Segunda parte: Conocimiento e inteligencia artificial

Profesor Gastón Gaete Coddou.

«Respecto del concepto compuesto de Inteligencia Artificial es preciso, en opinión de este columnista, separar lo que se entiende respectivamente por inteligencia y artificial.

Para el primero de estos términos, hay una serie de apreciaciones entre las cuales destaca la del psicólogo en educación Lev Vigotsky, quien entendió que la inteligencia es un producto histórico cultural, que puede modificarse a través de la actividad, y en particular por la actividad mediada por el lenguaje.

Como ya se dijo, si bien la inteligencia es heredada, también puede desarrollarse. Por su parte, Feldman (2002) opinó sobre el término en cuestión que es “la capacidad para comprender el mundo, pensar en forma racional y emplear los recursos de forma efectiva cuando se enfrentan desafíos”. Se agrega a lo indicado, lo señalado por Carroll (1993), quien estimó que la inteligencia “es un concepto en la mente de una sociedad, se compone de distintas aptitudes específicas que se agrupan en tres estratos organizados jerárquicamente desde el más simple y concreto al más abstracto y complejo”.

De estos u otros fundamentos puede sintetizarse que la inteligencia es la capacidad del ser humano que, mediante el uso del cerebro, nos distingue de otros seres vivos y, en este sentido, Suzana Herculano-Houzel (2018), indicó que no se trata solo del tamaño de nuestro cerebro, sino de la cantidad de neuronas dentro de él. En ese entender, para esta neurocientífica brasilera se debe dejar atrás la idea de que el cerebro humano es excepcional, ya que es básicamente un cerebro de primates.

Aunque lo cierto es que al ser el más grande, posee un rasgo distintivo, tiene el mayor número de neuronas corticales de cualquier primate. Agregando que los humanos tenemos 16 mil millones de estas neuronas en comparación con los 9 mil millones que poseen los gorilas y, entre 6 a 7 mil millones que tienen los chimpancés. Si bien es un rasgo notable, la realidad es que no nos hace excepcionales. Estas neuronas se encuentran en la corteza prefrontal, responsable de nuestra personalidad, el pensamiento abstracto y la toma de decisiones.

En referencia a la noción de artificial, el filósofo español Fernando Broncano (2000), propuso una interesante tesis en la que expuso que “los objetos artificiales son objetos producidos por la cultura y objetos naturales son los producidos por la naturaleza”. Aunque como toda perspectiva científica, esta definición tiene la deficiencia de apoyarse en la base de que únicamente los hombres han sido capaces de producir artefactos y, en este sentido, se ignoran a todas aquellas especies que también son capaces de fabricar instrumentos, por muy simples que estos sean, para la realización de distintas funciones de supervivencia.

En atención a lo dicho, es dable pensar que muchos animales dentro de sus actividades también tienen capacidad cognitiva que les permite ser capaces de elaborar artefactos con los cuales mediante técnicas pueden resolver las sus  necesidades alimentarias y, desde esta posición, dejamos de lado el criterio que hasta hace un tiempo se creía que solo los seres humanos éramos los únicos que teníamos la superioridad de lo artificial, aunque claro está que el predominio de nuestra especie es la principal creadora de ingenios artificiales, muchos de los cuales fueron y son la base del desarrollo e intervención en diversos aspectos del entorno.

Aunando lo referido a la inteligencia con lo artificial, desde 1956 se destaca la figura sobresaliente del científico estadounidense Marvin Minsky (1927 – 2016), investigador que propuso la idea de la inteligencia artificial (IA) en cuanto se basó y demostró en su estudio respecto de la inteligencia humana y de cómo de esta se abrían las posibilidades de impartir razonamiento y sentido común a las máquinas. En referencia a ello, la revista de Robots (2023) definió la IA como “una tecnología con capacidad de hacer pensar por sí sola una máquina. La tecnología que emplea una maquina artificial e inteligente está desarrollada por medio de una serie de algoritmos que le proporcionan la capacidad de interpretación, decisión y resolución de problemas de forma autónoma ante las señales que recibe”.

A ello, se debe tener la versión debida de Jeremy Achin que, en 2017 concibió a la IA como “un sistema informático capaz de realizar tareas que, normalmente requieren inteligencia humana. De estas y otras concepciones queda en evidencia como aceleradamente la IA se ha ido posicionado en el presente, cubriendo cada vez mayores campos del saber y de las actividades cotidianas, lo que ha despertado voces de alarma, principalmente, entre científicos y empresarios de la industria del software acerca de su uso e impacto en la sociedad contemporánea, situación que ya en 2014 el célebre físico teórico Stephen Hawking vislumbró antes de su muerte (2018), al decir una frase que no se debe desconocer y que centra su apreciación y contenido en que cree que “el desarrollo completo de la inteligencia artificial podría conducir al fin de la humanidad».

***Gastón Gaete Coddou,  geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.

Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el viernes 23  de junio de 2023.

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