien, emergió como el resultado de la convergencia de procesos que ya estaban ocurriendo en la Universidad.
Desde entonces, se han efectuado cinco versiones del diplomado, las cuales se han enfocado en las siguientes áreas de acción: 2017 (Innovación Social para el Desarrollo Territorial); 2020 (Construcción de Territorios para el Buen Vivir); 2021 (Territorios Constituyentes para el Buen Vivir); 2022 (Construcción de Territorios para el Buen Vivir); y 2024 (Crisis y Emergencias Sociales: Construyendo Saberes para la Vida Digna).
A esto, se suman dos oportunidades formativas adicionales en el año 2023: el Diplomado en Cooperativismo de Vivienda y la Escuela de Formación Popular, lo que podría proyectar su alcance a siete ediciones. En este sentido, los programas de extensión se han consolidado como una herramienta pedagógica para la construcción y transformación, no sólo de la UPLA, sino también de las organizaciones sociales y comunitarias de la Región de Valparaíso que han participado en ellos.
Para profundizar en esta iniciativa, que ha formado a alrededor de 250 representantes de organizaciones sociales a lo largo de los años, conversamos con el Dr. Nelson Carroza Athens, sociólogo, académico, investigador responsable del Fondecyt Regular N° 1241518, y coordinador del Observatorio de Participación Social y Territorio de la Facultad de Ciencias Sociales de la UPLA.
Nelson, ¿qué se entiende por “Diplomado de Extensión”?
“La particularidad de un Diplomado de Extensión, en comparación con un Diplomado de Postítulo, radica en que está diseñado para personas que no necesariamente cuentan con un título profesional. No es conducente a un grado y se enfoca en desarrollar competencias relacionadas con necesidades y requerimientos de quienes estén interesados e interesadas en esta instancia formativa. Para comprender el origen del Diplomado de Extensión, es fundamental destacar el papel de las ‘Escuelas de Verano’. Su propósito, ha sido precisamente atraer a la comunidad en general, más allá de estudiantes o profesionales, involucrando a vecinos, vecinas y dirigentes de organizaciones sociales, entre otros y otras”.
¿Quiénes fueron las y/o los actores clave que dieron vida a este diplomado?
“El primer diplomado, concebido como un dispositivo pedagógico y formativo, se desarrolló en el marco del Convenio de Desempeño UPA 1301: Generación de Conocimiento Compartido: Hacia un Modelo de Innovación Social para el Desarrollo Territorial de Playa Ancha. Quienes participamos en la formulación inicial del convenio, identificamos la oportunidad de incorporar una primera versión del diplomado a este Plan de Mejoramiento Institucional, lo cual fue estratégico, ya que permitió aprovechar los recursos institucionales disponibles y, al mismo tiempo, buscó generar una transformación institucional sin precedentes: por primera vez, se implementó un Diplomado de Extensión que posibilitó la participación de estudiantes sin título profesional.
Esto también implicó una disputa institucional, al plantear: Queremos hacer esto, de esta manera y llegar a estas personas. Fue un proceso muy interesante, especialmente, porque los diplomados de extensión siempre han tenido una alta demanda. Recuerdo que se realizó un llamado público y abierto, que fue desbordado rápidamente, donde se plantearon cuatro módulos iniciales en temáticas como: innovación social, concepto de territorio y metodologías participativas, entre otras, lo que evidenció el interés y la demanda que existía por estos temas y procesos formativos. Tanto la decanatura como la Dirección General de Vinculación con el Medio de ese entonces, desempeñaron un rol protagónico para que esto fuera posible.
Es importante destacar que todos estos procesos de extensión tienen su origen en las Escuelas de Temporada, promovidas en su momento por la Universidad de Chile cuando era la principal universidad pública del país. Nosotros nos inspiramos en ese legado, retomando y adaptando ese espíritu. En este sentido, la Universidad de Playa Ancha, como institución pública, pone al servicio de la sociedad sus conocimientos y aprendizajes, con el propósito de contribuir a la construcción de un mejor país”.
