Chile conmemoró recientemente los 50 años del Golpe Cívico Militar. Se hicieron diversas actividades masivas para recordar lo que ocurrió y, en muchos casos, se realizó una profunda reflexión en torno cómo afectó a la vida del país y de su gente, hasta el día de hoy.
Desde el punto de vista de la cultura y la literatura, también hubo consecuencias, desde la producción de los textos y contenidos, hasta la realización de jornadas académicas, como “Utopías Por-venir. Perspectivas desde la Literatura a 50 años del Golpe de Estado”, que reunió a gran parte de los departamentos de literatura de las universidades chilenas.
En estas jornadas nacionales, se reflexionó sobre muy distintos aspectos, por ejemplo, se observó histórica y críticamente a los civiles que apoyaron a la Junta Militar. Varios de aquellos civiles pertenecían al mundo de las artes y las letras. Precisamente, en este aspecto se centró parte de la investigación que el Dr. Nibaldo Cáceres Carreño, conocido en el mundo de las letras como Nibaldo Acero, las cual ha desarrollado junto a Javier Pérez Díaz, investigador y estudiante de Magíster en Literatura de la Pontificia Universidad Católica de Chile.
El Dr. Cáceres fue el representante de la Universidad de Playa Ancha en “Utopías Por-venir”, donde, junto a los académicos Pablo Peñaloza y Cristián Basso, de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación, abordaron el fenómeno de los talleres literarios durante la dictadura y postdictadura, y cómo ellos pudieron “tentar” la posibilidad de construir comunidad.
Concepto de comunidad rota
-De acuerdo a su análisis ¿Qué rol cumplían los talleres literarios durante la dictadura y postdictadura en nuestro país?
“Si hay algo que rompió fuerte el Golpe (y no sé si definitivamente), es el concepto de comunidad. Entonces, los talleres de literatura surgen durante ese tiempo para hacer frente a la individualización violenta y naturalizada. Hay un filósofo húngaro (György Lukacs) que habla de la “deificación”, es un término que, en sencillas y claras palabras, quiere decir que cada uno se las debe batir por sí solo en este modelo capitalista, ahora neoliberal, que es lo opuesto a la promoción de una reconstrucción social solidaria y comunitaria. Entonces, una posibilidad cierta y arriesgada de tentar una reconstrucción comunitaria estuvo en los talleres literarios, durante y postdictadura”.
-Este proceso que describe ¿a través de qué autores se puede visualizar?
“Con Pablo y Cristián trabajamos fundamentalmente tres autores: Nicolás Meneses, un chico muy joven y gran narrador chileno; el otro es un poeta y maestro de poetas, Samir Nazal, fallecido en 2008, hijo de inmigrantes árabes, nacido en Limache, quien articuló talleres literarios clave, tanto en dictadura como en transición. Y el otro autor es Roberto Bolaño, a quien estudio desde pregrado, en cuya obra los talleres literarios son recurrentes y de lo más simbólicos, puesto que se transforman en presa o parte del horror”.
-¿De qué modo, Roberto Bolaño construye comunidad a través de los talleres literarios?
“Para la jornada, analicé cuatro de sus obras y definí cómo ellas contenían una representación de lo que pasaba en Chile. Por ejemplo, Bolaño en un extenso poema, “Generación de los párpados eléctricos irlandesa Nº2 Constelación Sanjinés”, en el cual se visualiza la represión del Estado sobre el cuerpo de al menos tres jóvenes mujeres que “pudieron ser grandes poetas”. Veinte años después, Bolaño publica Estrella Distante, donde expande la historia del poema, que engarza estrechamente la literatura y el horror, porque, muy vergonzosamente, la literatura también fue también una herramienta de banalidad, represión y violencia del Estado, como se puede apreciar en las figuras y obras de Enrique Campos Menéndez, José Luis Rosasco, Roque Esteban Scarpa, entre muchos otros”.
-¿A qué se refiere cuando dice que la literatura también fue parte de esta violencia de Estado?
“Son varios los ejemplos donde la dictadura sedujo a escritores y escritoras, casi a estetizar el horror que vivía este país. A estas alturas es prácticamente un mito el caso de Mariana Callejas, quien crea un taller literario en una gran casa en Lo Curro, facilitada por la DINA, de la cual era una agente, lisa y llanamente una asesina. También era escritora, y era una buena cuentista, dice, por ejemplo, Gonzalo Contreras quien también participó de ese taller, al igual de Carlos Franz, Enrique Lafourcade, hasta Nicanor Parra desfiló por esa casa. Volviendo a Callejas, lo horroroso es que, mientras se hacía el taller de literatura en esa el primer piso de esa casona; en el sótano se torturaba, al mismo tiempo. Es una historia que ha sido llevada al cine, al teatro, y por cierto, a la literatura, a manos de Roberto Bolaño, y antes, por medio de la pluma de Pedro Lemebel”.
Un espacio ideológico
-Lo que comenta parece más bien una historia inventada….
“Ojalá fuera pura ficción, pero esto sucedió acá en Chile, y no sucedió hace mucho tiempo e involucra a algunos escritores que todavía están activos. Y bueno, esa escena describe a nuestro país -según el ideario de Bolaño-, cuando el escritor se refería a Chile como el “país pasillo”, del “país que prefiere hundirse a volar”.
-¿Está diciendo entonces que la literatura es un tipo de herramienta de tipo hegemónica?
“Después de leer a Auerbach, no es difícil pensar que la literatura ha estado históricamente más cercana al poder, que al pueblo, al bajo pueblo. Ha estado mucho más cercana a los imperios que a los arrabales. Le ha gustado mucho más el lujo que el barro, que la lucha. De hecho, la historia da cuenta de que la literatura era una herramienta más de hegemonía, que tenía el poder para comunicar, para infundir miedo, temor. Incluso, se contrataba a los poetas crear un mito donde determinada nación encontrara sus raíces en cualquier situación ficcional gloriosa. Lo más increíble es que se la llegaban a creer, como los romanos que la encontraron en Troya. La literatura, la creación, ha estado vinculada a la elite, a la burguesía, lo cual la deja a un paso de ser también una herramienta de represión, como pasó en dictadura”.
-A su juicio ¿deben los estudios académicos asumir un rol más activo en la defensa de los derechos humanos?
“A mi modo de ver es urgente llevar la academia a la calle, popularizar su mirada crítica, desanclarla de la comodidad, a veces más pendiente de obtener o mantener pequeñas cuotas de poder que de desarrollar un potente vínculo social”.
El resultado de esta investigación se publicó recientemente en la revista norteamericana Catedral Tomada de la Universidad de Pittsburgh, y le significó recibir diversas invitaciones para participar en actividades académicas. Una de ellas dice relación con su presentación en el Foro El Centro Interuniversitario de Investigaciones en Campos Culturales en América Latina (CRICCAL), perteneciente a la Universidad Sorbonne Nouvelle. Allí expuso la conferencia “La institución cultural en el Chile dictatorial: privilegios, banalidad y censuras intermediales”. Previamente, participó en la presentación de un libro en el cual fue editor, actividad que se realizó en la Embajada de Chile en ese país.