Con la conferencia “La Casa Dividida: Una interpretación del fracaso constituyente chileno”, a cargo de Cristóbal Bellolio Badiola, el abogado y cientista político, inauguró el Año Académico 2024 de la carrera de Derecho de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Playa Ancha (UPLA).
El evento contó con la participación y reflexiones de la y los panelistas: Scarlett Valdés Pizarro, docente de Derecho Constitucional de la UPLA; Alberto Marín Castro, director de la carrera de Derecho de la Universidad de Las Américas; y de Mathías Martínez González, exasesor jurídico de la Convención Constitucional y coordinador del Seminario de Teoría Crítica del Derecho Constitucional de la Universidad de Valparaíso.
Estuvieron presentes Pablo Gómez Manzano, director de la carrera de Derecho, quien puso en perspectiva el significado de la actividad; Luis Bork Vega, contralor de la UPLA, Cristian Valenzuela Urra, decano de la Facultad de Ciencias Sociales de la casa de estudios, entre otras autoridades y estudiantes de Derecho, como también de diversas carreras de la institución.
Durante su intervención, el académico de la Universidad Adolfo Ibáñez, máster en Teoría Política y Legal, y Ph.D. en Filosofía Política del University College London de Reino Unido, manifestó, en torno al “fallido proceso constituyente” que, si bien fue propiciado por el Estallido Social, el mismo nunca articuló la demanda constitucional de manera explícita, ante lo cual, la clase política ofreció un Plebiscito Nacional en el 2020 (donde el apruebo a una nueva constitución obtuvo el 78,27% y el hecho de que el órgano encargado de redactarla fuese una convención constitucional, el 78,99% de las preferencias). A pesar de ello, la ciudadanía rechazó las dos propuestas elaboradas por asambleas electas democráticamente.
En este sentido, el académico planteó que la primera propuesta de constitución promovió un modelo de estado solidario, y que reconoció los derechos de los grupos históricamente vulnerables, mientras que la segunda, contenía guiños patriotas combinados con elementos conservadores (en lo moral), y libertarios (en lo económico).
La hipótesis de Bellolio está vinculada a que ambos esfuerzos constituyentes siguieron un patrón que los perjudicó, es decir, que las dos convenciones constitucionales intentaron que la propuesta reflejara las ideas de la mayoría electoral de la composición del órgano encargado de crear el proyecto de constitución, a costas de la minoría, “en lugar de acordar unos pocos criterios básicos y comunes sobre la forma de organización política del país. Fueron regulatoriamente ambiciosas en cuanto a que buscaron abrochar constitucionalmente cuestiones que son parte de la política legislativa ordinaria, o bien, siguen siendo ampliamente debatidas en la sociedad chilena”.
Como parte de sus conclusiones, consideró que las dos etapas del proceso constituyente estuvieron marcadas por una comprensión democrática más agregativa que deliberativa (puesto que primó la sumatoria de elementos distintivos de las diferentes facciones, miradas que, probablemente tendrían que discutirse a través de la vía política legislativa ordinaria, antes que en una lógica del diálogo en la que se tensionaran los argumentos de unos y otros bandos, en pos de que triunfaran sólo los mejores argumentos), y más adversarial que consensual (ya que primó la ambición de cada supramayoría electa, que buscaba vencer a su rival electoral por la vía de imponer su propia agenda constitucional/legislativa, en vez de buscar consensos referidos a aspectos básicos en los que se pudiese establecer un acuerdo transversal de las distintas fuerzas políticas).
En estricto rigor -en opinión de Bellolio-, lo más importante fue la capacidad de articular mayorías para alcanzar quórums y exhibir la derrota del adversario, por sobre la idea de construir un proyecto constitucional compartido, lo cual habría condenado el proceso al fracaso y a tener una “casa dividida”, en vez de una “casa común”, que se habría podido conseguir por medio de un proyecto consensual, triunfo del diálogo, y defendido por todos los sectores políticos.