¿Cómo lograron impactar en las vecinas y vecinos para que formaran parte de esta propuesta?
“En primer lugar, la Universidad siempre ha gozado de una gran legitimidad como institución en Playa Ancha, en los cerros de Valparaíso y en diversos territorios de la región. Este reconocimiento es un sello y un capital académico que caracteriza a nuestra casa de estudios. Con esto en mente, realizamos una convocatoria abierta donde invitamos a dirigentes y dirigentas a inscribirse. A diferencia de priorizar un título académico o una trayectoria académica previa, lo que valoramos fue la experiencia de trabajo comunitario que pudieran aportar nuestras y nuestros estudiantes. Creo que ese es el enfoque y se ha transformado en un sello distintivo, y de gran importancia.
El diplomado no se sustenta únicamente en las virtudes del trabajo realizado por las y los profesores, sino también en la experiencia, historia y conocimientos que las propias organizaciones sociales aportan desde sus luchas cotidianas. Es una conjunción. Nosotros ofrecemos dispositivos pedagógicos y formativos, con líneas temáticas específicas, pero estos, por sí solos, no adquieren pleno valor. Su verdadero significado emerge cuando se entrelazan con otras experiencias y saberes presentes en los territorios, y en las diversas organizaciones sociales.
Me parece importante precisar esto, porque debemos estar atentos y atentas a cuando se esencializa, sacraliza o idealiza el saber o los conocimientos que puedan tener las distintas organizaciones. El hecho de que una organización exista, no implica, necesariamente, que posea estos saberes de forma inherente. Al mismo tiempo, debemos evitar caer en la argumentación opuesta, que asume que toda institucionalidad es negativa. En este sentido, considero fundamental reivindicar el valor de la Universidad, que, como toda institución pública, tiene sus fortalezas y limitaciones, pero que, sin lugar a dudas, es un actor político y social clave en las transformaciones del país.
Por lo tanto, es la conjunción de dos elementos clave: la expertise de la universidad y los conocimientos que aportan ciertas organizaciones, lo que otorga verdadero valor al espacio formativo. Este proceso tampoco es espontáneo, ni azaroso; se construye de manera reflexiva y orientada, a través diversas metodologías y prácticas pedagógicas desplegadas en el proceso formativo del diplomado”.
¿Cómo se nutren mutuamente de conocimientos los y las estudiantes y docentes?
“Desde mi punto de vista, el proceso de aprendizaje es dialógico. Por un lado, las y los estudiantes se nutren de una amplia variedad de conocimientos y herramientas, que luego se ponen en diálogo con las particularidades de sus luchas y territorios. Por otro lado, las y los docentes también se nutren de esas experiencias. Es fundamental comprender que, por lo general, estamos acostumbrados y acostumbradas a enseñar a profesionales de postgrado o a estudiantes de pregrado. Sin embargo, cuando las y los académicos nos enfrentamos a actores sociales, surgen otras preguntas y también formas de interpretar el mundo. De hecho, las y los docentes suelen salir de estas experiencias muy satisfechos y con gran entusiasmo, ya que se enfrentan a cuestionamientos distintos y a otras racionalidades, lo que, en última instancia, resulta ser lo más enriquecedor.
Con estos y estas estudiantes, no se puede aplicar una docencia convencional, ya que las metodologías tradicionales no están diseñadas para reconocer el protagonismo que ellos y ellas también tienen. No se trata de que simplemente escuchen, sino que participan activamente, dialoguen e interpelen a las y los profesores con sus propias experiencias.
En este sentido, otro aspecto muy relevante es que, en la misma sala de clases, convergen organizaciones formales y otras que no están constituidas como tales. Juntas, representan un crisol de heterogeneidad, con distintos intereses y formas de entender lo político, la ciudadanía y el ejercicio de los derechos. En ese espacio, el desafío es encontrarse, reconocer la diversidad y, en primer lugar, valorarse en esa multiplicidad de perspectivas.
