Atardeceres y noches en Potosí

“Las horas del día van ofreciendo un espectáculo de luces y sombras que, de acuerdo con la época del año, permiten ver cómo el paisaje en que estamos insertos van tornasolando los rincones y fachadas que, a veces se encienden por el reflejo de los rayos del sol en los vidrios de las ventanas, momento que adquiere especial belleza contemplativa en el crepúsculo.

Si se hace un paralelo entre este instante de la jornada diaria y el escenario urbano de la Villa Imperial, es posible observar cómo el Cerro Rico se manifiesta como un crisol de luminarias propias de sus empinadas laderas, que van languideciendo a medida que el Inti da paso al ocaso que cubre y  tiñe con un azul mezcla de cobalto con oscuro el cielo potosino que, rápidamente, se plasma con una pléyade de cuerpos celestes, que van tan cual rosario de perlas engalanando el silente e inevitable paso a la  noche. Con su negro velo envuelve a la ciudad, indicando a las personas que es hora de ir recogiéndose en sus casas y revivir el seno familiar, y hacer de ese tiempo un momento de conversación y convivencia que irá cesando a medida que el reloj biológico marque el inicio del sueño reparador.

Por otra parte, la marcha nocturna casi silencia la bulla citadina y permite escuchar el silbido del rugiente viento que, en su desordenado tránsito, hace bullir  los techos y empujar  seres fantasmagóricos que cruzan cuan raudos bólidos en búsqueda de  escondrijos,  hallando en las construcciones coloniales un asilo que convierte  estos antiguos edificios en portales que insinúan imágenes de antaño con las concebidas apariciones a los ojos de incautos y noctámbulos transeúntes que quedan como pálidos  testigos de estas visiones, que van tejiendo con sus descripciones de lo observado, leyendas con sobrecogedores relatos  como el condenado o el féretro.

Asimismo, el manto de la oscuridad no da pausa a otra ciudad dentro de la ciudad, tal cual son los hospitales que no descansan en ningún instante y sus valerosos cuerpos de la salud están como fieles escuderos  haciendo gala de sus conocimientos para atender y salvar las urgencias y procesión de dolientes que parecen ser más extremas en la horas de la oscuridad. Son pues, estos silentes profesionales de la salud verdaderos paladines que, muchas veces no son debidamente reconocidos por la sociedad, aunque por la arrastrada pandemia del Covid en muchos lugares del mundo se les ha dado muestras de gratitud a las que me sumo.

Otra de las actividades que no tiene descanso en el acontecer noctámbulo de la urbe son los mercados locales que, cual núcleos de abasto, se ven atochados por los comerciantes quienes durante la madrugada reciben un incesante y  nutrido cargamento de verduras, frutas y otros comestibles para, inevitablemente, abrir temprano y servir como oasis a las necesidades alimentarias de la población.

Por su parte, la noche también invita a conocer la cultura de la bella Potosí y es así que, en este mes que se nos fue, la idea de visitar las espléndidas colecciones de muchos museos ha sido el deleite de aquellos que, a pesar el frío reinante que no hace mella su deambular, los ha llevado a tener una interesante experiencia fomentada por la Dirección de  Desarrollo Turístico Cultural y Patrimonial. Su puesta en escena va consolidando un trascendente espectáculo digno de destacar dentro de la activa gestión que esta dependencia municipal organiza periódicamente.

Así, los atardeceres y noches en Potosí no solo son una paleta de vibrantes colores que engalana la escenografía urbana, sino también son un complemento del pulsar citadino que, en su frecuencia del día a día, marca cual preciso horario la vida de la comunidad que consciente de esta alternancia temporal vivencia y activa de acuerdo a sus hábitos, el vibrante panorama de esta noble y pujante ciudad”.

 

***Gastón Gaete Coddou,  geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.

Columna de opinión publicada en diario El Potosí de Bolivia, el martes 31 de mayo de 2022.

 

 

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