“La concordancia social, política y científica de los pueblos originarios y otros sectores y actores territoriales, califican al agua como un recurso natural renovable, limitado y estratégico para la supervivencia del ecosistema planetario y, por ende, del ser humano.
Pese a esta visión y versión hídrica, la realidad mundial y local de la cual el valle del Aconcagua es parte, es que el agua no está alcanzando para la multiplicidad de usos que de ella se hace, surgiendo para esos efectos medidas que se han concretado en citas mundiales. Una de ellas, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático de 2021, a realizarse entre el 1 al 12 de noviembre venidero, será un sustancial portal a fin de escuchar y ver a expertos informando sobre la realidad en la cual nuestro planeta está viviendo respecto de la inevitable modificación del clima y sus elementos. Sin embargo, las declaraciones y ponencias serán letra muerta si los Estados soberanos no toman la debida conciencia y, a la vez, dictan políticas públicas pertinentes, eficaces y efectivas sobre este desolador panorama.
En Chile, la sequía que nos asola desde hace más de dos décadas y que, por esta razón debe ser llamada sin remilgos sequía climática, aunque esta denominación no se da en boca de muchas autoridades público estatales que confiaban y declaraban hace dos meses, candorosamente, que el último trimestre de precipitaciones cuya sigla es ASO (agosto, septiembre y octubre) precipitarían al menos unos milímetros, que podrían revertir en parte el seco contexto que se aprecia desde la cuarta región de Coquimbo hasta la décima de Los Lagos. Claro está que los vaticinios estuvieron seguramente fundados en modelos matemáticos de proyección de lluvias, pero la naturaleza no es gobernada ni puede ser cambiada (hasta el momento) por la tecnología u otros discursos, que anuncian perspectivas de una relativa superación del demandante consumo. Lo anterior, implementando para esos fines medidas que se han materializado modestamente con excavación de pozos profundos en sectores donde hay napas freáticas, a fin de asegurar temporalmente del vital líquido a las grandes ciudades, pero dejando en desmedro y con un real problema para las pequeñas comunidades rurales o urbanas que se surten de agua para sus actividades.
Ahora bien, en el concierto regional y provincial el río Aconcagua es el principal vector de escorrentía, cuya alimentación se debe a la triada de deshielo, ablación de mantos de nieve fresca y precipitaciones líquidas, siendo para las primeras fuentes la precordillera y la cordillera profunda de Los Andes, y para el tercer surtidor, casi toda la extensión de la geoforma en cuestión. Sin embargo, el año 2021 ha demostrado que el ritmo de los frentes de mal tiempo es cada día mas inestable (lluvia en enero 2021 que dejó un monto de 19 a 20 mm como promedio) y que la concentración geocronológica que se exponía con una marcada estacionalidad es solo un recuerdo, dado la velocidad del cambio climático que estamos viviendo.
En atención a lo anterior, surgió una medida emanada del gobierno central (firmada el 9 de septiembre de 2021), precisamente del Ministerio de Obras Públicas y, en lo específico, de la Dirección General de Aguas en la que se planteó unilateralmente la intervención del Aconcagua, regulación por lo demás inconsulta a la primera autoridad regional y otras de la circunscripción territorial en cuestión, aduciendo en lo esencial que esta decisión se tomó considerando la baja sustancial de los volúmenes apresados en el embalse Los Aromos, represa que tiene la finalidad de aportar metros cúbicos para el funcionamiento de la única planta productora de agua del Gran Valparaíso.
Por cierto que esta imposición de gestión y planificación a corto plazo tuvo el rechazo generalizado de la comunidad aconcagüina y del gobierno regional, y con mucha expresividad de las municipalidades del valle, por lo que la dictación del instrumento de intervención quedó anulada, demostrando que la implementación de estos mandatos deberá considerar necesariamente las apreciaciones de mesas técnicas regionales y de la sociedad involucrada, dado que es en ambas esferas donde está el verdadero conocimiento de la realidad regional y local”.
***Gastón Gaete Coddou, geógrafo y académico de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas, Universidad de Playa Ancha.
Columna de opinión publicada en diario El Trabajo de San Felipe, el miércoles 27 de octubre de 2021