Buscando al Teniente Bello

De la columna: Chilenos de estirpe y decisión

Profesor Gastón Gaete Coddou.

«El conocimiento de una nación o comunidad y también en lo individual es uno de los aspectos más desafiantes tratar de descubrir,  no solo para las ciencias, sino también para los extranjeros que visitan diversas localidades y, en este sentido, uno de los conceptos que mejor define los rasgos, actitudes, comportamientos, pensamientos y acciones de una comunidad es la idiosincrasia, la que permite de acuerdo a la percepción del observador crear y fundamentar una visión respecto de la realidad social que se encuentra vivenciando.

Son precisamente las características y los sentimientos territoriales los que entrelazados y sinergizados otorgan una serie de particularidades, que de acuerdo con su escala de asimilación e irradiación, se transforman en un perfil único que se convierte en un patrimonio. Y dentro de este el intangible, el cual en palabras de las académicas Lourdes Gómez y Kirenia Pérez (2011) reflexionan acerca de su importancia al decir que el patrimonio inmaterial ha sido reconocido internacionalmente por considerarse una parte insoslayable de la afirmación de la identidad cultural de los pueblos, de defensa de la diversidad cultural, de promoción de la creatividad, hacia una cultura viva enriquecedora y garante del desarrollo sostenible.

Concebido lo explicitado, los adagios populares son parte de las tradiciones orales y su divulgación  y uso ha cruzados estratos socioculturales. El pasar del tiempo ha convertido a estos dichos, según la apreciación del literato mexicano Alfonso Reyes Heroles (1889 – 1959), como un valor innato en la cultura popular considerando para esos efectos que “los refranes son resúmenes de sabiduría vulgar; ya dan consejos morales, ya de higiene o medicina práctica; ya anuncian el tiempo, ya recuerdan sus deberes al agricultor, según las estaciones del año; ya dan reglas de diversos oficios… Los hay tan bellos como los mejores poemas. Los hay que son simples huellas de antiguas supersticiones y hasta conjuros“.

Tomando en consideración lo indicado y situándonos en la realidad chilena, cuando en lo personal o colectivo estamos medio perdidos, no falta la persona que dice “este anda o  está más perdido que el Teniente Belloy, en este caso, el proverbio tiene en argumento a un personaje real, tal cual fue don Luis Alejandro Bello Silva (1889 – 1914), teniente 1°. Luego de diversos destinos en unidades militares, en 1913 viajó a Francia a estudiar y graduarse como piloto (licencia que obtuvo el Aero-Club galo), a lo que se unió  saber y estar al tanto de  los aviones Sánchez Besa (que eran diseñados por el gran piloto chileno José Luis Sánchez Besa (1879 – 1955) material biplano de ala fija, usado en su momento por la unidad aérea del Ejército de Chile.

En cuanto al oficial Bello Silva, a su regreso a su tierra de origen siguió con su formación destinada a obtener el  título de piloto militar, cometido para el cual debía hacer un track de navegación (volando un Sánchez Besa) entre las localidades de Lo Espejo (Santiago) -Culitrín (Maipo) – Cartagena – Lo Espejo. Dicho plan de vuelo lo inició a primera hora del 9 de marzo de 1914, fecha en la que inicia la leyenda que, en palabras del periodista chileno Francisco Mouat (2008) pone de manifiesto la gesta y la decisión del cumplimiento del deber que inspiraba a este novel oficial al indicar que “sin brújula , más que por el gesto heroico y casi suicida que tuvo el 9 de marzo de 1914, cuando decidió seguir adelante con su vuelo a pesar de la neblina y el viento para obtener a su regreso el diploma de aviador militar.

Seguidamente, Mouat escribe…Desde ese díanunca más hubo una noticia, una palabra, una piedra que hablara con fundamentos de la ruta que siguió este hombre en el aire y de cuál fue su destino finalDe él quedó apenas la memoria y el recuerdo frágil de lo que hizo en su vida hasta ese día.

Así las cosas, después de 99 años aún se tejen historias y  apasionados alegatos sobre la localización de este personaje y los restos (si aún hay) de su carrozado volador, pero no obstante la narrativa en cuestión da a entender que, cuando se toma una decisión cualquiera sean las consecuencias que ello implica, hay que seguir adelante, pero no debe olvidarse que los apurados mueren rápido y…más vale perder un segundo en la vida, que la vida en un segundo,  lo que se complementa acertadamente al considerar que…El valor es una virtud solo en la medida en que está dirigido por la prudencia».

***Gastón Gaete Coddou,  geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.

Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles 17 de mayo de 2023

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