Primera parte: Rescatando y recordando héroes olvidados

«La vida me puso como padre un ser humano muy especial, del cual comentaré en un venidera columna, pero lo que deseo expresar es que mi viejo me contó los horrores de la Segunda Guerra Mundial (1939 -1945) en la que participó enrolándose voluntariamente en el ejército francés.
Sabedor de sus peripecias y complementándolas, es que en los últimos años han aparecido dos casos que son dignos de destacar y, en ese sentido, deseo resaltar y exponer la actitud y acción decidida de María Edwards McClure (1893 – 1972), mujer de primera línea que, viviendo en París durante años, se granjeó la amistad de muchas familias francesas convirtiéndose en una conocida dama de la socialicé parisina y ,en ese contexto, por los contactos que tuvo en su red de apoyo durante la ocupación alemana de la capital gala (1941-1944) ingresó como voluntaria de sanidad al hospital Rothschild, centro de salud destinado por los ocupantes germanos a la atención de familias judías. En ese accionar, muchas mamás de esa religión entregaron a María Edwards McClure sus guaguas con el deseo de que estos pequeños tuviesen la oportunidad y esperanza de lograr sobrevivir al inminente y desgraciado destino de morir junto a sus seres queridos, en los infaustos y macabros campos de concentración y exterminio que los nazis establecieron en diversas locaciones en el viejo continente.
El heroísmo de esta mujer chilena junto a otras colaboradoras, se tradujo en sacar sedados a los infantes escondiéndolos entre sus ropas, ocupando el apellido Errázuriz (que era el de su esposo), de manera de despistar a los alemanes, a lo que se sumó la astucia femenina de informarles que esos bebés habían fallecido producto de enfermedades contagiosas.
En cuanto al destino de los pequeños en palabras de su bisnieta María Angélica Puga Phillips “María llevaba a los pequeños a su departamento, les conseguía nueva documentación de identidad y los enviaba a orfanatos o casas de familias pobres en sectores rurales, cuya manutención era cubierta por la chilena. Aunque esta loable y humanitaria labor “fue violentamente interrumpida cuando la policía francesa, controlada por los
nazis, allanó su departamento donde fue torturada y luego trasladada a un centro de detención de París. Gracias a sus contactos con la diplomacia y las altas esferas nazis pudo sobrevivir, pero quedó detenida en su casa bajo vigilancia de la policía hasta el final de la guerra”.
Acerca del número de niñas y niños salvados por este ángel guardián, no se tiene el cálculo exacto, pero sí se sabe que fueron numerosos los salvados.
Cabe destacar que esta silente, intrépida y extraordinaria acción humanitaria de esta mujer chilena de raza, fue reconocida por el gobierno francés que en 1953 en virtud de su obra le otorgó la más alta condecoración que ese país da, la Medalla de Caballero de la Legión de Honor. Posteriormente en 2005 fue homenajeada póstumamente por la institución oficial israelí Yad Vashem, que la declaró Justa entre las Naciones, distinción concedida a los extranjeros que ayudaron a víctimas del holocausto.
Así las cosas, queda en evidencia que la decisión sin vacilaciones de ayudar al prójimo en tiempos de aciago y desesperación, hizo eco en el noble corazón de esta dama chilena a la cual ya es tiempo que el Estado de Chile promueva un justo, pero como siempre tardío homenaje, y que este ejemplo de vida se transforme en un digno modelo a seguir por muchos de nosotros en este cada vez más indolente e individualista mundo que nos toca vivir».
***Gastón Gaete Coddou, geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.
Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles 26 de abril de 2023