Sobre el análisis
Durante el análisis de la tesis y discurso de Bellolio, Scarlett Valdés Pizarro, una de las comentaristas invitadas, sugirió que el fracaso constituyente se vinculó a un narcisismo colectivo en el poder, lo que se establece como un desafío del constitucionalismo y la democracia liberal: “Estamos en la era de la negación, la era de la cancelación. No se puede ejercer la acción política, porque el sólo hecho de pensar distinto te hace enemigo; lo cual tiene que ver con la pérdida del diálogo (…) y con una falta de generosidad”.
Valdés precisó que Chile lleva once procesos constitucionales fallidos, porque ha confundido el proceso constituyente originario con el proceso legislativo; como también, realizó una mirada interna a nuestro país y otra vinculada al contexto internacional (relacionada a los tiempos históricos que nos ha tocado vivir, la actitud adversarial y el impacto de las tecnologías y redes sociales).
Además, aseguró que con el rechazo a los dos procesos constitucionales, el pueblo chileno demostró no ser el mismo de antes, “porque entendió algo que hemos estudiado en derecho constitucional, es decir, que la soberanía reside en el pueblo. El mandato sólo dura cuatro años, entonces, ´No vengan a alzarse’, porque les quitamos el mandato. Dijimos ‘No’ a los dos procesos que pasaron máquina, porque ya no nos parece que lo hagan, y que no escuchen lo que estamos queriendo”.
Alberto Marín Castro, manifestó estar en una absoluta diferencia con el discurso de Bellolio, ya que, cuando se habla de fracaso, le suena a que este proceso terminó, pero él cree que no, y que se trata de un proceso que está pasivo y que es “un caldo de cultivo para el gran partido de Chile (…) Votar ‘Apruebo’, y luego ‘Rechazo’, constantemente, habla de un centro que basa sus circunstancias y decide entre dos adversarios históricos: los monarcas e independientes, los pelucones y los pipiolos, los liberales y conservadores, los de izquierda y de derecha. Ese es nuestro ethos. Tenemos nuestra propia idiosincrasia, el chileno busca la estabilidad en todos los sentidos”.
Marín expresó además que la narrativa utilizada por los distintos sectores, le hizo creer a la población que todos sus problemas serían resueltos con la receta mágica de la Nueva Constitución. “Aquí pecaron de inocentes -expone-. En la filosofía del derecho está el pragmatismo versus el idealismo, una lucha desde Platón y Aristóteles. Platón era lógico y Aristóteles era naturalista”. El panelista recurrió a los aportes de Gabriel Salazar para plantear que el pragmatismo venció, ya que “hubo una sobreidealización de ambos proyectos: la técnica legislativa de la primera propuesta era un desastre y el error de ambos procesos fue intentar incorporarlo todo en la constitución”.
Para culminar, auguró que se viene un gran movimiento social, nuevamente, por temas como la seguridad, la reestructuración de la clase política y los demás derechos sociales, y que se volverá a engañar a la gente diciendo que la gran solución es la constitución, y vendrá un nuevo Congreso que podría plantear un nuevo proyecto o una nueva Comisión de Expertos. “Ojalá que nos reconozcamos todos, reconozcamos que somos diferentes, pero que tenemos que cohabitar sí o sí para tener una sociedad más justa, fraterna y equitativa”.
En cuanto a las reflexiones de Mathías Martínez González, las mismas se enfocaron en que tanto la Convención como el Consejo Constitucional, comparten una comprensión adversarial de la democracia. Sin embargo, no cree que esta sea la única razón del denominado fracaso constituyente chileno. Planteó que la idea de emparentar la institucionalidad o la propia Constitución con una casa, por más que sea una idea noble y en algunos casos pedagógica, genera grandes equívocos.
“No considero que haya casa tomada, ni casa dividida. Si bien la izquierda, como ha dicho Bellolio, dejó de ocupar el concepto de casa común cuando fue mayoría en la Convención Constitucional, volvió a él para desarrollarlo desde la campaña del en contra. Entonces, me pregunto: ¿es una Constitución una casa? Sin desarrollar esta extensa discusión, trayendo a una multiplicidad de politólogos y juristas que la han acuñado, diría enfáticamente que no. Si tuviese que responder rápidamente sobre cómo calificar arquitectónicamente la institucionalidad, ese poder y la Constitución, diría que antes que una casa es una estructura laberíntica”, argumentó Martínez.