También es importante señalar que, aunque priorizamos la participación de dirigencias que no necesariamente han pasado por la educación universitaria formal, también se han incorporado dirigentes que sí han tenido esa posibilidad, junto con estudiantes de la propia UPLA El 2024, en particular, contamos con la participación activa de funcionarios y funcionarias de nuestra institución. Por lo tanto, la convergencia de experiencias diversas y heterogéneas en la misma sala de clases, constituye un desafío y una responsabilidad sumamente relevante en términos pedagógicos”.
En qué situaciones has podido percibir que las y los estudiantes, efectivamente, están integrando sus conocimientos en su quehacer cotidiano con su comunidad. ¿Posees alguna experiencia o ejemplo que me puedas relatar?
“En todas las versiones del diplomado, realizamos una evaluación final del proceso. Generalmente, lo que observamos, es una reapropiación de herramientas técnicas y conocimientos por parte de las organizaciones; aunque, en ocasiones, como profesores y profesoras se nos cuestiona el uso de conceptos que se consideran sofisticados. Pero, lo que más se valora, es el enfoque aplicado del conocimiento, que está estrechamente vinculado a herramientas útiles para sus luchas cotidianas, pero que, a la vez, promueve una reflexión teórica a partir de diversos conceptos clave.
Este 2024, de manera más específica, implementamos cuatro módulos de trabajo. Uno de ellos se centró en el análisis de coyuntura en cada una de las organizaciones; otro, ofreció herramientas concretas de comunicación política local. Un tercer módulo, por primera vez, abordó la temática de Género y Feminismo, donde se problematizaron estos conceptos clave dentro de las propias organizaciones. Finalmente, trabajamos en un módulo sobre Hábitat, Vivienda y Territorio, que incluyó temas como: memoria histórica, catastros participativos y herramientas jurídicas de lucha por la vivienda, entre otros. Estos conocimientos concretos se llevaron al aula y fueron asumidos por las organizaciones para aplicarlos en su realidad.
Otro aspecto fundamental de esta evaluación, es que al concluir el proceso y, con el paso del tiempo, muchas de las organizaciones sociales que han participado en el diplomado regresan a la Universidad para plantearnos nuevas necesidades, requerimientos o, simplemente, para colaborar. De igual manera, muchas de ellas nos invitan a sus territorios para formar parte de actividades, así como también para proponernos trabajos relacionados con los desafíos que están llevando a cabo en sus comunidades.
Finalmente, otro de los elementos que considero virtuoso es, precisamente, la incorporación de estudiantes de la Universidad, tanto de la UPLA como de otras instituciones de Educación Superior regionales. En este sentido, las y los estudiantes se integran no sólo como participantes del diplomado, sino que muchos de ellos también han colaborado como ayudantes, asistentes y sistematizadores de estos espacios formativos. Desde mi perspectiva, esto enriquece su formación profesional futura y fomenta una mirada crítica sobre los procesos y desafíos actuales en la sociedad chilena, los cuales muchas veces no son evidentes desde el aula. Este punto es clave para comprender el impacto del diplomado a mediano y largo plazo, especialmente, en lo que respecta no sólo a la formación de sus estudiantes, sino también a la generación de confianza y a los procesos de reconocimiento mutuo”.
¿Cómo determinan el enfoque de cada versión del diplomado?
“Por lo general, la construcción del diplomado requiere meses de trabajo previo. Nos reunimos con los profesores y profesoras, y a partir de la evaluación de la última versión, realizamos un análisis de coyuntura de la sociedad chilena, de la Universidad y del observatorio. De esta discusión surgen diversas temáticas.”
