De la columna: Chilenos de estirpe y decisión

«Las vivencias propias en diversos estadios de tiempo y espacio dejan registros que, de acuerdo con su alcance, contenido, trascendencia y reconocimiento pueden ser considerados como recursos patrimoniales, dentro de los cuales los escritos y, en particular, las cartas son testimonios pensados y redactados en forma directa frente a un suceso, o bien, como un análisis posterior acerca de visiones y/o documentación existente, conformando respectivamente fuentes de información primarias y secundarias.
Para los efectos de este columna de opinión se expondrá en evidencia una carta enviada desde Alger, África del Norte con fecha el 10 de agosto de 1943, cuyo autor es un chileno – don Sergio Gaete Carreño – quien participó como soldado voluntario sirviendo en el ejército francés entre 1942 a 1945, siendo por lo mismo, testigo presencial y activo de distintas campañas, tal cual fue la del África del Norte, frente bélico del cual este connacional relató reflexiones y anhelos,
algunos de los cuales han sido extraídos para ser presentados y analizados a continuación.
En el texto de la misiva en presentación Gaete Carreño informa a sus padres sobre su estado de salud anteponiéndose a las consabidas preocupaciones de sus progenitores y al respecto dice “estoy bien de salud y gracias a Dios no he contraído una enfermedad”.
Seguidamente, el autor hace referencia a los sentimientos familiares que, en palabras de don Sergio se refirió al indicar: “Espero que al recibo de la presente se encuentren bien mis queridos padres como mis hermanitos y familiares, recordándolos siempre con gran cariño”.
Asimismo, hay que resaltar como entre el nido familiar y el distanciado lugar, que en ese momento se encontraba este militar, para él era trascendente tener noticias de sus seres queridos, explicitando para esos efectos que “insisto una vez más, desde que salí de Chile no he recibido correspondencia y carezco en absoluto hasta el momento de sus noticias. Este hecho me tiene intranquilizado pues son muchas las veces que pienso como estarán Uds. por ahí. En fin, resignadamente y con la ayuda de Dios, espero y esperaré que un día lleguen a mis manos cartas de Uds. para leerlas no una, sino que cientos de veces”.
No obstante la sensibilidad de los párrafos anteriores, hay un dejo de optimismo que don Sergio predecía respecto del término del conflicto y anotó para dichos efectos: “Creo que muy pronto regresaré al lado de Uds., pues la guerra está casi terminada con el triunfo absoluto de las armas aliadas”, afirmando esta perspectiva futurista según él, que en el corto plazo se produciría el reencuentro familiar al mencionar que “para Uds. padres, mis queridos hermanitos y todos, les deseo saludos cariñosos y felicidades y que muy pronto estaré reunido con vosotros”.
Como coralario de esta carta y los argumentos expuestos en la misma, queda en evidencia que los lazos familiares nos unen con nuestro entorno cercano e íntimo, aun cuando las circunstancias sean extremas. A la vez, predecir sucesos y resultados por venir no siempre coincide con los supuestos esperados, porque no somos capaces aún de manejar el futuro dado que los caminos de la vida no siempre son rectos, sino que están llenos de curvas que nos alejan y enredan en declarativas, lección sin duda a considerar por aquellos pitonisos que pronostican escenarios que solo se conocerán cuando los hechos en los que estamos participando como actores directos o simples observadores se hayan desencadenado y, por lo mismo, tal cual como dijo el filósofo Peter F. Drucker (1909 – 2005) “tratar de predecir el futuro es como intentar conducir por un camino rural por la noche sin luces, mientras miras por la ventana trasera”».
***Gastón Gaete Coddou, geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.
Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles 10 de mayo de 2023