Tres perspectivas diferentes ha tomado el Programa de Desarrollo Disciplinar (PDDSF 2021) que ejecuta el Campus San Felipe, encabezado por su coordinador general Octavio Poblete Christie, doctor en Psicología por la Universidad de Chile. El asesor metodológico de este programa es Gabriel Salinas San Martín, doctor en Sociedad y Cultura: Historia, Antropología, Arte y Patrimonio por la U. de Barcelona.
Tras el término de la investigación, se espera obtener interesantes resultados sobre un campo poco explorado en nuestro país, como lo son las emociones de los actores educativos durante la pandemia, específicamente en el Valle del Aconcagua.
—¿En qué consiste este Programa de Desarrollo Disciplinar?
—El Programa de Desarrollo Disciplinar del Campus San Felipe, año 2021, consiste en un proyecto de investigación realizado sobre una temática en particular, aunque abordado desde tres perspectivas diferentes. En concreto, el PDDSF 2021 se focalizó en las emociones de actores educativos.
—¿Cuáles son sus objetivos?
—De manera muy general, el PDDSF 2021 tiene como objetivo conocer las emociones de actores educativos diferentes durante la pandemia, específicamente de directores y directoras de establecimientos educacionales, de docentes universitarios que supervisan práctica profesional en carreras de pedagogía y de profesoras de educación diferencial. Aunque si bien cada estudio tiene objetivos específicos diferentes, es posible señalar que todos ellos buscan conocer los factores contextuales que inciden sobre las emociones de estos actores, los significados que están a la base de estos estados mentales y la gestión realizada sobre sus emociones.
—¿Por qué se pensó específicamente en la experiencia emocional de los profesores?
—Profesores y profesoras, pero cumpliendo labores diferentes: de dirección, de trabajo con la diversidad y de supervisión de práctica. Se trata un área de relativamente reciente interés en el mudo educativo y que en Chile ha sido poco explorada. Desde fines del siglo XX, las emociones han empezado a acaparar la atención de los investigadores en general y del mundo educativo en particular, algo que se explica porque hasta hace muy poco, las emociones prácticamente no habían sido consideradas como algo relevante de la actividad mental del ser humano. Desde diferentes enfoques y disciplinas la atención en el afecto y las emociones ha aumentado significativamente en las últimas décadas, desde el feminismo hasta la neurociencia. Una primera aproximación masiva sobre esta área surgió desde los años noventa con la aparición del concepto de inteligencia emocional y posteriormente con otros conceptos afines, como competencias emocionales, regulación emocional u otras. Sin embargo, el carácter concreto -y no eminentemente conceptual- de estos hechos mentales los hace particularmente atractivos, pues, finalmente, tensiona significativamente las concepciones que nuestra civilización -principalmente de manos del desarrollo de la ciencia- ha construido en torno a lo que entendemos por “conocer”.
No obstante lo anterior, en el mundo educativo el interés por las emociones se explica por diferentes motivos: por las exigencias emocionales que cotidianamente deben enfrentar las y los profesores, y por los efectos que esta exigencia tiene sobre los resultados de aprendizaje de sus respectivos estudiantes; una exigencia que surge -según un cuerpo importante de estudios- del énfasis en el éxito y la competición que propician las políticas públicas. Como consecuencia de lo anterior, la demanda emocional de los profesores es muy alta, lo cual suele traducirse en problemas de salud mental.
—Dijo que esa es una “primera aproximación”. ¿Hay otras?
—Sí. Por otro lado, se ha acumulado una robusta evidencia que muestra que los ambientes emocionales que se construyen diariamente en las aulas tienen un efecto sustantivo sobre los resultados de aprendizaje y, dado que, por consecuencia, son las y los docentes los llamados a construir estos ambientes, existe cada vez más interés para que estos profesionales cuenten con “herramientas emocionales” que les permitan construir dichos climas. Sin embargo, la formación en esta línea es prácticamente nula en Chile y escasa en el mundo entero. Y, por último, un tercer motivo, quizás el más importante, tiene que ver con el desarrollo integral de las y los niños que se desarrollan en el sistema escolar, dentro del cual la dimensión emocional es especialmente relevante. Sin embargo, para poder lograr este último objetivo resulta fundamental instalar una propuesta de formación a los docentes en ésta área. Pero como decía, se trata de un tema nuevo sobre el cual hay muy poca información. Entonces la investigación se hace muy necesaria. Más aún cuando la pandemia ha venido a tensionar la atmósfera emocional de nuestra sociedad general y de nuestras escuelas.
—De acuerdo a lo informado, se realizarán tres estudios, ¿en qué consisten?