En este sentido, el diplomado ha acompañado y ha sido permeado a los procesos que ha vivido la sociedad chilena en el último tiempo. Por ejemplo, durante la pandemia, se adaptó a una modalidad virtual, y se realizaron dos versiones específicas. Cuando se vivieron los procesos constituyentes, un diplomado se enfocó en la creación de insumos para el proceso constitucional junto a las organizaciones.
Para el 2024, el enfoque propuesto fue comprender las diversas crisis sociales que impactan nuestra vida cotidiana en distintas dimensiones: la emergencia de discursos de odio, las violencias machistas, la falta de participación, la crisis de la vivienda y el encarecimiento de la vida, entre otros. Estos son temas que consideramos cruciales para la sociedad chilena actual. El objetivo fue abordar estos desafíos junto a las organizaciones sociales, no desde una perspectiva fatalista, sino reconociendo que, frente a estas crisis, las organizaciones luchan, disputan y construyen estrategias de resistencia. A esos elementos son a los que queríamos llegar”.
¿Cómo se sustenta económicamente el diplomado?
“Creo que uno de los aspectos más importantes del diplomado es que se ha mantenido gracias a la convicción y el compromiso de las profesoras y profesores que participan en él. Ninguno de ellos y ellas tiene horas asignadas, ni recibe remuneración económica por su participación. Cada año, lo que se ha hecho es solicitar la participación voluntaria de las y los docentes, lo que considero como una de las principales fortalezas de esta iniciativa.
Por supuesto, dependemos de los recursos institucionales, como los espacios físicos y los medios de comunicación, sin embargo, lo que ha sostenido este proyecto, especialmente, ha sido la solidaridad de las y los académicos. Es fundamental reconocer que la convicción, la vocación de las y los profesores, y el hecho de vincularse con las organizaciones sociales y los territorios, es lo que ha permitido que este espacio siga adelante”.
Y el hecho de tener buenos resultados en lo que están haciendo, eso las y los debe motivar enormemente.
“Sí. A estas alturas, el Diplomado de Extensión es un patrimonio colectivo institucional y el corazón del trabajo que realiza el Observatorio de Participación Social y Territorio en la Facultad de Ciencias Sociales. La labor del observatorio se ha consolidado también gracias al diplomado, y viceversa. La historia de los diplomados no puede entenderse separada de la historia del observatorio.”
¿Puedes vincular estas historias?
“Sí, el observatorio ya tiene 12 años de vida y es uno de los primeros que se creó en la Universidad, a partir de la necesidad e inquietud de un grupo de profesores y profesoras por desarrollar un trabajo interdisciplinario en vinculación con diversos territorios de Playa Ancha y de Valparaíso. Así, el diplomado se convirtió en una puerta que no sólo permite generar conocimiento y ponerlo al servicio de estas luchas, sino que también integrar las luchas a la casa de estudios. Siempre digo que el observatorio y el diplomado son puentes que conectan los saberes de la Universidad con los saberes presentes en los territorios.
En esta vocación, el observatorio se materializa a través del diplomado, que permite justamente esa valorización. De hecho, estimamos que en toda la Región de Valparaíso se han formado alrededor de 250 organizaciones con nosotros. Sólo en la cohorte del 2024, egresaron 35 participantes”.
En relación a la última versión del diplomado, los y las docentes que estuvieron desempeñándose en la iniciativa, ¿son personas asociadas al observatorio o también participa gente externa?
“La mayoría de los profesores y profesoras que participan son integrantes del observatorio y docentes de la Facultad de Ciencias Sociales. Sin embargo, también se suman personas de otras facultades y áreas. En esta versión, participaron colegas de la Facultad de Educación, estudiantes de postgrado, asistentes de investigación e incluso ayudantes que impartieron clases. Esto evidencia la apertura y riqueza interdisciplinaria del diplomado, al integrar perspectivas y experiencias diversas que enriquecen significativamente el proceso formativo”.
Si tuvieses que definir el espíritu del diplomado, ¿cómo lo harías?
