Primera Parte
“Entre los meses de febrero y marzo del presente año, los incendios forestales (IF) incineraron entre la VII y IX regiones más de 500.000 hectáreas de vegetación nativa e introducida a la que se sumó la pérdida de vidas (25), infraestructura y equipamiento (1250 construcciones de diversa índole funcional, viviendas, escuelas, etc.) y profundas alteraciones en los ecosistemas a diversas escalas territoriales, lo que en síntesis puede considerarse a esta secuencia de piroeventos como un desastre con diversos grados de impacto e irradiación destructiva en una variedad de conciertos, entre los cuales está indiscutiblemente la actividad turística.
En relación a lo indicado, estos destructivos eventos suscitaron la perdida indiscutible de patrimonio paisajístico natural y antrópico, cuya regeneración y reconstrucción será en el mediano y largo plazo. Lo anterior trae aparejado que el desarrollo local de las comunidades afectadas se altere en su dinámica con los consiguientes efectos desfavorables, que en la actualidad ha significado la reconversión y, en muchos casos, la desesperanza en aquellas personas que trabajaban en diversos rubros, dado que su capacidad de rehacer sus actividades pasa no tan solo por el esfuerzo personal, sino por el engorroso acceso a fuentes de financiamiento que permitan restaurar sus emprendimientos o microempresas (las cuales por no decir la mayoría son familiares) y, a la vez, reestablecer la cadena de proveedores del lugar que, sin duda, también fueron afectados por esta devastación pirea. Todo aquello en síntesis, genera un complejo escenario con incierto horizonte cercano respecto de las actividades orientadas al turismo.
Ahora bien, en cuanto a la escenificación de la macrozona en cuestión previa a los siniestros, tanto por su geografía física como humana, tanto tangible como intangible, que en sí son recursos y atractivos, incentivaban a las comunidades o a esfuerzos individuales a generar un uso de estos paisajes en el ámbito turístico, cuyo eje de mayor concurrencia de visitantes y turistas se concentra en el verano, situación que permitía ingresos a los lugareños para no solo su vida cotidiana, sino también, invertir en sus establecimientos. Proceso que con esfuerzo estaba posicionado a muchos de ellos dentro de las rutas turísticas y convirtiendo a varios lugares como destinos turísticos de privilegio, esencial para el progreso socioterritorial local, que ya había demostrado desaceleración como consecuencia del Covid 19, circunstancia que redujo notoriamente la asiduidad de visitantes, por lo que las esperanzas de reposicionarse en el mercado interno y externo estaban
dadas en el verano 2023. Sin embargo, los IF ocurridos causaron inevitablemente una agudización sectorial.
En atención a lo referenciado, se puede indicar que los efectos perjudiciales del fuego y la espacialidad de los frentes y focos arrasaron extensiones de viñedos que, en progresivo y con una visión de sustentabilidad y sostenibilidad, impulsaban un activo enoturismo, tal cual sucedió tanto en el Valle del Itata (VIII Región del Biobío) como en la región de La Araucanía, que en conjunto afectó la capacidad para producir vino y ofrecer visitas turísticas, estimándose que la reposición de este rubro
será en el mediano plazo dado que la recuperación de infraestructura y equipamiento incinerados requiere de cuantiosas inversiones financieras y un tiempo significativo de reconstrucción.
En una venidera columna, se profundizarán otros ámbitos relacionados con el turismo de la macrozona afectada por los IF y, de esta manera, se comprenderá la dimensión de las nocivos estragos que alteraron hace unas semanas esta parte del territorio nacional”.
***Gastón Gaete Coddou, geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha. Daniela Guarda Martínez, Directora de Ingeniería en Turismo de la Universidad Andrés Bello.
Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles 31 de mayo de 2023