—Un estudio apunta a conocer las emociones que experimentaron directores y directoras de establecimientos municipales del valle del Aconcagua en el ejercicio de su liderazgo durante la pandemia. En el fondo es un trabajo sobre liderazgo directivo y emociones. El trabajo sobre profesoras de educación diferencial apunta a las emociones que ellas experimentaron durante el trabajo colaborativo que realizan con profesores y profesoras de asignatura en el marco de los programas de integración (PIE). Se trata de un estudio que apunta directamente hacia aspectos medulares del trabajo inclusivo. Y finalmente, el tercer trabajo exploró las emociones que experimentaron supervisores y supervisoras con sus respetivos practicantes.
—¿Quiénes conformarán el equipo de trabajo?
—Somos todos profesores del campus San Felipe de la Universidad de Playa Ancha. El programa se estructura con base en tres equipos, uno para cada ámbito. En la investigación sobre directores, cuya responsable directa es la doctora Claudia Concha, participan el doctor Patricio Ibáñez, la doctora Auristela Hormazábal y el profesor Andrés Jil (Mg). El trabajo sobre supervisión de práctica profesional en pedagogía está a cargo de la doctora Sandra Pérez y participa el doctor Richard Fairlie y el profesor Jil. Y en el estudio sobre emociones que surgen en el trabajo colaborativo que realizan las profesoras de Educación Diferencial, está a cargo de la profesora Claudia Caro (Mg) y participan la profesora Agueda Elgueta y la profesora Aída Araya. Además, en los tres estudios participamos el doctor Gabriel Salinas, apoyando metodológicamente, y yo como coordinador general y especialista en el tema. Finalmente, en estrecha relación con este trabajo se han realizado dos trabajos de síntesis por parte de estudiantes de Pedagogía en Educación Diferencial y de Pedagogía en Educación Parvularia del Campus San Felipe.
—¿Cuál fue el financiamiento otorgado?
—El financiamiento para la realización del Programa, es decir, para los tres estudios, fue de $5.000.000.- y fue otorgado por la Dirección de Investigación de la Universidad. Este monto permitió cubrir diferentes gastos propios de estudios como éstos, como equipamiento, transcripciones, análisis y libros, entre otros.
—¿Qué beneficios traerá el desarrollo de este estudio?
—Son varios los beneficios. En primer lugar, la ejecución exitosa de este proyecto seguramente abrirá las puertas a seguir trabajando en investigación desde nuestro campus, tal como ya nos han adelantado las autoridades. Por otra parte, el trabajo realizado aporta importantes datos sobre la experiencia emocional de los diversos actores educativos estudiados. Hay que pensar que este tipo de estados no había sido relevado pese a la enorme influencia que ejercen sobre la tarea educativa. Y sobre ámbitos sumamente claves como es el liderazgo directivo, el trabajo de inclusión que realizan los PIE y los proceso de supervisión de práctica profesional. Finalmente, se trata de información situada, es decir obtenida desde nuestros territorios, algo que resulta particularmente relevante considerando que las emociones son fenómenos construidos socioculturalmente y, por lo tanto, es necesario analizarlos de esta forma. Por último, quizás lo más importante, es que se trata de investigación de frontera en educación y sobre el cual, por su historia y vocación, la Universidad de Playa Ancha tiene un desafío prioritario al que debe responder.
—¿Por qué es tan necesario hoy en día centrarse en las emociones?
—Uff, esta es una gran pregunta pero muy difícil de responder brevemente. Quizás se pueda intentar hacerlo explicando que el afecto -entendido no como “cariño” necesariamente, como se suele hacer, sino como sensaciones corporales de agrado y desagrado que surgen de interpretaciones que constantemente estamos haciendo del mundo- constituye una puerta de entrada a una dimensión de nuestra vida mental -o espiritual si se desea- y que se relaciona íntimamente con las aspiraciones esenciales de los seres humanos y de las sociedades… La neurociencia ya ha evidenciado que el afecto -desde el cual surgen las emociones- es la base de la actividad mental… es la base de nuestra consciencia y autoconciencia. Y las emociones son los fenómenos más salientes o “visibles” del afecto. Por tanto, conocer las emociones permite explorar el afecto. Sin embargo, estamos hablando de una dimensión que ha sido olvidada durante siglos por nuestra civilización en función del énfasis puesto en desarrollo de las ideas, la conceptualización y las teorías, que corresponden a la otra dimensión de lo mental, una omisión que, paradójicamente, nos ha terminado apartando de aquellas aspiraciones más profundas que señalaba y que hoy por hoy se ve reflejado dramáticamente a través de problemáticas sobre las cuales estamos muy al debe en Chile y en el mundo, como la desigualdad, el daño ambiental y el desarrollo humano.