“Considero que el diplomado es un patrimonio de la Universidad, ya que refuerza el rol público de las instituciones de Educación Superior regionales y contribuye al fortalecimiento del sello territorial de la UPLA. No tengo dudas de que este tipo de dispositivo formativo, gratuito y abierto a la comunidad, con todas sus versiones desarrolladas y sostenido a lo largo del tiempo, es prácticamente único en la Región de Valparaíso y también en Chile. Por lo tanto, como comunidad UPLA, debemos sentirnos profundamente orgullosos y orgullosas de este proceso.
Por primera vez, en la sesión final (donde se entregaron diplomas correspondiente a la versión 2024), contamos con la presencia de nuestro Rector. No se trató únicamente de una ceremonia protocolar, sino que se transformó en un espacio significativo en el cual las organizaciones sociales tuvieron la oportunidad de dialogar directamente y sin intermediarios con la máxima autoridad de nuestra casa de estudios. Este hecho, a mi parecer, refleja de manera ejemplar el espíritu del diplomado: la apertura al diálogo, la tolerancia y el ejercicio de la democracia universitaria. Para muchas organizaciones, así lo comentaron, no era habitual contar con espacios de diálogo donde pudiesen manifestar sus preocupaciones y valoraciones directamente a un Rector de una Universidad. Esto evidencia el compromiso de nuestra institución con la participación social y el fortalecimiento de los vínculos con la comunidad”.
El diplomado se ha transformado en una gran oportunidad para vincularse con el medio, para conocer las necesidades e inquietudes de las personas que habitan nuestros territorios más próximos. ¿Cuál o cuáles han sido los grandes aportes, las grandes enseñanzas que les ha dejado esta labor educativa?
“Desde mi punto de vista, es un error entender a la Universidad como una dicotomía entre dos modelos en conflicto: la universidad transferencista y la universidad de la extensión crítica. Mientras que la primera suele ser presentada como malvada, la segunda se idealiza como la salvadora y redentora de la institución. Creo que esta visión simplista pasa por alto la complejidad intrínseca de la universidad, la cual permite la coexistencia de diversos enfoques, matices y dinámicas dentro de su estructura, más en el contexto actual de la sociedad chilena. Esto lo demostramos en una investigación realizada en el observatorio en el año 2017, donde sistematizamos diversas experiencias de extensión, encontrando muchas prácticas que iban más allá de estos dos modelos. En realidad, hay muchas universidades en una misma Universidad.
Además, los desafíos actuales (en un contexto postconstituyente y postpandémico), nos han demostrado que la complejidad de los problemas sociales y territoriales a los cuales nos enfrentamos, requiere o demanda de todas las formas de universidad. Siguiendo esta falsa dicotomía, podemos afirmar que, la universidad transferencista, aunque criticada por ser unidireccional, es indispensable para generar y transferir conocimientos disciplinares específicos o desarrollar soluciones tecnológicas con impacto social. La universidad de extensión crítica, por su parte, es necesaria para promover planes de trabajo que integren la participación activa y los saberes propios de las comunidades.
Sin embargo, ni una ni otra, por sí solas, son suficientes. La transferencia de conocimientos técnicos no basta para resolver los problemas sociales más profundos, pero tampoco es realista pensar que la extensión crítica puede actuar como una suerte de redentora absoluta de los territorios.
Por ejemplo, en algunos casos, la misma complejidad de los territorios hace que ciertas metodologías participativas resulten innecesarias o incluso absurdas. No tiene sentido diagnosticar problemas de manera participativa en lugares donde las desigualdades y problemáticas son evidentes, y ampliamente conocidas por los propios actores. Esto da cuenta de que las respuestas de la universidad deben ser tan diversas y complejas como los contextos a los que están dirigidas, integrando enfoques interdisciplinarios y perspectivas que abarquen la pluralidad metodológica necesaria para estas intervenciones.
En este sentido, el diplomado nos ha enseñado a identificar y enfrentar estos desafíos, ayudándonos a superar las dicotomías y simplificaciones sobre nuestro quehacer universitario. No hay un único camino, sino múltiples rutas que se complementan y enriquecen mutuamente.
