Precisiones patrimoniales

En diciembre próximo se cumplirán 50 años desde que la Asamblea General de Unesco ratificó el texto de la Convención de Patrimonio Mundial. Un hito que pese a su incidencia sobre nuestra ciudad de Valparaíso, en la cual existe un sitio inscrito en la Lista de Patrimonio Mundial, es ignorado mayoritariamente por una falta endémica de educación patrimonial o, en el mejor de los casos, se le recela entre los más atentos que manifiestan una frustración respecto de su utilidad.

En ese contexto es que gran parte del escepticismo ciudadano manifestado en redes respecto de la reciente visita de la directora general de Unesco a nuestra ciudad se resume en la desconfianza sobre los efectos inmediatos de unas declaraciones muy prudentes y genéricas emitidas por la funcionaria de un organismo intergubernamental.

El equívoco en que se funda esa percepción instalada desde tantos años en nuestra ciudad es que no existe tal cosa como la Unesco dando la última palabra sobre el estado actual y futuro del patrimonio de Valparaíso.

Lo que sí existe es la Convención de Patrimonio Mundial, que es una herramienta jurídica del derecho internacional público en cuya composición los actores protagónicos son los 194 estados que la adhieren; el órgano de gobierno que se dan a través de 21 de ellos en el Comité de Patrimonio Mundial; los tres organismos técnicos que la asesoran de manera vinculante, como son el Centro Internacional de Estudios para la Conservación y la Restauración de los Bienes Culturales (ICCROM), la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN) y el Consejo Internacional de Monumentos y Sitios (ICOMOS); y finalmente la institución del sistema de las Naciones Unidas, que la coordina a través del Centro de Patrimonio Mundial.

Por lo anterior es que las visiones, énfasis y decisiones respecto del objetivo central de la Convención -que es la conservación del patrimonio- son muy variados, expresan posiciones e intereses y se han transformado a lo largo del tiempo. En donde ser incluido en una lista es un medio para lograr ese objetivo mayor, nunca un fin en sí mismo.

Por cierto, estas precisiones son conocidas entre nuestros técnicos sectoriales y sus autoridades, tanto en el pasado como las del gobierno actual. De hecho, podemos constatar que la actual Subsecretaria de Patrimonio Cultural ha participado activamente en el “sistema Unesco”, por lo que ahí hay una pertinencia y conocimiento probado. Sin embargo, hay mucho trabajo por delante, pues cada vez que este “asunto Unesco” aparece en la agenda pública, se ha perdido la oportunidad de profundizar en la conciencia de nuestros vecinos la utilidad de lo que significa esta poderosa herramienta. Una que, como todas las herramientas, debemos leer cuidadosamente sus instrucciones de uso para aprender a usarla. Solo de esa manera las palabras activarán las transformaciones que necesitamos, dando cuenta de nuestra responsabilidad compartida sobre la posibilidad de futuro que contiene el patrimonio.

 

José de Nordenflycht
Profesor titular UPLA

 

Fuente: opinión publicada en El Mercurio de Valparaíso, domingo 8 de mayo de 2022 (enlace para suscriptores).

 

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