Construyendo puentes para la hermandad latinoamericana

La historia de América Latina ha estado marcada por luchas comunes, desafíos compartidos y una herencia cultural profundamente entrañable. Sin embargo, a pesar de nuestros lazos históricos, la región ha enfrentado constantes desafíos para consolidar una verdadera hermandad. En la actualidad, diversos pensadores y líderes sociales plantean la necesidad de repensar y fortalecer nuestra integración regional desde múltiples dimensiones.

El sociólogo brasileño Emir Sader, en su obra Cambio político en América Latina (2021) argumentó que la hermandad latinoamericana no puede ser un concepto abstracto, sino una construcción práctica y cotidiana. Para Sader, la integración requiere voluntad política, pero, sobre todo, un compromiso social que trascienda las fronteras geográficas y políticas tradicionales y, por esa razón, sostuvo que “necesitamos construir una identidad continental que reconozca nuestra diversidad como fortaleza”, entender que subraya que la unidad no implica
homogeneización, sino reconocimiento mutuo.

Esta visión es respaldada por la politóloga colombiana María Emma Wills (2022), quien enfatiza la importancia de superar los históricos conflictos y divisiones. Wills, sostuvo que la hermandad latinoamericana debe cimentarse en el respeto a la diferencia, el diálogo intercultural y la construcción de agenda comunes que aborden problemas estructurales como la desigualdad, la pobreza y la exclusión social.

Un elemento fundamental para lograr esta hermandad, según el filósofo argentino Darío Sztajnszrajber es deconstruir los relatos nacionalistas que históricamente nos han separado. En su libro Pensar la integración (2020), argumentó que necesitamos “desaprender” ciertas narrativas que nos presentan como sociedades
fragmentadas y competitivas, para reconocernos como comunidades complementarias con destinos históricos entrelazados.

La dimensión económica también es crucial para la mancomunión latinoamericana, para lo cual, el economista ecuatoriano Alberto Acosta (2019), propuso que la hermandad latinoamericana debe fundamentarse en modelos
económicos solidarios que superen el extractivismo y la dependencia. Para Acosta, la integración verdadera implica erigir alternativas económicas que prioricen el bienestar colectivo sobre la acumulación individual.
Las nuevas generaciones juegan un papel determinante en este proceso de hermandad y, en este concierto, la socióloga mexicana Elena Poniatowska, ha destacado el rol de la juventud en la construcción de redes de solidaridad transnacionales. Las tecnologías digitales, según Poniatowska, permiten conexiones horizontales que desafían las estructuras tradicionales de poder y facilitan el intercambio de experiencias y luchas.

La dimensión cultural emerge como otro elemento central, para lo cual, el escritor uruguayo, Eduardo Galeano (1940 – 2015), cuyo legado continúa inspirando reflexiones contemporáneas, siempre mantuvo que la integración latinoamericana debía ser ante todo un proyecto cultural. Sus ideas siguen resonando en trabajos recientes que enfatizan la importancia de reconocer nuestras raíces comunes y celebrar nuestra diversidad.

Los movimientos sociales también son protagonistas fundamentales. La activista boliviana Silvia Rivera Cusicanqui (2021), ha planteado la necesidad de una integración “desde abajo”, que reconozca las voces históricamente silenciadas, especialmente de comunidades indígenas y afrodescendientes. Su concepto de “ch’ixi” – que representa la coexistencia de mundos diversos – ofrece una metáfora potente para entender la hermandad latinoamericana.

En tanto, la pandemia de COVID-19 reveló tanto nuestras fracturas como nuestras potencialidades de colaboración. Muchos especialistas, como es el epidemiólogo argentino Eduardo Baumeister, quien reflexionó sobre esta crisis sanitaria que demostrando la urgencia de fortalecer sistemas de salud regionales y mecanismos
de cooperación científica.

Cabe señalar que construir la hermandad latinoamericana no es una tarea simple ni inmediata. Requiere voluntad política, compromiso social, reconocimiento de la diversidad y, sobre todo, una profunda convicción de que nuestros destinos están íntimamente conectados. No se trata de una utopía, sino de un proyecto en permanente construcción que demanda el compromiso de cada generación.

Considerando lo indicado, el politólogo brasileño Ronaldo Mota, (2022), ahondó en la complejidad de este proceso argumentando que la hermandad requiere superar no solo las barreras geográficas, sino, fundamentalmente las barreras mentales construidas durante décadas de fragmentación política y económica.

Para Mota, la verdadera integración implica desarrollar una inteligencia colectiva que reconozca la complementariedad de nuestras naciones, más allá, de las competencias individuales o los intereses nacionales inmediatos.

Simultáneamente, la investigadora chilena Claudia Heiss (2023), añadió una dimensión crucial a esta reflexión, sosteniendo que la construcción de la hermandad latinoamericana debe ser un proceso deliberativo y participativo, que involucre no solo a los gobiernos, sino a la sociedad civil en su conjunto. Heiss, acentúa la importancia de crear mecanismos de diálogo transnacional que permitan a ciudadanos de diferentes países compartir experiencias, debatir desafíos comunes y co-crear soluciones y, en este contexto, expresó que “La
integración no puede ser un proyecto impuesto desde arriba”, añadió, a la par, que la amalgama que una la hermandad latinoamericana debe “ser una construcción colectiva que respete la forma de ser de cada comunidad e individuo”.

Esta visión es complementada por el sociólogo argentino Gabriel Kessler (2021), quien apuntó que la hermandad requiere abordar las profundas desigualdades estructurales que históricamente han dividido a nuestra región. Kessler, propuso que la verdadera integración solo será posible cuando seamos capaces de generar mecanismos de solidaridad que trasciendan las fronteras nacionales, creando sistemas de protección social, educación y oportunidades que beneficien a toda la población latinoamericana, independientemente de su lugar de origen.
Finalmente, y tal cual como diría el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal (1925 –2020) “la patria grande sigue siendo un sueño necesario”. Un sueño que se construye día a día, desde la solidaridad, el respeto mutuo y el reconocimiento de nuestra rica y compleja identidad continental.

Gastón Gaete Coddou,  geógrafo
Académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.

Fuente: Columna de opinión publicada en diario El Potosí, Bolivia, el  12 de enero de 2025.

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