Si bien, Bellolio reconoció que la metáfora de la casa tiene una serie de limitaciones. Martínez advirtió que las condiciones del diálogo actual para avanzar hacia una democracia deliberativa, no son las últimas en Chile, y adicionalmente, que en el análisis existe una carencia de números que ayuden a explicar de mejor manera el proceso, sumado a la falta de complejidades orgánicas y las dificultades que se tuvieron que afrontar. Tampoco observó, por ejemplo, una referencia hacia los plazos y las condiciones del diálogo.
Opiniones generales
Respecto del evento, Pablo Gómez Manzano, director de la carrera de Derecho de la UPLA, reconoció la importancia de contar con invitados provenientes desde distintos espacios de pensamiento, y que es posible efectuar este tipo de iniciativas en la Universidad, pese a los miedos que puedan existir.
“En cuestiones políticas, como las que discutimos del fracaso o no fracaso, o los términos de los procesos constituyentes, está en juego la subjetividad de cada uno de nosotros y en nuestra capacidad de ser autónomos, y de pensar al respecto. Y esa capacidad de reflexión, solamente puede ensancharse y desarrollarse, si nos exponemos a discutir en espacios como éste, en el que buscamos que se puedan compartir las distintas posiciones o un espectro, al menos más amplio de ellas, para que luego sea realmente una tarea personal asumir nuestras convicciones. Ese es el aporte que quiere otorgar la carrera de Derecho de la UPLA a sus estudiantes: dar herramientas y propiciar ocasiones para desarrollar ese mecanismo tan importante que es el pensamiento”, comentó el académico.
Sobre los diversos análisis expuestos en torno a la teoría del fracaso del proceso constituyente, a Bellolio le pareció interesante conocer la reacción, tanto de las y los colegas, como de las y los estudiantes: “Respecto de si el argumento de las propuestas partisanas y adversariales fue un error o no, o les parece que estuvieron en lo correcto, que tanto el propósito como la estrategia fueron las correctas y que, finalmente, perdieron por otras razones, tenemos algunas algunas diferencias y es muy interesante explorarlas en un ámbito académico de respeto. Todos fueron muy amables y me llevo tareas para la casa, ya que efectuaron preguntas que me hacen reflexionar. Uno no dice ‘la tesis está lista, no acepto más comentarios’, ya que, los mismos, me ayudan a seguir investigando y perfeccionándola”.
Valdés comparó la realidad chilena con la de otros países, en el contexto de que vivimos un proceso constitucional en una era donde la política es distinta, y se abordaría desde una lógica adversarial. “No es algo que sólo le pasa a Chile, sino que se observa a nivel mundial. Y esto lo plantean distintos autores, como Carlos Peña en La política de la identidad, lo plantea la filósofa Susan Neiman en su libro Izquierda no es Woke y lo expone también Juan Soto en su libro La casa del ahorcado, donde habla del narcisismo tribal, la tribu donde yo me paro desde el identitarismo de mi causa”.
Desde este punto de vista, la especialista precisa que se abandona la lógica del universalismo de la dignidad, donde todos somos iguales por luchar única y exclusivamente por una causa identitaria.
A su juicio, esto no es solo parte de las ideologías de izquierda progresista, sino que también del fascismo, de la derecha ultraconservadora, que tampoco sale de su propio fanatismo, lo cual nos tendría entrampados en una democracia liberal que ya no sabe qué hacer con estos nichos que no pueden llegar a un consenso. “Lo que observé como principal problema del proceso constituyente tiene relación con esto y corresponde al desafío de la democracia liberal. Entonces, pareciera ser que debemos conversar sobre cómo pondremos ciertos controles al sistema político, para que no volvamos a ser víctimas de estas mayorías circunstanciales, que pasarían a llevar la democracia, parándose desde esta lógica adversarial que no contribuye a solucionar los problemas de las personas”.