Por ejemplo, ha sido común la participación de diversas dirigentas y dirigentes de campamentos, un problema social tristemente emblemático de nuestra región. De esta interacción surgen necesidades tan diversas como la demanda de cursos sobre herramientas jurídicas para enfrentar el grave problema de los desalojos forzosos (que representa una expresión de experticia técnica) y, al mismo tiempo, el requerimiento de metodologías participativas para la reconstrucción de la memoria oral de estos asentamientos, afectados por incendios.
¿Qué hace la Universidad frente a esto? Por un lado, transfiere su conocimiento técnico de manera unidireccional. Por otro, y de forma simultánea, genera procesos de coconstrucción de conocimiento participativo y situado. Este equilibrio es clave… y los dos caminos imprescindibles.
Entonces, me parece que muchas de las respuestas que demandan diversas comunidades, son un dispositivo que todavía hay que promover y fortalecer desde la universidad: trabajo interdisciplinario, pluralidad metodológica e investigación social aplicada. En este sentido, desde mi punto de vista, el diplomado ha contribuido a promover estas discusiones, ya que a través de esta herramienta pedagógica-formativa, hemos logrado ampliar la comprensión tradicional de la vinculación con el medio y, además, ha permitido cuestionar el carácter dogmático que, en ocasiones, se promueve a través de ciertas prácticas de extensión”.
¿Cuáles son las proyecciones para esta oportunidad de formación?
“El diplomado ha atravesado diversas etapas y, en este momento, estamos en una fase de consolidación del trabajo realizado. Por primera vez, nos proyectamos con el apoyo institucional para pensar y proponer una versión 2025 (esperamos tener prontas noticias). Es importante destacar que recibimos el respaldo de la Dirección General de Vinculación con el Medio, lo cual agradezco profundamente, ya que nos permitió avanzar en varias áreas en la última versión del programa; en primer lugar, contamos con una coordinadora académica, Catalina López, quien desarrolló un trabajo extraordinario. Además, pudimos implementar un espacio de cuidado para hijos e hijas de las y los estudiantes, una demanda que siempre habíamos identificado, pero no nos habíamos podido hacer cargo.
A lo largo de las diversas ediciones del diplomado, se han publicado distintos documentos y artículos de trabajo vinculados al programa. En particular, para la versión 2024 recientemente concluida, propusimos la creación de un documento de trabajo que permita sintetizar las discusiones académicas, metodológicas y políticas que han tenido lugar en este espacio formativo. El proceso se llevará a cabo respetando todos los resguardos éticos y los consentimientos de las y los involucrados. Nuestro objetivo es, en breve, difundir, socializar y generar un espacio de discusión en torno a este documento de autoría colectiva, el cual estará disponible para su consulta y difusión en el sitio web del observatorio. De este modo, no sólo las comunidades que participaron en el diplomado podrán acceder a él, sino que también aquellas que no lograron ser parte, así como la propia comunidad universitaria. La intención es que este documento se convierta en una herramienta permanente, accesible y útil para todos y todas”.
Coordinador del programa: Nelson Carroza.
Responsable académico del módulo “Educación Popular”: David Miranda.
Responsable académico del módulo “Comunicación Popular”: José Miguel Burgos.
Profesor del módulo: Felip Gascón.
Responsable académico del módulo “Género y Feminismos”: Macarena Trujillo.
Profesoras del Módulo: Débora Defina, Lu Pupatto y Karen Hoecker.
Responsable académico del módulo “Hábitat, Vivienda y Territorio”: Felipe Valenzuela.
Profesoras del módulo: Patricia Muñoz, Florencia Muñoz, Cristopher Corbalán, Andrea Muñoz y Mathías Martínez.
Por Carmen Amanda Jara Farías, periodista de la Dirección General de Comunicaciones UPLA.