Desde Arica a La Paz
“El 6 de agosto del presente año tuve la ocasión de asistir a la misa de Acción de Gracias con motivo del Día del Independencia de Bolivia, acto litúrgico que la comunidad boliviana en conjunto con el consulado del país hizo en la catedral de San Marcos, presidida en el altar por la imagen de la venerada Virgen de Copacabana.
Horas más tarde y flanqueando el fértil valle de Azapa fue haciéndose notar la predominancia del paisaje andino, abriéndose la cuenca del Lago Chungará y los volcanes que lo flanquean, todo en un espectáculo en que la naturaleza y su belleza casi impoluta dejan impresionados a los viajeros.
Traspasados la frontera y el paso internacional de Tambo Quemado, el trato del personal de la aduana boliviana me hizo recordar la cordialidad que años atrás tuve al despedirme de las tierras altiplánicas. Si bien era feriado nacional, las y los funcionarios no dejaron detalles de exhaustiva revisión de equipaje, y los tramites de ingreso fueron resueltos con agilidad y cortesía. Desde esta locación hasta la ciudad capital nacional, la panorámica de esta parte del trayecto mostró la humanización del área con claros signos de una ocupación de antigua data, que se expresó con diversos constructos de origen inca, a lo que se agregó el ganado auquénido que pastaba libremente, pero con el ojo avizorador de la pastora o pastor que los resguarda y cuida.
Las horas del día dieron paso al atardecer y la aproximación a La Paz, pasando por la ciudad de El Alto y la confusión que aquí genera el tránsito de personas y una infinidad de vehículos que, en una sinfonía de bocinazos, crea una visión en la que por alguna divinidad celestial no ocasiona accidentes mayores. Cabe destacar que ante esta situación, el profesionalismo del chofer del bus que sorteaba ágilmente los atochamientos, con delicadeza y sin perder la paciencia, nos llevó a buen destino y cumpliendo con el horario establecido previamente.
La tarde noche y la impaciencia luego de más de 9 horas de viaje fueron sobrepuestos con el arribo a la terminal paceña, que deslumbra por su interesante arquitectura y el resignificado de la misma para los fines de la conectividad terrestre.
El orden, la limpieza, un estándar de higiene en los puestos de comida y servicios diversos son de un buen nivel a lo que se une la sensación de seguridad pública, que es necesario destacar.
Por su parte, los accesos universales si bien están presentes hay que mejorarlos para hacer este nodo de comunicaciones más inclusivo.
El arribo fue coronado por la llegada de dos queridas amigas bolivianas que, dejando de lado a sus familias y el descanso del feriado, no escatimaron en ir a buscar a quien suscribe esta columna, preocupándose de inmediato de los efectos de la altura en mi organismo y, sin preguntar, me dieron un remedio para paliar la desagradable puna.
Los recuerdos y la amistad que demostraron Bertha y Ana Patricia envolvieron el ambiente con abrazos y conversaciones que nos dejaron al menos una hora en la terminal, para de ahí ingresar a la vorágine citadina que, para esas horas, estaba colmada de signos patrios propios del natalicio independentista celebrado por las personas con mucho recato y sobriedad.
Así las cosas, la agenda se fue consolidando de manera tal cual estuvo programada y los escenarios que prontamente se abrirían como un abanico de valiosas y atesorables experiencias que, en síntesis, reflejan lo que tiempo atrás Ana Patricia me dijo…el extranjero que llega a Bolivia por lo general se queda acá… y tan cierta es esta frase que los recuerdos aún me tienen vivenciando mentalmente la estadía en vuestro noble y gentil país”.
***Gastón Gaete Coddou, geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.
Columna de opinión publicada en diario El Potosí de Bolivia, el sábado 17 de septiembre de 2022.